Tomarle el pulso a la Liga Hypermotion es competir a buen nivel. Jugar de tú a tú a los rivales. Generar lo suficiente como para rascar puntos, sea contra un candidato al ascenso o en el campo de uno de los rivales más sólidos de la categoría. Todo eso lo está logrando el Dépor, sí. Pero le está faltando el factor fundamental: las áreas. Porque el Huesca 2-1 Deportivo volvió a ser un reflejo de la necesidad imperiosa de imponerse no solo en el juego -algo que por muchos momentos logró el equipo blanquiazul-, sino de demostrar veneno para proteger la portería propia y atacar la rival.
Porque solo desde ese acierto defendiendo el primer tercio propio y atinando en el último tercio cercano a la portería contraria se construyen resultados y, por ende, confianza y juego. Por el momento, el Dépor sí ha mostrado argumentos. Pero solo la cristalización de ellos en realidades en forma de goles a favor y porterías a cero le permitirá seguir sacando a relucir esas buenas intenciones en la categoría de plata.
Redundante
En El Alcoraz, Imanol Idiakez apostó por repetir el once del estreno liguero frente al Oviedo. A pesar de la derrota, el técnico vasco se quedó satisfecho con muchas de las cosas ofrecidas en el debut y pretendió darle continuidad a la idea de juntar en las posiciones más ofensivas a un extremo puro a pie cambiado, a otro con tendencia de caer cada vez más a zonas interiores, a un mediapunta y a un segundo delantero. Así, Mella, Yeremay, Soriano y Lucas volvían a coincidir en el once, en busca de encontrar esas sinergias y ese equilibrio que permita que cohabiten los cuatro futbolistas de la plantilla con más talento ofensivo en términos de desequilibrio por capacidades individuales.
Sin embargo, el plan no salió igual de bien que el primer día. Porque el Huesca tomó nota del choque inicial en Riazor y, aprovechando la baja de Loureiro, nutrió su centro del campo a costa de despoblar su densa defensa. Antonio Hidalgo dejó atrás su 5-4-1 en fase defensiva para apostar por un 4-1-4-1 con el que podía emparejar a tres centrocampistas propios con Villares, Jurado y Mario Soriano.
De este modo, la vigilancia extrema a los tres futbolistas de gestación del Dépor -prácticamente en forma de marcaje al hombre-, unida a su buena distancia entre líneas y las persecuciones de los defensas a Mella, Yeremay y Lucas provocaron que al Dépor le costase un mundo progresar en sus ataques posicionales.
Ni cuando Villares se incrustaba como tercer central en el carril derecho, ni cuando Mario Soriano retrocedía para recibir el primer pase. Tampoco en los movimientos al apoyo de los sujetadísimos Lucas y Yere, ni en los balones a la espalda de una defensa preparada para correr y en superioridad numérica. El Dépor sufría para hilar conexiones que le permitiesen progresar en el juego y tan solo cuando encontraba al lateral del lado opuesto ante la basculación del Huesca, podía estirarse. Ese fue principalmente un Petxa que volvió a dejar destellos de lo buen jugador que es con balón, pero no terminó de estar atinado con el esférico y, sobre todo, estuvo mal a nivel defensivo.
Esta situación provocó que el Deportivo sufriese en los primeros minutos, hasta que en torno al ecuador del primer tiempo empezó a tomarle el pulso al partido. Varias robos permitieron al equipo lanzarse en transición y generar peligro. Las posesiones empezaron a ser más largas a medida que la intensidad del Huesca decrecía y Soriano tenía más tiempo y espacio para dirigir. Sin terminar de encontrar la espalda de la medular rival, pero al menos recibía más cómodo. Y eso provocaba que el cuadro deportivista pudiese viajar más junto y negarle salida tras recuperación a un rival que, pese a todo, no sufría. Porque al equipo de Idiakez le faltaba veneno.
El cuadro herculino cayó en la redundancia. Mucha asociación en corto por dentro. Muchos desmarques dentro-fuera de Mella o, sobre todo, de Lucas para encontrar línea de fondo. Pero muy poca amenaza en el área. El Deportivo encontraba el camino, pero no lograba saber cómo descifrar el enigma final. Porque Villares estaba, en ocasiones, demasiado lejos para rellenar el área y ser erigirse como una opción de remate. Los 6 disparos blanquiazules sumaron una expectativa de gol de 0,18 xG (según Opta). Llegar, pero finalizar de manera forzada, sin situaciones realmente claras.
La incoherente coherencia
Al descanso, el Deportivo perdía por culpa de un tanto generado en uno de sus discontinuos pero peligrosos arreones del Huesca. El conjunto deportivista fue capaz de controlar de manera notoria el juego directo de su rival durante buena parte de la primera mitad, pero al bloque altoaragonés tan solo le hacía falta ganar un duelo para inventarse una situación de peligro.
En uno de sus ataques más elaborados, los pupilos de Hidalgo encontraron un dos para dos en la banda izquierda del Dépor. Yeremay no tapó pase hacia Abad y el lateral, al que ‘saltó’ Ximo, encontró en la profundidad del carril intermedio a Soko. El extremo derecho local puso el balón y aunque la zaga del Dépor despejó, Vilarrasa llegó en segunda oleada sin el marcaje de un Mella que solía quedarse descolgado y ‘bailó’ a Petxa, que cometió penalti.
Con el 1-0 en contra, Idiakez agitó el árbol. El equipo necesitaba alguien capaz de sujetarse en la última línea para fijar a los centrales y generar espacios por dentro. También de amenazar en el área. Y ese hombre solo podía ser Barbero. Para dar entrada al ariete, Imanol reubicó a dos futbolistas en una posición que no era extraña para ellos. Pero tampoco natural.
Soriano pasaba a ejercer como mediocentro para, jugando de cara, aportar más clarividencia en los primeros pases. Esa posición se la cedía Villares, que en vez de irse al banco se colocó como lateral derecho para dotar de más seguridad el carril exterior y, a la vez, sumar una llegada menos pulcra pero más poderosa que la de Petxarroman.
El plan sonaba a medida desesperada. Porque desubicar a varias piezas suele ser sinónimo de quedarse sin argumentos. Quizá algo de eso hubo, pues la plantilla del Deportivo no ofrece a día de hoy variantes suficientes para mover el árbol, más allá de apelar a la polivalencia de algunos de sus mejores futbolistas.
Sin embargo, el movimiento resultó ganador. Porque Imanol consiguió exactamente lo que se proponía. El Deportivo fue un equipo mucho más fluido. La presencia de Barbero fijando a los centrales y Lucas ejerciendo de segundo punta provocó que Hidalgo rectificase. Tras ver cómo el almeriense atacó la espalda de Blasco en la primera acción del segundo tiempo y se plantó solo ante Jiménez, el técnico local colocó a Sielva de tercer central para no verse amenazado en un dos para dos por dentro.
Ese movimiento provocado por la doble punta deportivista generó más espacio por dentro. Donde estaba Sielva, ya no había nadie. Faltaba un Mario Soriano que había bajado definitivamente a la base. Pero ahí, para dañar una y otra vez apareció Yeremay Hernández. Con el ’21’ distribuyendo desde atrás, el ’10’ ejerció el papel del Joker y desató el caos en el choque. El Deportivo empezó a encontrar fluidez y ritmo por dentro para girar al Huesca y acabar amenazándole por fuera. La ocupación de espacios era tan racional que, además, el equipo lograba recuperar tras pérdida e impedía salir una y otra vez a su rival. Y así, llegó el gol(azo) de Ximo.
En el equilibrio, reina Valentín
El Dépor no solo había empatado, sino que había modificado totalmente la inercia del encuentro. Ante esa circunstancia, Antonio Hidalgo buscó la reacción de su equipo dando entrada a Gerard Valentín y Kortajarena. El primero, como extremo extremo. El segundo como un interior muy llegador enfocado también a ese carril diestro. Ambos futbolistas ayudaron a nivelar algo más un duelo con claro olor a remontada.
Valentín fue un sistema ofensivo en sí mismo. Con sus cabalgadas, el ex del Dépor logró estirar a los suyos por su cuenta. Tanto atrajo la atención que la presencia de Kortajarena muy cerca fue el mejor complemento posible. El centrocampista formado en la Real Sociedad fue capaz de atacar ese intervalo entre central-lateral y puso en aprietos en varias situaciones al Deportivo, ya que ni Jurado, ni Pablo Martínez, ni Ximo terminaban de referenciarle.
A pesar de la presencia de los dos nuevos elementos, la escuadra coruñesa siguió mirando hacia la meta de Dani Jiménez. Con Soriano encontrando a Yeremay y Lucas cayendo en muchas ocasiones fuera, la presencia de una referencia en el área convertía ese discurso, por fin, en coherente. El nivel de asociación de sus futbolistas interiores daba al equipo la posibilidad de atacar una y otra vez con peligro.
Por momentos, el Deportivo seguía embotellando al Huesca, hasta que Hidalgo encontró el reajuste definitivo con la entrada del central Pulido por el lateral Abad. Blasco, a la postre goleador, pasó a ejercer de Miguel Loureiro en ese rol central-lateral, Sielva regresó al centro del campo y Valentín se quedó como carrilero, con la posibilidad de aparecer de una manera todavía más sorprendente llegando desde atrás.
El ajuste terminó de asentar al Huesca, mientras el Deportivo perdía kilos talento a costa de ganar necesarias piernas frescas y desperdiciaba manos a manos como el de Barbero o buenas jugadas colectivas. No terminó de culminar la remontada el equipo de Idiakez y lo que llegó fue el Huesca 2-1 Deportivo en una acción de ventaja numérica visitante que Gerard Valentín convirtió en ocasión a su favor y posterior córner. La mala defensa de Chacón, que llegó a la ayuda mal orientado, permitió al catalán alcanzar la suficiente potencia de arrancada hacia dentro para, ya en carrera, superar a un Ximo ya agotado.
El córner, mal defendido tanto en las marcas como en las responsabilidades zonales fue la tumba de un Deportivo que aprendió que, por mucho que haga todo bien, el fútbol se decide en las áreas. Y con hacer lo del año pasado, en Segunda, no vale.