Hay deportistas que sueñan desde niños con llegar a lo más alto en su disciplina, que se imaginan cómo será su trayectoria, etapa a etapa, hasta llegar al podio. Otros, sin embargo, tropiezan de casualidad y a edades tardías con deportes que conocen poco más que de ver por la televisión. El caso de Pablo Dapena, triatleta profesional, es para escuchar, contar y disfrutar. Y de paso, sirve también para derribar esos tópicos que apuntan que para triunfar en una modalidad, hay que mamarla desde la cuna. Nadador desde los 3 años, no probó el triatlón hasta los 22. “Estuve un año de Erasmus en Hungría y al final acabé un poco cansado de nadar, y decidí cambiar un poco”. Sin mayor motivación ni objetivos a corto plazo, Dapena se hizo triatleta.
“Mi idea era empezar con el triatlón por continuar haciendo deporte. Al incluir tres cosas se hace bastante variado y bastante ameno a la hora de entrenar, y entonces empecé ahí; con el circuito gallego de distancia sprint. Poco a poco veía que en cada competición iba subiendo un poco el nivel, pero en ningún momento me esperaba que pudiese llegar tanto a lo que pasó el año pasado como a lo de este año en Pontevedra”. Lo que pasó el año pasado no se le olvidará jamás: se proclamó campeón del mundo de triatlón de larga distancia en Fyn (Dinamarca). Lo que pasó en Pontevedra hace apenas dos semanas, menos aún. Dapena cruzó la meta del circuito en segunda posición -por detrás de Javi Gómez Noya-. En su ciudad natal, a escasos metros de donde se ejercita, con el calor de su gente, con la emoción de quien no cree lo que está viviendo. “Por momentos se te ponía la piel de gallina mientras estabas corriendo”.

La pasión por el Dépor y el penalti de Djukic
Sin embargo, al contrario que el triatlón, hay algo que le ha acompañado desde crío, algo que, de vez en cuando, le permite desconectar, dejar de lado su lucha contra el crono. En medio de la exigente rutina de un deportista de élite, Pablo Dapena aprovecha su tiempo de ocio para disfrutar de su otra pasión: el Deportivo. Reconoce que no es algo nuevo, que le viene en la sangre: “Mi padre siempre fue del Dépor, y al final me lo inculcó”. Y prosigue argumentando motivos, como si el fútbol entendiese de razones. Enumera varios, entre ellos su estadía en la ciudad herculina en su etapa universitaria: “Estuve 5 años estudiando INEF allí, vivía al lado del estadio, nadaba en la piscina de Riazor, iba a ver los partidos… Y tenía amigos que eran del Dépor así que, al final, todo se pega”.
Parece evidente que en casos así todo suma, aunque, en el suyo en particular, cabe echar la vista más atrás, cabe mirar hacia la infancia para reafirmar que lo de Pablo Dapena no fue cuestión de imitar a la mayoría, no fue una cuestión de seguir la corriente. “El primer recuerdo casi que tengo del Dépor, no te voy a mentir, fue con 6 años, lo de Djukic”. Justo en la semana del 25º aniversario de aquel fatídico penalti, el pontevedrés, entre risas, pronuncia lo evidente: “No fue el mejor partido para engancharse”. Aunque a él, en aquel momento le diese un poco igual, porque en medio de ese amor infantil, luego también hubo días para celebrar: “El Dépor – Milan, ese 4-0 en Riazor fue estratosférico”.
Entre tantas vivencias, conserva y rememora recuerdos materiales, nombres propios. “La primera camiseta que tuve fue con el 9 de Julio Salinas”. Aunque, eso sí, para hablar de ídolos apunta hacia otra dirección, hacia otra época: “Tuve la suerte de ver jugar a Valerón, verlo en el campo era increíble, pero con el que más disfruté fue con Djalminha y el espectáculo que daba”. Con aquellos maravillosos años en la retina, Pablo ejemplifica con naturalidad que el cariño sigue intacto: “Mucho fútbol no veo, veo los partidos del Dépor. Por repeticiones a lo mejor ves algún partido porque Messi metió algún golazo o cosas así, pero realmente lo único que veo, si tengo la oportunidad, es del Dépor”.
Por la ajetreada rutina que llevan, los triatletas tienen “un margen de tiempo muy justo” para dedicarle a otras cosas. Eso sí, el suficiente para poder hacer una valoración constructiva sobre las decisiones tomadas. “Desde verano no estaba muy convencido con la idea de Carmelo de cambiar toda la estructura de la plantilla, de fichar jugadores de Segunda. Porque al final piensas ‘sí, jugadores de Segunda, estamos en otra categoría, pero en el hipotético caso de que el Deportivo ascienda, ¿qué pasa? ¿Hay que fichar jugadores de Primera?’». Sin embargo, con la liga regular llegando a su fin, se muestra optimista de cara al futuro: “Con lo mal que lo ha estado haciendo hasta ahora, estamos hablando de que está a 1 punto del play-off, hay margen de maniobra. Ojalá suba a Primera”.
Casi de casualidad, casi sin querer, Pablo Dapena ha ido encontrando sus pasiones. En forma de penalti, en una zamarra de Julio Salinas, en la lambretta de Djalminha, o simplemente en una transición, cambiando el agua por la bicicleta. Al fin y al cabo, el cómo era lo de menos. El sentimiento iba por dentro.