Cuando Fran Sánchez, director deportivo del Real Valladolid, desveló en una entrevista en el Diario AS que Víctor Narro no continuaría en el club, los que son asiduos a Los Anexos se llevaron las manos a la cabeza, sorprendidos por la salida de quien fue, si no el mejor jugador del filial, al menos sí el de un rendimiento más sostenido a lo largo de la campaña pasada. En un equipo que acaba descendiendo, esto puede parecer poco decir; sin embargo, el balear cuajó un curso que en otros tiempos le habría valido una renovación… o que debería haberle abierto las puertas del fútbol profesional. Así lo aguardaba él. Hasta que se le apareció delante el ambicioso proyecto del Deportivo.
Días atrás indicaban dichas preferencias fuentes próximas al extremo, que se esperaba otro final diferente al encontrado como blanquivioleta. Lo que no se puede decir, no obstante, es que no ha elevado el nivel con respecto a su fichaje, procedente del Villarreal el pasado verano, cuando en Zorrilla se hablaba de un buen proyecto de futbolista que parecía estar madurando a un ritmo distinto al aguardado, primero, cuando fue internacional sub’19 y brilló en el Mallorca, y después ya vinculado al amarillo. Allí no explotó, pero guardaba dentro un jugador que, a las órdenes de Julio Baptista, fue uno de los más decisivos en su posición de la Primera RFEF.
La afirmación puede sonar rotunda, a boutade. Nada más lejos. Porque Víctor Narro rubricó seis goles con el Promesas, a los que sumó ocho asistencias y cuatro pases previos a la asistencia, un total, por tanto, de 18 tantos con su sello. Teniendo en cuenta que acumuló 1.853 minutos, esto significa una injerencia sobre el marco rival de un tanto cada cien minutos. Prácticamente uno por partido jugado, lo que habla de un futbolista decisivo, seguramente el que más de todos los equipos que han descendido a Segunda RFEF. Y, sobre el papel, uno de los mayores ‘chollos’ del mercado, máxime cuando esa Segunda División que inicialmente anhelaba le vio participar en varios encuentros con el primer equipo.
Si no ha continuado vinculado a la blanquivioleta, probablemente tenga que ver con que ya deja de ser jugador sub-23. Su nivel, de todas maneras, fue indiscutible: aunque tardó unas semanas en hacerse un hueco en el once, solo lo abandonó cuando Pacheta requirió de sus servicios. Fue titular siempre en el extremo derecho, por lo tanto, a pie cambiado, con clara tendencia interior. No en vano, se trata de eso, de un extremo, aunque con unos conceptos muy próximos a lo que puede ser un mediapunta, tal y como prueban esas estadísticas mencionadas de relación con otros goleadores.
De sus seis anotaciones, dos de ellas llegaron precisamente de estas sinergias que genera con el resto del frente ofensivo, tras sendas paredes en la frontal que derivaron en pases interiores al remate con resultado de gol. Estas apariciones por dentro, rompiendo la última línea, las puede hacer para sí, como en los goles frente al DUX o el Logroñés, o para otros, pues esboza líneas de pase desde el carril del 10, un valor preciado en cualquier jugador de tres cuartos, útil para otros atacantes, como lo fueron para aquellos con los que compartió formación. No es que el conjunto de Borja Jiménez gane un mediapunta, pero sí se hace con un futbolista capaz de ‘mediapuntear’ con éxito, de ser capaz de dañar al rival donde tradicionalmente más difícil resulta.
Este recurso viene de su imaginación y de su capacidad de interrelación en posiciones interiores, a las que acude en busca del balón y abandonando el costado en favor de un lateral. Aunque no se exime del trabajo defensivo, es arropado como más rendimiento ha ofrecido en el Promesas, liberado de ciertas obligaciones que le permiten ser, también, un peligro a la contra. Y es que en transición logró también dos goles, tirando de cuádriceps y potencia, ya que, si bien no trata de un velocista, detecta muy bien las opciones de transitar. A esto hay que añadir cómo conduce, con el cuero pegado si es necesario, lo que también le ayuda a romper líneas y a alcanzar zonas de disparo de media distancia. Desde fuera también marcó los dos tantos que faltaban por contar. Uno de ellos, ante el Bilbao Athletic, así, rompiendo hacia adentro con la pelota cosida. La otra, contra el Zamora, la descosió antes de clavarla en la escuadra, dejando muestras de otro buen recurso puesto desde ya a disposición del Dépor en su nueva búsqueda del ascenso.
Perfil elaborado por Jesús Domínguez, redactor de Diario AS en Valladolid.