Un equipo que disfruta con espacios para poder correr, pero que es capaz de competir cada vez mejor en cualquier tipo de partido. También en ese barro que parecía olvidado tras el ascenso. El Eibar 0-1 Deportivo volvió a demostrar que el cuadro deportivista, de la mano de Óscar Gilsanz, sigue evolucionando. Sin perder su esencia, va dando muestras de ser un equipo más sólido. Menos brillante e incluso menos entretenido que antaño, pero más estable. Camaleónico.
Porque si bien la tendencia del Dépor a domicilio siempre ha sido positiva a lo largo de este curso, el conjunto herculino ha pasado de sobresalir en partidos de ida y vuelta (Albacete, Cartagena, Cádiz…) a amarrar puntos en en encuentros de tanteadores mucho más bajos. Dejó su puerta a cero en Burgos y le valió para ganar por la mínima. Y volvió a repetir en Ipurua, en un encuentro de cierto parecido y que, unido a la muestra de Málaga, confirmó que en este principio de año 2025, con mucho peso de encuentros a domicilio, el Deportivo ha dado un paso adelante en cuanto a su evolución como colectivo con más registros.
Un Dépor de dos organizadores
22 combinaciones. Fueron los pases que conectaron entre ambos José Ángel Jurado y Mario Soriano, la conexión más frecuente en el Eibar 0-1 Deportivo. Si el Dépor se ha vuelto un equipo capaz de jugar a más velocidades que la que impone su sexta marcha es gracias a la presencia de Soriano en la mediapunta, con libertad absoluta para moverse, facilitar líneas de pase y continuidad al juego y de Jurado en la base de la jugada.
A falta de uno, dos organizadores. Ante un Eibar muy presionante, el Deportivo encontró fluidez en su juego en la primera mitad gracias a la interpretación del juego asociativo de todo el colectivo, comandado por el andaluz y el madrileño. El equipo armero partía de un 4-1-3-2 al que el Dépor le logró encontrar las superioridades para progresar.
En ocasiones, con Jurado a la altura de Villares para ser el primer receptor e inhabilitar la presión de Matheus Pereira por detrás de los dos puntas. Si el equipo lograba conectar por ahí, a Mario Soriano se le unían por dentro Gauto o Yeremay para ejercer una segunda superioridad sobre Peru, pivote único en defensa. Ventaja más ventaja: progresión fácil.
Mientras, si José Ángel retrocedía a la línea de centrales para iniciar de cara, era Mario Soriano quien descendía a la vez para conectar como primer receptor del pase progresivo. Siempre engañando a su marca, encontrándole el punto ciego para conectar y darle fluidez al juego.
El Eibar sufría y trató de ajustar, con los extremos Alkain y Puertas partiendo de una posición más interior para cerrar esa línea de tres por delante del mediocentro y negarle al Dépor pases interiores. Entonces, el conjunto de Gilsanz miró fuera, hacia unos Ximo y Obrador que cogían la altura suficiente como para estar lejos de los extremos y, a la vez, demasiado alejados del ‘salto’ de los laterales rivales.
Así, bien fuese a través del carril central o encontrando primero al de fuera, el Deportivo conectaba con el hombre libre para empezar a fluir. Inhabilitaba la presión del Eibar y le hacía retroceder. A través del pase, se asentaba en campo contrario. Y una vez ahí, se juntaba. Por dentro, pero sobre todo por los carriles exteriores a través de una óptima ocupación de espacios a la que, quizá, le faltó algún movimiento complementario de ruptura para generar alguna situación de más inestabilidad al Eibar.
No aceleró demasiado el Dépor a través de esos pocos movimientos agresivos, pero tan solo le bastó un cambio de ritmo de Ximo Navarro para aprovechar unas buenas distancias de relación que le permitían cargar el área y también presionar. Porque sí, ambas circunstancias fueron claves en el primer gol, precedido de un centro del lateral que el Deportivo recuperó tras el despeje y que culminó en una serie de remates que, de no poblar la zona de castigo en abundancia, jamás se hubieran sucedido.
Un Dépor estable… pero atrevido en la presión
Las dificultades para generar a través del juego directo provocaron que el Deportivo no se volviese loco a la hora de buscar en largo a Barbero y tuviese esa mesura necesaria para ir construyendo desde las superioridades numéricas. Sin Mella en el once y con un Yeremay muy alejado de la banda izquierda, el Dépor perdió amplitud e incluso sorpresa, pero ganó seguridad en sus ataques y una predisposición mucho más alta a poder presionar tras pérdida de manera óptima.
Porque para ser agresivo y tener éxito en los primeros segundos de posesión una vez el rival recupera, es imprescindible no solo un buen nivel de activación, sino contar con una elevada densidad de futbolistas que puedan acosar al poseedor y a los receptores más cercanos.
Ese press tras pérdida fue una de las claves que provocó que el Eibar no solo viviese incómodo durante el primer acto, sino que apenas pudiese transitar. El conjunto dirigido por Etxeberría, al igual que el Levante, son dos equipos que tienden a verticalizar mucho sus ataques. Que disfrutan atacando al contragolpe.
Pero ante el Dépor, ni uno ni otro lograron apenas correr. Clave en este sentido fue el trabajo de Villares y José Ángel, siempre sin miedo para ‘saltar’ y acosar al contrario más cercano en disposición de recibir el balón a costa de descuidar su espalda. Ser agresivo presionando hacia delante antes que temporizar corriendo hacia atrás.
A mayores de esta presión tras pérdida agresiva, el Deportivo también planteó a nivel defensivo un bloque relativamente alto a partir de un 4-4-2 en el que la pauta era impedir que el Eibar iniciase con comodidad a través de sus mediocentros. El bloque vasco venía lateralizando a Peru Nolaskoain al sector izquierdo para generar una salida de balón más amplia y limpia, pero el regreso de Matheus al once provocó que fuese el brasileño quien ejerciese ese rol.
Sin embargo, a pesar del buen encuentro del ’10’, el Dépor apenas le concedió situaciones para empezar a construir los ataques desde ahí. Y no lo hizo por la labor de Gauto, encargado de ‘saltar’ para convertir el Soriano-Barbero en una línea de tres desde la que controlar a los tres futbolistas con los que el Eibar iniciaba y a un cuarto, Peru.
Así, en el caso de que Jurado y Villares tuviesen que sujetarse para referenciar a los futbolistas ofensivos del rival que pisaban el carril central, el cuadro de Gilsanz concedía espacio a Arambarri para que fuese el central derecho, el menos hábil en comparación con Arbilla y Matheus, el que saliese con el balón jugado.
La apuesta salía, ya que aunque el lateral zurdo Cristian Gutiérrez quedaba muy liberado ante la posición de Gauto, el Eibar no tenía nada fácil conectar con él. Y si lo acababa haciendo, los retornos del argentino permitían a Ximo no tener que afrontar una situación de inferioridad numérica. De este modo, tan solo en un par de buenos desmarques a espaldas del propio Gauto y de Obrador -facilitado este último por un mal ajuste de línea de Pablo Vázquez- el bloque local fue capaz de generar verdadero peligro en la primera mitad.
Sin salida, pero con el área protegida
Tras el descanso, el equipo eibarrés ajustó su presión y pasó a emparejar prácticamente hombre a hombre, como hiciera el Tenerife unos días atrás. Con el Eibar 0-1 Deportivo en el marcador, el bloque de Gilsanz priorizó minimizar riesgos en salida de balón y apostó por jugar en largo. Tenía sentido, pues su rival en muchas ocasiones concedía una jugosa igualdad numérica en última línea. Sin embargo, al equipo le costó un mundo ganar esos duelos, pues Barbero tampoco termina de encontrar la forma para incomodar a la mayoría de defensas contrarias en esa faceta.
Sin la posibilidad de quedarse esos balones, más allá de la acción que dio lugar al mano a mano errado por Mella, todo pasaba por el contragolpe o por alguna acción combinativa saliendo de presión. Hubo pocas situaciones de ambas, pero casi todas fueron desperdiciadas entre las malas ejecuciones -sobre todo de Mella- y la poca paciencia para disponer más de la pelota. El Dépor detectó espacios y quiso acelerar para aprovecharlos, pero su falta de acierto terminó por dibujar un guion de encuentro en el que se jugó casi en una única dirección.
Tocaba, por lo tanto, apretarse los machos. Y el equipo deportivista lo hizo. Primero, manteniendo su intención de presionar arriba. Luego, cuando las fuerzas flaqueaban y el bloque era más largo al no poder juntarse en torno a la pelota, juntándose más atrás y concentrándose para defender el área. Algo que hizo muy bien. De los 12 córners sacados por el Eibar, tan solo uno acabó en remate. De los 23 centros emitidos en juego fluido, únicamente 7 encontraron a un local.
El Deportivo se metió atrás, pero lo hizo para sostenerse en el partido y apenas sufrir. Y cuando parecía que lo podía volver a hacer, con un Eibar que ya jugaba con dos delanteros natos, dos futbolistas de banda que amenazaban por dentro, dos laterales altos y un doble pivote extremadamente ofensivo, Gilsanz no se puso colorado a la hora de introducir a un tercer central.
Obrador, muy mermado, venía sufriendo tanto a la hora de cerrar cuando la pelota se ubicaba en el lado opuesto como cada vez que el Eibar giraba el juego y encontraba a su par. Pero ante la densidad ofensiva armera, el técnico apostó por volver a ganar superioridad numérica en última línea y permitir que los centrales pudiesen ‘saltar’ en el caso de que el conjunto local encontrase la espalda de un doble pivote que ya tampoco daba abasto.
Así, con un esfuerzo colectivo soberbio, el Dépor amarró tres puntos vitales que le permiten salir todavía más a flote en la clasificación y se demostró a sí mismo que su crecimiento en la categoría pasa, también, por saber jugar partidos en un barro que parecía olvidado en Primera Federación. Pero es que en la Liga Hypermotion no todos los días hay focos.