El Guijuelo 2-0 Deportivo supuso la eliminación de la Copa del Rey del equipo coruñés. Fue una derrota justa para la escuadra herculina, absolutamente desnaturalizada en el sintético del municipio salmantino. Porque el Dépor fue un equipo artificial, como el césped. Condicionado por una superficie que ya parecía una pesadilla olvidada, el conjunto de Óscar Cano se pareció poco al de la liga. Por una alineación de circunstancias, en la que nadie fue capaz de llamar a la puerta del once de verdad. Y por querer minimizar los evidentes riesgos que el bloque sí asume en hierba natural, pero que se maximizan en la irregular superficie de plástico y caucho.
Circular sin progresar
Óscar Cano apostó en el Municipal por introducir un 4-2-3-1 únicamente con Villares como habitual de liga. El vilalbés conformó doble pivote con Álex Bergantiños, como sucedió al inicio de la temporada con Borja Jiménez. Pero el balón pasó muy poco por ellos. Porque el Deportivo no quería iniciar el juego por dentro. Buscaba hacerlo por los carriles exteriores que un Guijuelo bien plantado en 5-3-2 y un bloque medio muy cohesionado le ofrecía.
De este modo, fue muy habitual ver una ‘circulación parabrisas’ entre los cuatro defensas. Los jóvenes Trilli, Puerto, Barcia y Retu se pasaban el esférico. Pero sin una velocidad suficiente como para obtener algún tipo de ventaja cuando el esférico llegaba a una de las bandas. Ahí los laterales buscaban profundizar. Pero no había espacios. Con Yeremay y Narro normalmente apareciendo por un carril algo más interior y el rival perfectamente basculado, el Deportivo no encontraba la fórmula de pisar tres cuartos de campo.
Y no la encontró tampoco cuando, tras la lesión de Villares y la entrada de Brais Val, Álex Bergantiños empezó a lateralizarse para buscar una salida de tres más cómoda. El Dépor no juntaba centrocampistas cerca de balón (no los tenía, en realidad) para atraer la presión –como suele hacer con Cano-, sino que buscaba obtener más referencias alejadas.
Pero no se atrevía a filtrar balones. Bien porque la calidad de pase del doble pivote o Puerto no es la de los más habituales Lapeña, Jaime, Olabe o Rubén Díez. Bien porque la pauta evidente era no arriesgar con esos pases verticales por dentro para evitar pérdidas. Bien -sobre todo- por la poca química en un once en el que muchos coincidían por primera vez en el césped a nivel competitivo.
El cuadro herculino progresó muy poco con balón. Y solo cuando Narro y sobre todo Yeremay pudieron recibir de cara a la meta rival dio la sensación de poder generar algún desequilibrio. Pero el Guijuelo, un equipo tremendamente comprometido en faceta defensiva, y el campo multiplicaban por tres la dificultad de cualquier conducción o asociación para cambiar el ritmo.
Los delanteros, inéditos
Este juego plano provocó que los delanteros pasasen absolutamente desapercibidos. El cuadro coruñés no apostó por jugar más directo que de costumbre. Sería algo quizá más eficaz para el encuentro ante el Guijuelo, pero ni el equipo está demasiado preparado para ello -y menos ante un rival fuerte en eso- ni serviría para construir nada de cara al futuro. Ante esa poca tendencia al balón largo, Santamaría se quedó únicamente como receptor para alguna pelota de espaldas y, sobre todo, rematador de los centros. Pero es que no hubo centros.
Sin juego directo ni profundidad en el ataque posicional más elaborado, al Deportivo le quedaban las transiciones y el balón parado. Los contragolpes son otro de los mecanismos para hacer daño en este tipo de partidos. Pero el Guijuelo apenas expuso. El equipo visitante monopolizó el balón. Y cuando fue el local quien lo tuvo, se cuidó mucho de perderlo en situaciones de peligro.
De este modo, fue el conjunto chacinero quien dañó tanto en transición, como en juego directo, como a balón parado. Así llegaron los dos goles y las únicas ocasiones del partido. Porque los dos chuts del Deportivo surgieron, también, tras un robo alto rematado desde fuera del área por Kuki y en un córner que Trilli no terminó de dirigir con veneno en una situación franca. Con tan poco bagaje, no fue de extrañar el Guijuelo 2-0 Deportivo final.
Incorporaciones que hacen daño
El Dépor fue un equipo con posesión estéril, todo lo contrario que el Guijuelo. No sorprendió a nadie la escuadra chacinera, que dominó cada momento de partido a su antojo. Paró el juego en el primer tiempo, elevó su presión en el segundo y generó un puñado de situaciones de gol en transición, segunda jugada tras balón directo o acción a pelota parada.
Más allá de las situaciones de pizarra, en las que el cuadro salmantino buscó atacar el primer palo de la defensa mixta deportivista (así llegó una gran ocasión y el 2-0), lo que hizo especialmente daño al conjunto blanquiazul fueron las incorporaciones de segunda línea. El Guijuelo supo cómo atacar la espalda de un Deportivo demasiado concentrado en el balón y poco en su entorno. Y en varios situaciones, generó mucho peligro.
En la primera mitad, la gran ocasión del conjunto locatario llegó por un balón directo que el Guijuelo ganó y un pase hacia atrás para que un centrocampista recibiese solo, con todo el Deportivo hacia su portería y demasiado lejos del nuevo poseedor, incorporado desde atrás. Trilli tampoco ajustó con su par y el balón fue filtrado a su espalda, en un pase diagonal fantástico, al extremo zurdo, que chutó al lateral de la red.
En el segundo tiempo, el 1-0 también surgió de una acción de ‘tiralíneas’ en la que el Guijuelo se aprovechó de lo excesivamente contemplativo que estuvo el Dépor. El poseedor, con Álex y Val delante, pudo filtrar al movimiento en apoyo del punta. Mientras todo eso sucedía, Toti le ganó la espalda a Bergantiños, que se olvidó de protegerla. El mediapunta se incorporó desde segunda línea para recibir el pase y atacar la zona de Barcia, que había perseguido el desmarque de proximidad de su par. Ventaja, asistencia a Pepe Carmona y golazo de un futbolista con un golpeo exquisito. El primero del Guijuelo 2-0 Deportivo.
El cuadro locatario no tuvo excesivo juego interior. Pero supo cómo dañar a su rival con apariciones de sus centrocampistas. Y, con ese tipo de acciones, terminó por cortocircuitar a un Dépor tan artificial como el campo. Porque no encontró sinergias entre sus jugadores. Fue el primer paso para no lograr parecerse a una versión cercana a la habitual. Los siguientes los dio un contrario incómodo y un césped artificial que terminó por hacer todavía más artificial al equipo coruñés y conducir, así, al Guijuelo 2-0 Deportivo.