Ayer se conoció que Sidnei Rechel deja de ser jugador del Deportivo, poniendo fin a cuatro años en la disciplina herculina, en la que recaló en verano de 2014. A lo largo de su etapa en el Dépor podemos identificar dos períodos bien diferenciados: los dos primeros años, en los que su rendimiento fue muy satisfactorio, y los dos últimos, en los que experimentó una notable reducción de sus prestaciones en el terreno de juego.
Sidnei aterrizó en A Coruña con 24 años y con un bagaje no demasiado alentador: varias temporadas en el Benfica con una evidente tendencia negativa y un puñado de partidos en Primera División con el Espanyol. No obstante, el Deportivo acababa de regresar a la máxima categoría del fútbol nacional y optó por pedirle al Benfica la cesión del brasileño, que acabó convirtiéndose en una de las revelaciones de la temporada. Su exuberancia física y su capacidad para romper líneas en conducción lo convirtieron en uno de los mejores jugadores del conjunto coruñés, y fue indudablemente uno de los principales artífices de la agónica permanencia de aquella temporada. En la 2015-16, de nuevo cedido por el conjunto lisboeta, también rayó a un nivel notable, erigiéndose un año más como líder de la zaga deportivista. En ambas campañas superó los 2.800 minutos de juego, logrando así la continuidad que nunca había tenido.
Su fantástico rendimiento no pasó desapercibido y llamó la atención de varios clubes, entre ellos el Valencia. Sin embargo, el Deportivo quiso apostar por él e hizo efectivo el derecho de tanteo para hacerse con los servicios del brasileño a cambio de 6,5 millones de euros, la mayor cantidad pagada por el club coruñés desde el año 2007 (cuando fichó a Andrés Guardado por 7 millones).
La inversión pareció todo un acierto por aquel entonces, en verano de 2016. Todo apuntaba, de hecho, a que su valor de mercado podría aumentar si su rendimiento continuaba con su línea ascendente. Pero precisamente ahí comenzó el declive de la trayectoria de Sidnei en el Deportivo. Empezó la temporada como titular, haciendo pareja con Raúl Albentosa en el centro de la zaga, pero desde el principio se le vio por debajo del nivel que había ofrecido los años anteriores, más propenso al error y al despiste. Aún así, el brasileño estuvo cerca de llegar a los 2.500 minutos en liga.
Tras otro verano con rumores que indicaban que podría salir, Sidnei se quedó, y su año sirvió para acentuar los malos presagios de la anterior campaña. Se esperaba que con Fabian Schär al lado recuperase su mejor versión, pero no fue así. Los errores de bulto se sucedieron y el Deportivo fue uno de los conjuntos más endebles de la categoría. Al poco de empezar la segunda vuelta sufrió una lesión muscular que lo tuvo más de un mes sin competir, y a las pocas semanas de regresar volvió a sufrir unas molestias que se prolongaron tanto que su último partido con el Dépor data de principios de abril.
Su destino, el Krasnodar ruso, evidencia a la perfección los derroteros que ha tomado la carrera deportiva de Sidnei. Los bandazos dados por el club en los últimos años no le han proporcionado el contexto propicio, pero lo cierto es que sus cuatro años en A Coruña han sido la cara y la cruz de una misma moneda: tan fulgurante fue su irrupción como abrupto su declive. En Rusia buscará la catarsis necesaria para reencontrarse con el Sidnei que hace no mucho tiempo maravilló a Riazor.