El peor partido de la temporada en el peor momento posible. El Dépor se jugaba buena parte de sus opciones de ascenso directo en el Nuevo Vivero, pero el Badajoz supo cómo hacer daño a un cuadro coruñés que fue capaz de reponerse relativamente al primer golpe, pero no al segundo tras una revolución fallida al descanso. Con algún momento bueno con balón, el Deportivo se diluyó por su escasa solidez sin pelota. Un aspecto que, hasta ahora, siempre había controlado.
Un destrozo por fuera
Quiso modificar cosas Borja Jiménez y su decisión más trascendental fue regresar al rombo en el centro del campo a costa de prescindir de los extremos. La intención del preparador abulense era proteger al equipo por dentro y ganar juego entre líneas. Y aunque con el balón el conjunto herculino no estuvo del todo mal en el primer tiempo, la estructura visitante y la buena interpretación del cuadro local provocó un absoluto desorden.
Cada vez que el Badajoz iniciaba su fase de disposición de balón, le encontraba las cosquillas al Dépor a base de ser ancho. El conjunto de Isaac Jové tenía en los carriles exteriores un latifundio para progresar. Porque el Dépor, con tres centrocampistas y Soriano por delante, no contaba con futbolistas en la banda que estuviesen próximos a los rivales para poder apretarles. ¿Qué hacía? Bascular a sus mediocentros, que llegaban tarde y mal.
Pretendía el bloque coruñés ‘saltar’ a morder, pero con un posicionamiento inicial tan cerrado, acababa por descoserse. Juergen Elitim, en la izquierda, y Villares, en la derecha, caían a banda. Y el equipo se rompía. Calavera, para no partir el bloque, acompañaba y dejaba de guardar la espalda en muchas ocasiones. Soriano tampoco estaba presto en las ayudas. Y el interior del lado contrario al balón (Vilares o Juergen) cerraba por dentro, pero muchas veces en tierra de nadie.
Así se llegó el primer gol del Badajoz, en una presión tardía sobre Isi. Juergen quiso presionar al pivote local cuando éste ya había controlado y girado. Y lo único que provocó fue dejar vía libre a Dani Fernández. Con Clemente fijando a Aguirre y generando un dos contra uno, el lateral del Badajoz tuvo todo el tiempo del mundo para centrar, mientras Soriano basculaba pasivamente hacia él y dejaba el medio libre. Eso lo detectó Lapeña, que salió a proteger la frontal a costa de desguarnecer el área. Y Jaime, pensando que su compañero estaba detrás, se comió el centro hacia Santamaría, que marcó a placer.
El delantero fue un terror cada vez que bajaba a recibir. Al vasco tan solo le hizo falta ganar 5 de sus 11 duelos ofensivos (siempre según Wyscout) para dejar a Lapeña y Jaime totalmente señalados. Ninguno de los dos ganó más duelos defensivos de los que perdió: el riojano solo venció en 2 de 4 disputas y el andaluz, sustituido al descanso, se quedó en un pobre 2 de 5. No son porcentajes habituales para centrales. Y menos para ellos.
No les ayudó a los zagueros el hecho de que Dépor se precipitase constantemente tomando decisiones arriesgadas. Quería ser agresivo, pero era alocado. Cada desajuste por una mala decisión era tratado de solventar por un compañero que agudizaba todavía más el error.
De esta forma, el Badajoz encontró constantemente superioridades. Cuando no eran numéricas, como en el gol, eran posicionales. Porque el Dépor terminaba basculando y acumulando gente en la zona de balón. Pero su actitud era pasiva. Permitía que el rival encontrase líneas de pase. No había ni intensidad, ni buena interpretación. El equipo coruñés estaba hipnotizado por el balón y echaba de menos una figura como Álex Bergantiños, algo más garante del orden. Y es que Calavera firmó en su segunda titularidad buenos números en el pase (30 de 32), pero sufrió en las disputas: solo ganó 6 de 18 y dio la sensación de llegar siempre algo tarde. Porque aunque completó 4 interceptaciones de balón, cometió también 4 faltas en solo 45 minutos.
Fluidez sin desequilibrio
Fue un desastre la primera mitad del Dépor cada vez que no tuvo el balón. Pero al menos maquilló ese primer acto el equipo coruñés cuando atacó. A los pupilos de Borja Jiménez les costó progresar en el inicio del juego, pero cuando se asentaban en campo rival, sí encontraban la fluidez a través de la movilidad entre líneas de Soriano y Noel, unida a la dirección de Juergen: fue su primera mitad a domicilio más participativa en cuanto a pases, con 43 intentos.
El Deportivo intentó superar el 4-4-2 muy junto y sin fisuras planteado por el Badajoz a través de progresar por las bandas. Los tres centrocampistas empezaron posicionándose muy dentro sin demasiada intención de recibir el balón. Pero esa tendencia cambió y durante buena parte de la primera mitad fue Calavera el que se metió entre centrales o Juergen el que cayó al sector izquierdo para generar una primera superioridad.
El Dépor encontraba la salida por fuera. Pero si Aguirre o Trilli recibían demasiado abajo, era imposible progresar. Demasiados metros para superar al extremo y al lateral y muy pocos compañeros en quien apoyarse. Así, fue a través de de la movilidad de Noel y Soriano cómo el Deportivo dinamizó sus ataques. El canterano empezó como punta pero acabó el primer tiempo prácticamente como un mediapunta caído a la derecha. No encontró situaciones de remate, pero completó con éxito sus 3 intentos de regate y firmó un interesante 21 de 27 en pases. Menos participativo con el balón estuvo Soriano, sobre todo en una segunda mitad en la que se apagó. El madrileño tan solo recibió 18 pases, una de sus peores cifras en encuentros con más de 75 minutos disputados. Su valor estuvo, un día más, en la creación y ocupación de espacios, un intangible en las estadísticas.
Así, con la fluidez que encontró desde la asociación, el Dépor fue capaz de concretar en el primer tiempo 8 de sus 10 toques totales en el área de penalti. En este territorio penetró 17 veces en todo el encuentro, de las que 11 fueron en el primer acto. Son cifras superiores a las de la media de la temporada y demuestran que, en cierta medida, sí hubo capacidad para dañar. Pero al bloque de Riazor le faltó, un día más, el acierto. De sus 4 disparos antes del descanso, ninguno fue a puerta. Así, el Deportivo desperdició ocasiones por valor de 0,31 goles esperados (con 0,34 el Badajoz se fue ganando), incluido el palo de Miku.
No hubo desequilibrio en el remate ni tampoco desde los costados. Y es que aunque Trilli tuviese éxito en sus 2 regates intentados en todo el partido y Diego Aguirre intentase 11 con un acierto del 45%, el Dépor completó su primer partido sin un solo centro preciso. De los 14 que intentó en todo el partido, ninguno acabó en poder de un compañero. Aguirre destacó con 7 envíos. No todos ellos fueron malos, porque la defensa de área del Badajoz fue colosal. Pero la escasa intimidación en el remate del bloque blanquiazul, también.
La revolución fallida
Borja Jiménez y su cuerpo técnico entendieron que había que retocar mucho al descanso. Y apostó por un triple cambio: Granero, William De Camargo y Quiles por Jaime, Calavera y Miku. Buscaban los responsables de la dirección de campo, probablemente, ganar más poderío físico con Granero contra Santamaría. Y a la vez, sumar desborde con WDC y más frescura en la punta con Quiles. Más allá de cuestiones ofensivas, los movimientos le iban a permitir al Deportivo regresar a un 4-4-2 en defensa a través del que se suele sentir cómodo para impedir la progresión del rival.
Sin embargo, no le pudo salir peor la jugada al Dépor. Porque el cuadro coruñés recuperó una estructura más uniforme, pero siguió sin taponar las constantes vías de agua. Con las líneas muy separadas y unos delanteros que eran incapaces de impedir que los centrales iniciasen con comodidad el juego, el Badajoz empezó a fluir con balón.
Llegó así el segundo tanto. Pardo, demasiado solo, encontró la espalda del doble pivote visitante (no fue la única vez). Clemente atacó la zona de Granero y Aquino lo puso a correr. El extremo tenía ventaja y Lapeña fue a por él a costa de dejar libre a Santamaría. Trilli no llegó a la basculación. Y el punta remató a placer. Otra vez, un error que se concatenaba con otro más grande por exceso de ímpetu. El Deportivo no temporizaba y dejaba, constantemente, puertas abiertas.
El segundo tanto terminó de matar al Dépor y acrecentó la tendencia que se intuía tras los cambios: el conjunto coruñés seguía mal sin pelota, pero además había perdido su fluidez con el balón. Así, tras el 62% de posesión con el que cerró la primera mitad, el equipo de Riazor tan solo alcanzó el 46% en el primer cuarto de hora tras el intermedio. Porque la disposición sin balón, con muchas distancias, nulas ayudas y malas lecturas a la hora de interpretar la presión y tapar líneas de pases se mantuvo durante buena parte del segundo acto. De sufrir en defensa pero rondar el área rival a estar totalmente sometido.
Al margen del desastre colectivo, tan solo Granero mejoró lo visto en el primer tiempo en el ámbito individual. El central zurdo ganó 7 de 8 duelos. Mientras, William De Camargo perdonó la ocasión más clara del Dépor (0,29 de xG), aunque el partido ya estaba resuelto por aquel entonces. El brasileño participó demasiado poco, ya que completó 21 acciones, solo 10 con éxito. A ese escaso acierto contribuyó su escasos 2 regates de 5 intentos. En el Nuevo Vivero, WDC no fue, ni de lejos, el agitador que Jiménez buscaba. Tampoco Quiles, con 23 intervenciones (12 exitosas), destacó en un partido que se puso demasiado pronto muy cuesta arriba y borra, de un plumazo, una de las grandes certezas del Deportivo: su solidez y orden.