Dio el primero de los dos pasos hacia el ascenso en Riazor. Y lo hizo tras no ser brillante en el primer tiempo. Pero el Dépor marcó el 1-0 y a partir de ahí, mandó en el electrónico y en el encuentro. Con una presión más coordinada, Miku y Quiles como boyas para dar salida en largo y Soriano para terminar de dar fluidez en último tercio, el conjunto herculino acabó goleando a un rival que se descompuso tras el 2-0. Con el marcador de cara y varios ajustes, el Deportivo-Linares se convirtió en Django desencadenado. Como en la película, el esclavo se libró de sus cadenas y acabó convirtiendo todo en una ‘matanza’ propia de Tarantino. En este caso, a base de goles para certificar un resultado de escándalo.
A medio camino
El Deportivo se medía a un Linares cuyos datos ya dejaban entrever que era un equipo alegre con balón. No le pesó el escenario al conjunto andaluz, que salió desacomplejado y buscando mandar desde la posesión. Conocía el Dépor las virtudes del Linares y le quiso ir a buscar arriba, aunque sin desproteger a su espalda. Para ello, conformó un 4-3-3 que en fase defensiva se transformaba en un 5-4-1. El capitán Álex Bergantiños se encargaba de ejercer de ‘líbero’ e incrustarse en la línea defensiva para equilibrar y permitir a los defensores perseguir a su par hacia delante.
Es decir, con Álex atrás, tanto los centrales como los laterales podían ‘saltar’ con su marca. Pero el Deportivo se quedó a medio camino. Porque Alberto González fue inteligente y transformó su habitual 4-4-2 en un falso 4-3-3 en el que las posiciones de Kako Sanz y Carnicer, teóricos interior y extremo izquierdo, hacían dudar al Dépor.
Tanto Juergen como Villares acompañaban la presión alta de William, Quiles y Miku en un bloque alto con reparto zonal. Pero con Bergantiños atrás, las distancias entre líneas no eran escasas y el Linares encontraba los espacios para que sus hombres ofensivos recibiesen. El Deportivo solo acompañaba el movimiento de apoyo del rival cuando este era claramente el receptor. Y aunque ese salto hacía que el futbolista visitante no girase, este casi siempre encontraba a un compañero de cara para descargar gracias a la buena activación de unos y a la mala de los otros a la hora de fijarse en su espalda.
Así, a partir de hacer dudar el Deportivo y dejar su presión a medio camino entre agresiva y pasiva, el Linares dio la sensación de tener el primer tiempo relativamente controlado. Sobre todo gracias a la capacidad de Carracedo para cabalgar y así estirar a su equipo, que podía llegar al área rival y hacía correr al cuadro coruñés hacia atrás.
Pese a ello, el cuadro jienense únicamente chutó 4 veces, aunque en 3 de ellas obligó a trabajar a Mackay. Aunque el meta firmó grandes intervenciones, las situaciones de remate no fueron tan claras como para sumar una gran cantidad de probabilidad de gol, pues según Wyscout el Linares se quedó únicamente en un 0,27 goles esperados (se mide la posibilidad de marcar antes del remate, no tras el chut). Pero entre el veneno de sus disparos y que todos ellos llegaron entre el minuto 7 y el 15, la sensación de agobio rondó por Riazor.
Curiosamente, aunque el Deportivo no brilló en la presión en el primer tiempo, fue a partir de una recuperación relativamente alta como llegó el penalti que dio origen al 1-0. Cosas del fútbol: un acierto propio y un desacierto del rival es suficiente para desequilibrar.
Profundidad sin acierto
El Deportivo no estuvo cómodo sin balón en el primer tiempo. Pero a eso ayudó que tampoco fluyó con el esférico en los pies. Borja Jiménez planteó una salida de balón con dos variantes marcadas. Si el inicio de juego era a través de Mackay, tanto Lapeña como Jaime se abrían para atraer al rival y, a partir de ahí, jugar en largo. Sobre esta situación, clave en el segundo tiempo, hablaremos más adelante. La otra salida claramente trabajada pasaba por lateralizar tanto a Juergen como a Villares y conformar un inicio de juego con cuatro hombres y Álex Bergantiños por delante, aunque sin intención de recibir y distribuir hacia delante.
De este modo, el Deportivo pretendía progresar por los carriles exteriores. Principalmente, a partir de las recepciones de unos Quiles y William que jugaban, como últimamente, bastante metidos dentro. La intención era habilitar así el espacio para que fuesen los laterales quienes aportasen profundidad. ¿Lo lograron? Se puede decir que sí. Porque el conjunto ‘local’ encontró la fórmula para poner en el contexto propicio sobre todo a Héctor Hernández. Lo hizo a través de juntar pases en un lado y encontrar con el giro de juego el espacio libre en el lado opuesto, aprovechando que el Linares quería ser muy estrecho.
Así, el Deportivo fue capaz de concretar en el primer tiempo 13 centros. De ellos, 5 fueron recibidos por un compañero. El porcentaje de acierto no es bajo, aunque dio la sensación de que el bloque herculino desperdiciaba demasiadas situaciones muy francas con envíos poco precisos. En este sentido, Héctor Hernández sobresalió con 6 centros solamente en el primer tiempo (8 en todo el encuentro). De ellos, 2 fueron buenos. Sí tuvo acierto el vallisoletano en una internada en el primer minuto doblando por dentro a WDC que acabó con el remate franco de Miku tras un buen pase atrás.
Sin embargo, más allá de esta capacidad para encontrar las subidas de Héctor, el Deportivo apenas dibujó otras fórmulas para inquietar a Razak. No lo hizo porque con Juergen y Villares demasiado implicados en asegurar la salida del equipo, recaía demasiado peso en Álex, Alberto Quiles y William De Camargo. El capitán firmó unas cifras habituales en cuanto a precisión con balón, pero fue evidente que no estuvo cómodo con pelota. Acumuló varias pérdidas sin agobio por pura imprecisión. Todo quedó en nada tras su golazo.
Mientras, Quiles fue de menos a más y el brasileño estuvo demasiado alejado de la banda. WDC no termina de rendir recibiendo tan alejado de la cal y muchas veces de espaldas. Y aunque no estuvo mal en cuanto a regates (4 de 5) y número de intervenciones (37 acciones con un 59% de acierto cuando su media en 90 minutos es de 66 con un 49,1%), la irrupción de Soriano eclipsó su papel.
Construyendo sobre atacantes
Y es que Mario Soriano fue el desatascador del partido definitivo, a medias con el 1-0. Con el madrileño en el campo y el gol en el electrónico, el Deportivo dejó fuera sus cadenas ante el Linares. Se convirtió en amo y señor del partido, aunque en dos acciones puntuales pudo complicarse. Primero, Héctor Hernández salvó el 1-1 sobre la línea. Luego, Ian Mackay completó su gran encuentro con un paradón a Barbosa para evitar el 2-1. El meta firmó 6 paradas -iguala su mejor registro del curso- para evitar remates con valor de 0,84 goles esperados tras tiro. Solo ante el Calahorra, el Rayo Majadahonda y el Talavera (todos en la primera vuelta) acabó con un saldo más positivo entre goles encajados y ‘evitados’.
Pero, como decimos, más allá de esas dos acciones puntuales, el Deportivo fue mucho más que el Linares en el segundo acto. Para empezar, porque sumó en el extremo izquierdo un centrocampista como Soriano, que aporta constantemente soluciones a sus compañeros a través de la creación de líneas de pase. Pero también por varios ajustes de Borja Jiménez en salida de balón. A la hora de iniciar, el Dépor cambió su estructura, al hacer que solo fuese un centrocampista el que se lateralizase -a veces, ninguno-. De cuatro hombres, a tres en primera línea. Así, principalmente con Villares bajando, Juergen pudo situarse un escalón más alto. Mientras, los laterales perdían altura. Ya no estaban tan predispuestos para atacar el espacio, sino que podían intervenir en la salida y, a partir de ahí, ir subiendo.
Esos retoques permitieron al Deportivo tener más referencias intermedias y, a la vez, generar espacios para las recepciones directas de Quiles y Miku. Y es que más que construir a través de sus centrocampistas, la escuadra coruñesa construyó en la semifinal por el ascenso sobre sus delanteros. Porque Soriano fluyó moviéndose entre líneas para recibir raso en el sector izquierdo. Pero en el derecho, tanto Quiles como Miku fueron las boyas a las que el Dépor se agarró para respirar. De esta manera se saltó la presión alta del Linares, algo que ya había intentado durante el primer acto (sobre todo con Lapeña) sin tanto éxito. La diferencia fue que el conjunto jienense lanzó más hombres arriba y que el Deportivo, por su disposición, generó más situaciones de duelos uno contra uno entre Miku o Quiles y su par.
El ‘9’ estuvo muy bien. Pero quien firmó un encuentro soberbio lejos del área fue el punta venezolano. Miku disputó 12 duelos ofensivos y ganó 7 de ellos. Una barbaridad. Oxígeno para el equipo, que pudo salir a partir del balón directo. Y es que el Deportivo intentó 39 pases largos, una cifra próxima a su media. Pero el aspecto sobresaliente estuvo en su acierto: 31 de ellos, un 79,5%, fueron exitosos (su promedio es del 58%). Mérito tanto del lanzador como del receptor.
El cuadro de Riazor encontró mecanismos de ataque para dañar al Linares. Y el hecho de atacar mejor, le reforzó a nivel defensivo. El conjunto blanquiazul logró estar más junto para presionar en transición defensiva y no llegar ese medio segundo tarde, como en la primera mitad. Mientras, en fase defensiva, Álex Bergantiños dejó de estar tan incrustado a la última línea. Pasó a ser ‘central’ solo en situaciones puntuales y sumó un efectivo más al mediocampo para repartirse con Juergen y Villares las marcas. El colombiano y el vilalbés interpretaron bien cuándo ir a morder arriba y cuándo quedarse. Pasaron a marcar de una manera algo más próxima al hombre. Con Miku orientando bien, Quiles y Soriano atentos a los laterales y todo el equipo más activado a la hora de no permitir que sus marcas ganasen espaldas, el Linares no encontró el método para salir.
Así, el Deportivo se quitó las cadenas también a nivel defensivo y encontró la agresividad y la buena interpretación de las situaciones que le hizo firmar algunos de sus mejores partidos. Los ajustes funcionaron y el cuadro herculino transformó, sin piedad, su dominio en goles para firmar una nueva goleada de aúpa en Riazor y colocarse a un solo paso del ascenso.