Con un Deportivo 2-1 Linares se estrenó Óscar Cano en el banquillo blanquiazul. El equipo coruñés buscó un cambio de técnico para enderezar el rumbo. Y su nuevo entrenador entendió que, más que agitar el árbol, debía sentar la base del equipo en la recuperación de la confianza perdida. Por eso solo introdujo novedades en forma de pequeños matices en la presión, la posición de Rubén Díez y la altura de los laterales. El gran giro lo dio con Max Svensson, el único delantero que todavía no ha sido titular y que aportó lo que le había faltado al equipo en esa punta de ataque hasta ahora: dinamismo.
Un Dépor menos agresivo
En los primeros partidos del curso, el Deportivo se estaba desestructurando en demasiadas ocasiones. Quería ser agresivo sin balón, presionar tras pérdida y robar pronto y arriba. Pero muchas veces, con distancias demasiado grandes por una circulación no del todo óptima, esa presión era impulsiva y errática. Óscar Cano quiso intervenir ahí: temporización, interpretar cuándo sí hay que meter pierna y cuándo hay que priorizar no ser superado.
De este modo, que el Linares fuese el equipo que menos corrió a la contra en Riazor en lo que va de curso no fue una casualidad. De sus 12 tiros, tan solo tres llegaron al contraataque. Pero ninguno de ellos se debió a una decisión errónea a la hora de ir al robo, sino de pérdidas que el Deportivo minimizó corriendo hacia atrás y concediendo chuts, pero relativamente lejanos.
Pero esta temporización en la zona de balón en las transiciones defensivas se contagió también a la fase defensiva en sí. Es decir, el Deportivo fue menos agresivo en todas las situaciones. Y se vio desde el inicio de juego del Linares, al que el conjunto herculino permitió salir en corto. El equipo local se ubicaba en un bloque medio-alto poco presionante y con los futbolistas relativamente enfocados al marcaje más zonal. Svensson orientaba a su par hacia la banda. Ahí, con menos espacio, los blanquiazules sí buscaban robar aumentando un par de puntos su hostilidad y emparejando hombre a hombre en ese sector.
Esa simple medida le funcionó al Dépor para vivir más tranquilo, aunque el relativo margen de maniobra que tenían los poseedores del Linares le obligaron a ir haciendo cambios en la última línea defensiva. De este modo, según el momento y las ubicaciones de los rivales, Álex Bergantiños recuperó ese papel híbrido entre pivote defensivo y tercer central. El coruñés acabó siendo más lo segundo a partir del descanso, cuando el Deportivo hizo una excepción con las marcas y empezó a cubrir prácticamente de manera individual a Fermín, al que no le pesó nada y Riazor. Como mediapunta en vez de en la banda, el ’10’ andaluz firmó un partido soberbio entre líneas, aunque el ajuste de los locales y su propio cansancio le fue privando, poco a poco, de la libertad que tuvo para brillar.
Rubén Díez, el ‘Juergen’ del Deportivo 2-1 Linares
«Dime con qué mediocentro juegas y te diré qué equipo eres». La frase que un día dijo Juanma Lillo –referente para Óscar Cano, por cierto- es una de las grandes verdades del fútbol. Porque a partir de los patrones, virtudes y defectos de esa pieza, uno puede empezar a intuir qué busca y en qué podría ser bueno un colectivo. Si el Deportivo quiere controlar el partido desde el balón, debe tener en su sala de máquinas a un futbolista con personalidad, buena protección del esférico, capacidad de pase, orientación y visión para encontrar y crear compañeros y espacios libres.
Todas esas cualidades las engloba Rubén Díez. El ’21’ es un mediapunta que con Óscar Cano ya jugó como mediocentro. Y está claro que Cano lo ve, por el momento, ahí en un Deportivo que el pasado curso fluyó al compás de Juergen Elitim y que este curso no había encontrado -ni fichado- a una figura con el mismo molde. Rubén, en cierta manera, lo es. Por eso mismo, el nuevo técnico le dio en parte continuidad a la apuesta de Borja Jiménez en el encuentro ante el Rayo Majadahonda. Porque Rubén Díez volvió a ser interior primero y pivote después. Es decir, a ocupar una posición muy enfocada a la iniciación y construcción más que a la finalización, aunque acabase siendo el autor del 2-0.
Así, el Deportivo empezó formando en 4-3-3, con Díez, Bergantiños y Olabe como los tres mediocentros. Y luego pasó, cuando Álex pasó a ser más un hombre de la última línea que del eje, se convirtió en algo más parecido a un 3-4-3 en ataque. El patrón fue siempre similar: tres hombres en salida para generar la primera superioridad y dos mediocentros muy cerca y casi a la misma altura para encontrar hombres próximos y atraer al Linares. Así, el Deportivo buscaba generar espacios para que apareciesen al apoyo entre líneas sobre todo Quiles y Soriano. Aunque en ocasiones también lo hizo Svensson.
De este modo, Rubén Díez fue el faro del Deportivo. Bien bajando hasta altura de centrales, bien en el siguiente escalón, el maño fue el encargado de mover al equipo. Jugó casi siempre de cara y cayó como apoyo al sector derecho, en el que el Deportivo volvió a juntarse como antaño para encontrar la profundidad desde las relaciones de asociación. Porque el equipo coruñés no dispone de piezas capaces de desbordar en banda. Y menos sin Trilli ni Narro. Pero con Antoñito apareciendo -en vez de estando- sin compañía por la atracción de Quiles, Díez o Max, encuentra un factor para desequilibrar. El lateral firmó su mejor partido del curso. Igual que Quiles. Ese carril, con Díez como conductor, brilló de nuevo en Riazor.
Aunque más allá de la buena noticia del binomio Díez-Olabe y la fluidez que el colectivo tuvo cuando se asentó en campo contrario, al Dépor le costó mantener durante todo el encuentro el control. En ocasiones, fue incapaz de progresar, ya que la máxima era que su medio del campo no se descosiese. Faltaron alturas por dentro porque los centrocampistas no debían separarse demasiado a lo vertical -de ahí la ausencia de Villares-. Priorizó no arriesgar demasiado el equipo y eso se notó incluso en los muchos inicios directos desde el saque de puerta de Mackay.
Max ‘Power’
Rubén Díez, junto a un Olabe superlativo con y sin balón, puso el control cuando el Deportivo logró tenerla. Pero este curso, la escuadra coruñesa había estado ausente en muchas ocasiones de ‘energía’. Al equipo herculino le falta amenaza al espacio en sus primeras líneas ofensivas, más allá del encuentro ante el Talavera, en el que Narro y Trilli fueron, como carrileros, martillos durante buena parte del choque.
Ni Kuki, ni Quiles, ni -sobre todo- Gorka Santamaría son puntas peligrosos en carreras medias y largas. Y eso restaba opciones al Deportivo tanto en ataque posicional, como en transición ofensiv. Tampoco Ibai Gómez es un extremo veloz. Ni incluso Yeremay Hernández, que destaca más con el balón en el pie. La única pieza de vanguardia del plantel deportivista capaz de atacar espacios podía ser, según lo visto hasta ahora, Max Svensson.
Óscar Cano detectó la necesidad de un punta móvil, pero no solo al apoyo sino también en la ruptura. Y apostó por el delantero cedido por el Espanyol. Fue un acierto. Porque Max, que ante el Talavera se mostró como un tipo de altas revoluciones, dotó de ‘energía’ al ataque deportivista. Fue Max ‘Power’.
Así, el Deportivo ganó soluciones en su punta de ataque con la presencia del delantero catalán. Y además, su presencia y movilidad permitió a Quiles jugar más liberado y atacar el área a base de movimientos complementarios. Ambos futbolistas se entendieron a la perfección. Cuando uno venía, el otro iba. Y viceversa.
Svensson ocupó el área fantásticamente para cazar varios remates a centro lateral. Y además, permitió al equipo estirarse en cada transición ofensiva en la que pudo correr. Con él, el Deportivo gana un perfil que no había explotado este curso y que no tenía el año pasado, ya que ni Miku ni Noel eran eso.
Solo le faltó el gol al delantero. Pero su partido fue una de las varias noticias positivas en el Deportivo 2-1 Linares, en el que Óscar Cano introdujo solo matices, pero suficientes para cambiar la inercia y hacer borrón y cuenta nueva.