Llegó el último día de mercado como un perfecto desconocido. Un futbolista sub-23 a préstamo, más promesa que realidad y del que se destacaba más su reconocida ascendencia que sus propias cualidades. Max Svensson fue incorporado para explotar el único resquicio que permitía la normativa, una vez el Deportivo de La Coruña había cerrado su posibilidad de obtener a un nuevo delantero sénior con la llegada de Kuki Zalazar unas horas antes y guardaba la última licencia para mayores de 23 para concretar al central Pablo Martínez.
Max entró en A Coruña por la puerta de atrás. Sí, era ese necesario atacante que corregía la deficiencia de un bloque sin piezas ofensivas capaces de atacar el espacio. Pero no era Lucas Pérez, auténtico objeto de deseo durante gran parte del verano. Y el catalán de origen sueco tuvo que añadirle a su propio proceso de aclimatación, tardío de por sí, la lacra de tener que convivir con la decepción social por el ‘gatillazo’ de Lucas.
No entró en los primeros encuentros con Borja Jiménez. Algo que se entendía lógico al comienzo, pues el nuevo ‘9’ había sido el último en llegar. Debía esperar su turno. Y esta oportunidad llegó en la quinta jornada, en medio de una semana de tres partidos. El ya extécnico deportivista le dio 26 minutos en plena efervescencia de un duelo ante el Talavera que el Deportivo no mató y acabó pidiendo la hora. Con espacios, era un contexto favorable a Max.
Pero en su debut, el delantero quiso agradar tanto que expuso sus prestaciones de un modo tan revolucionado que, en muchas ocasiones, en vez de sumar restaron. Max Svensson sacó su disparo en una ocasión, pero únicamente completó con acierto el 19% de sus acciones. A este bajo porcentaje contribuyeron los 17 de 19 duelos en los que fue superado y sus 7 pérdidas de balón.
El joven atacante había sacado la ‘patita’. Dejado constancia de sus condiciones, aunque diluidas. Como la potencia sin control. Pero Borja Jiménez no le volvió a dar de nuevo otro turno. Entre probaturas en el puesto de delantero centro con Santamaría, Quiles y Kuki, la papeleta de Svensson nunca salió. Quizá al entender el preparador que San Fernando y Rayo Majadahonda, los dos últimos rivales a los que se midió el técnico abulense, no le ofrecían a Max aquello de lo que él se nutre: los espacios.
El ‘nuevo’ Max Svensson con Óscar Cano
Sin embargo, con el cambio de entrenador la situación del delantero cedido por el Espanyol dio un giro de 180 grados. Óscar Cano sorprendió en su primer once dando entrada a Max Svensson por delante de un Gorka Santamaría al que conocía de su paso por Badajoz. Y el catalán respondió. Regaló una fina asistencia de gol a Quiles tras una conducción agresiva con un rival respirándole en la nuca y demostró que el Deportivo también podía contragolpear. Estuvo a punto de marcar el 2-0, pero su remate se topó con el meta del Linares y acabó en los pies de Rubén Díez, que sí la embocó. Y ofreció una retahíla de movimientos en profundidad pero también al apoyo, además de sumar kilómetros en la presión. 8 chuts y 74 minutos después, Max estaba en el banco casi sin oxígeno en el cerebro y con los gemelos en la nuez. Al esfuerzo que nunca negocia había sumado productividad.
Le faltaba solo el gol. Y contra el Real Madrid Castilla volvió a no concretar. Buenos movimientos y un timming de remate adecuado para aparecer y cabecear un centro desde la derecha. Desviado. Lo mismo contra el Sanse, en casa. Así, en sus primeros 220 minutos como deportivista había acumulado 13 disparos, solo 5 a puerta y un acumulado de gol esperado (xG) de 1,50. Es decir, podría llevar dos, pero no llevaba ninguno. Preocupante para una figura de delantero de referencia del Dépor, al que se le pide más precisión que volumen.
Pero en Algeciras, el rumbo viró. Cano mantuvo su apuesta por el dorsal ’20’ de la plantilla. Y Max Svensson respondió no solo con juego, sino con gol. El Algeciras podía ser un equipo ideal para explotar sus virtudes. Y así fue. En un movimiento al espacio de dentro hacia fuera a espaldas del lateral zurdo, aprovechando la atracción de la presión que el equipo coruñés fue capaz de crear, el punta se plantó ante Flere gracias a un buen envío de Antoñito. Svensson fue capaz de domesticar el esférico en medio de su carrera desbocada y terminó por definir arriba, sin contemplaciones.
Su primer gol no podía ser una resolución sútil. Tenía que ser un chut potente que metaforiza de la mejor forma posible lo que es ‘Max Power’: energía para el Deportivo. Porque con su juego de espaldas para cazar envíos más directos y, sobre todo, con su capacidad para trazar desmarques de ruptura de todo tipo, Svensson es el martillo que hunde a la defensa rival y da más tiempo, espacio y soluciones a los estilistas blanquiazules. Max es mucho más que gol. Pero ante el Algeciras, además, tuvo premio a su insistencia.