Dudas a la hora de qué hacer con la pelota para dañar al rival. Dudas a la hora de ir a presionar. Y dudas, al fin y al cabo, sobre si el Dépor solvente y, por momentos, arrollador es replicable tras estos dos empates consecutivos en los que los rivales han encontrado las fórmulas para cortarle todos los caminos. El Deportivo 1-1 Sabadell fue un encuentro de dudas. Uno de esos partidos más pobres que ricos en los que al equipo herculino le sacan a la luz esos déficits lógicos que ni en los mejores momentos desaparecieron del todo.
Porque sí, el cuadro deportivista acumuló volumen de llegadas incluso para poder ganar. 18 disparos, con 2,25 goles esperados son un bagaje suficiente como para vencer. Pero eso no debe ocultar que estuvo incómodo o muy incómodo durante casi todo el encuentro y salvó un punto in extremis, gracias al empuje final. Un empate que le sirve para mantenerse líder y que, por lo tanto, no debe encender todas las alarmas… aunque sí el piloto de ‘alerta’.
¿Qué hago con el balón?
Incluso en esa brillante racha de casi dos meses de victorias consecutivas, el Dépor firmó algunos encuentros en los que el ataque posicional le costaba. El cuadro de Imanol Idiakez está más preparado para acelerar que para tener paciencia. Va en la naturaleza de este once ‘tipo’. Pero en muchas ocasiones, hay que tener la calma suficiente como para construir sin prisa y, a la vez, sin pausa.
Esa cualidad apenas la ha tenido el Deportivo a lo largo del curso y lo demostró una vez más ante un Sabadell que le superó en cuanto al control de la situación -y por lo tanto, del juego- durante muchos momentos. Óscar Cano le ganó la partida a Imanol Idiakez desde el inicio. El técnico nazarí planteó un encuentro basado en esperar y contragolpear. En atraer al rival para partirlo. Y le salió de cine.
Porque aunque el Nàstic también le puso en problemas yéndole a buscar arriba, el mejor Dépor del curso ha sido aquel capaz de salir de la presión alta del rival para poder atacar con espacios. Ante un Deportivo que mantuvo su plan habitual, con una alineación calcada a la del Nou Stadi en nombres y prácticamente en comportamientos, el Sabadell fue capaz de generarle dudas jugando, precisamente, a no concederle espacios.
¿Cómo lo hizo? Con una estructura de 4-4-2, diferente a la habitual, que se dedicó a ‘flotar’. Es decir, en vez de ir a buscar al Dépor, prefirió esperarlo estructurado. La propuesta tenía sentido. Porque con ese plan, el Sabadell no solo cortaba las vías de pase por dentro y por fuera al trío de mediapuntas locales, sino que también potenciaba el sistema de ayudas en caso de que alguno de ellos recibiese.
De este modo, con una idea tan básica, el Deportivo se quedaba sin apenas recursos ofensivos para producir en ataque posicional. Porque el pase hacia delante a Lucas para encontrarlo entre líneas, los balones a Yeremay para que reciba abierto o a espaldas del centro del campo rival y los envíos a Mella para encontrarlo abierto son los principales mecanismos de progresión del Dépor en esta fase del juego.
Encontrarlos casi de primeras era prácticamente imposible por la predisposición del Sabadell. Pero el equipo herculino apenas hacía nada para ello. Con Ximo, Vázquez y Martínez iniciando a la misma altura, en ocasiones también José Ángel acudía a recibir el esférico para jugar de cara. Cuatro jugadores, más Villares cerca por dentro y a veces Balenziaga por fuera para empezar a construir los ataques. Demasiada gente desaprovechada. Porque la presencia de tantos futbolistas no provocaba que el Sabadell ‘saltase’ a robar. Y además, esa superioridad numérica era absolutamente superflua, ante la ausencia de acciones que provocasen cosas.
Es decir, en vez de atacar la siguiente línea rival con conducciones o situando a más gente por delante de balón que hiciese dudar al equipo de Cano, el Dépor se dedicaba a pasarse la pelota lado-lado. Trataba de encontrar la ventaja desde una circulación lenta y horizontal, potenciada por la falta de efectivos cada vez que un futbolista locatario miraba hacia la portería contraria y la ausencia de movilidad. Los escasos desmarques al apoyo eran para recibir de espaldas. Sin ventaja. Por delante de línea y con un rival pegado al cogote. Y los que no eran así, estaban bien controlados por el conjunto rival, que defendía fácilmente esos intentos de pases filtrados prácticamente ‘televisados’.
Quedaba entonces la solución de atacar el espacio. Pero lo cierto es que la altura del bloque del Sabadell provocaba que no hubiese demasiados metros a la espalda de su última línea. Una última línea que, además, estaba preparada para correr hacia atrás si era preciso y que apenas se sintió amenazada, más allá de alguna diagonal inicial hacia Barbero que parecía una pauta de partida. Porque con la tendencia a construir en el carril izquierdo y el escaso ritmo, el Dépor era incapaz de encontrar a su verdadera bala al espacio: Mella.
De este modo, el equipo buscaba que las individualidades construyesen las ventajas, en vez de ser el colectivo quien crease esas ventajas para que las individualidades las aprovechen. Pero cuando tus futbolistas más desequilibrantes no están a un nivel ‘súper’, es necesario ayudarles de alguna manera.
Una presión tan alta como desordenada
Si con balón no estuvo bien, sin pelota el Dépor también ofreció una versión muy lejana a la del equipo brillante que ha llegado a ser. Por supuesto, el tener ‘mal’ el balón tiene que ver con defender peor. Pero más allá de las dificultades para agobiar al rival en presión tras pérdida, el gran problema del cuadro coruñés fue lo mal que ajustó a la hora de ir arriba a presionar.
En la primera mitad, el equipo herculino buscó al Sabadell prácticamente emparejando duelos uno contra uno. Era justo lo que quería el equipo de Cano, que con una pulida salida de balón fue capaz de ir encontrando al hombre libre. ¿Cómo lo hizo? Gracias a la participación activa de Ortolà como un hombre más al que el Dépor ‘saltó’, unida a las dudas de la defensa local a la hora de perseguir los apoyos de los atacantes del Sabadell.
La ecuación era simple: Ortolà y los tres defensas con los que iniciaba el juego el Sabadell generaban la primera superioridad sobre Yeremay, Barbero y Lucas, que se repartían la primera presión. Con ese 4 contra 3 el Sabadell siempre lograba encontrar al hombre libre y para ello no dudaba en jugar con los medios Domenech -fabuloso su encuentro con balón- o Salvador, que acudían muy cerca para ejercer de apoyo en acciones de tercer hombre y, de paso, llevarse consigo a Villares y Jurado. El Dépor iba arriba persiguiendo, pero si no llegaba a robar -casi nunca sucedía-, el cuadro visitante iba superando esa presión tan agresiva a priori como desordenada.
Así, con tres de los cuatro atacantes superados, Mella pendiente de Herrero en el carril exterior y Jurado y Villares muy lejos de su defensa al presionar hacia delante, se generaba un espacio enorme que el cuadro catalán aprovechaba. Bien jugando directo y ganando segundas jugadas, bien con pases a apoyos de Abde o Marru que no eran perseguidos por los centrales del Dépor por el miedo a dejar más desguarnecida la última línea antes de Parreño, el Sabadell lograba salir. Y aunque no terminase de generar peligro, estiraba al Deportivo y le dejaba sin una de sus grandes armas ofensivas: el robo y contragolpe.
El Dépor, que basa gran parte de esa defensa en su nivel en los duelos, llegaba tarde o, directamente, los perdía. El sistema presionante fue pobre en el primer tiempo, pero con el cambio de estructura en el segundo acto todavía empeoró más. Porque en vez de emparejarse uno para uno, la apuesta por el 3-4-3 ofensivo con el cambio de Balenziaga por Jaime no se repitió en defensa. Idiakez ordenó a los suyos en 4-4-2, una estructura que le dificultó presionar. A esta dificultad por el dibujo sumó sus dudas. Unos presionaban, otros no, otros no detectaban a quién marcar…
Fue un desastre que provocó situaciones como 2 contra 3 en banda de los que el Sabadell salió fácil a pesar de la inferioridad numérica por las distancias deportivistas y la tendencia a descuidar la espalda que tienen los blanquiazules para acosar al poseedor. Situaciones que acabaron derivando en Domenech y Moyano recibiendo solos a espaldas del doble pivote, sin presión y con una explanada para progresar mientras los atacantes foráneos fijaban a la defensa. Ataques posicionales que parecían contragolpes por el desorden blanquiazul que solo se fue corrigiendo por la falta de colmillo visitante para ‘matar’ el partido y el empuje local, que logró inclinar el choque hacia la meta de Ortolà por pura inercia.
Cambios… solo al final
Idiakez y los jugadores reconocieron al término del partido que en la primera mitad el Dépor se había sentido muy incómodo. Pero la sensación fue que tras el intermedio la cosa no mejoró. El técnico apostó por iniciar directamente con tres centrales para soltar por fuera a Ximo en la derecha y a Mella en la izquierda.
La apuesta por generar superioridad numérica tenía sentido. Porque era evidente que existía para empezar a progresar. Pero volvieron a faltar ideas, atrevimiento y gente por delante de balón. Dudas. Porque a pesar de que entre Jaime, Vázquez y Martínez se bastaban para sacar el balón, era muy habitual ver a Jurado acudir a recoger la pelota sin necesidad. Esa tendencia, unida la posición de Villares en muchas ocasiones sin amenazar a la espalda de nadie, dejaba al Dépor sin más referencia que los carrileros fuera -controlados- o algún movimiento de Lucas o Peke, que ejercían como mediapuntas.
El Sabadell se reajustó en 5-4-1, con Astals más hundido pendiente de Mella, Calavera y Resta predispuestos a acompañar a Lucas y Yeremay y los cuatro del centro del campo tapando pases por dentro y ayudando fuera si hacía falta. Solo a ráfagas el Dépor encontraba situaciones medio claras, cuando se asociaba por fuera y acababa apareciendo el talento individual para desequilibrar desde el regate. Así, sobre todo a lomos de los chispazos de Yeremay, llegó el penalti, una de las pocas situaciones claras en el segundo acto.
Nada cambió con la apuesta por los tres centrales y tampoco demasiado con Davo como carrilero o con un nuevo intercambio de Mella y Yeremay. Con el santiagués y Davo casi pisándose, la ocasión fue perfecta para dar entrada a Alcaina y empezar a poblar mejor un área vacía cuando el Deportivo lograba lograba progresar por banda y tener opción de centro.
Así, entre la apuesta por los dos puntas que terminó de liberar a -un mal- Lucas y la entrada de Hugo Rama por Villares, el equipo coruñés empezó a encontrar más futbolistas capaces de hacer jugar al equipo. Las posibilidades de pase aumentaron, la movilidad también. Y, por ende, creció el dinamismo del equipo, apoyado en el corazón para remontar y en el desgaste del rival. Rama, con sus buenas y malas decisiones, empezó a mover al equipo, a generar cambios de orientación y meter el balón al área. Y en uno de esos envíos, un desafortunado Barbero demostró por qué Idiakez lo mantuvo en el campo: por su capacidad para rematar hasta lavadoras.
Fue el Deportivo 1-1 Sabadell. Un mal menor en un encuentro pobre, en el que el Dépor se pareció al de la primera vuelta en casa y volvió a mostrar dudas, como en Tarragona. Sin capacidad para generar colectivamente, con las luces apagadas a nivel individual y con dudas y dificultades para acosar al rival en la presión. Un mal partido puntual… ante el que es preciso buscar nuevas soluciones, como reconoció el propio Idiakez.