Polivalencia y talento, experiencia contrastada, lucha, asociación y gol para reafirmar el mediocampo del Deportivo 2012/2013.
Tras la contratación de André Santos, mediocentro más posicional y con mayor proyección, sonaron los tambores y el Deportivo vio la oportunidad que se le presentaba para que Abel Enrique Aguilar Tapias (Colombia, 1985) cambiara el levante español por el atlántico paisaje galaico. De perfil ambivalente, pues tanto adopta un papel de stopper agresivo como de volante ofensivo, el colombiano tiene la trayectoria, el talento y la experiencia para convertirse en pieza clave del retorno a Primera, aunque desde ciertos sectores se apunte como un fichaje para hacer plantilla.
El sudamericano es una clase de mediocampista diferente a los de la actual plantilla, una suerte de box to box a la colombiana, con ida y vuelta, calidad y garra. Aguerrido en el choque, valiente en la batalla y conocedor del juego de sombras en el que se convierten muchos de los encuentros, sus cualidades no se frenan en la tarea destructiva, sino que su figura crece en gran medida cuando se prodiga en zona de tres cuartos, siendo capaz de llegar con soltura al área rival o de filtrar pases hacia la delantera. No llevará el tempo del partido, no es su tarea, pero sí aportará lucha y brega, calidad técnica, facilidad para la asociación combinativa, llegada y gol. Siempre y cuando su irregularidad se lo permita, pues quizás será ese uno de los aspectos en los que más hincapié tenga que hacer el mister blanquiazul.
Nacido en Bogotá hace 27 años, el mediocentro llega en el mejor momento de su carrera y es una vieja aspiración de Lendoiro, pues el presidente deportivista ya quiso contratarle para la causa blanquiazul después de firmar una brillante campaña en la 2008/2009 con el Hércules en Segunda División, a dónde había llegado procedente del Udinese tras una experiencia previa en el Xerez. Finalmente, el Deportivo no consiguió su objetivo y esa temporada fue cedido al Zaragoza, ofreciendo un gran nivel y jugando de manera regular en el conjunto maño. Regresó a Alicante y las dos últimas temporadas ha sido uno de los mayores puntales del club mediterráneo. Podría decirse, objetivamente, que Abel Aguilar es un futbolista del nivel de equipo de la zona media-alta. A bote pronto, no se discutiría su importancia e incluso su titularidad en la mayor parte de conjuntos de la Primera División.
Sin embargo, y a pesar de las excelentes referencias y magníficas cualidades que el mediocentro posee sobre el papel, ciertas inquietudes se han despertado a causa del fichaje de Abel Aguilar por el Dépor. Inquietudes, quejas, desconfianza… Como se le quiera llamar, pues la crítica tampoco es que entienda de nombres. La mayoría, la gran mayoría, no dudan de la calidad del colombiano, sino que vienen amparadas en la acuciante necesidad de contratar a un nueve y de cómo los recursos se malgastan destinándose a la superpoblación del centro del campo deportivista. Sin embargo, Oltra –Oltra y el club, se entiende-, saben que en Primera División, las batallas –esto es, los partidos-, se disputan, antes que en las áreas, en la medular; en la confrontación de mediocentros, en esa superioridad táctica, técnica y ficticiamente numérica; en ese empaque y ‘savoir faire’ futbolístico que determinadas piezas aportan frente a otras.
Para Segunda División, como se pudo comprobar, era viable el ida y vuelta, el descontrol: la defensa en línea adelantada se bastaba para parar unas ofensivas rivales que no gozaban del ‘punch’ de la máxima categoría y el gol se convertía en tarea relativamente sencilla antes las dóciles zagas contrarias. La máxima categoría es otra historia y no admite semejantes espacios, tal algarabía posicional: exige un mayor control en el medio del campo, exige oficio y experiencia, cierto juego sucio, amén de calidad, confianza e ideas claras. “Aquí los más tontos hacen relojes de madera. Y funcionan”, que decía Luis Aragonés y sirve como símil del cambio que afrontará el conjunto blanquiazul.
De esa forma y prediciendo posibles errores, Oltra, como consecuencia directa de lo visto el pasado año, sabe que necesita competencia y hombres de un perfil mayor si quiere tanto llevar el juego en determinados partidos como contemporizar y equilibrar en otros. En su idea de juego combinativo y ciertamente ofensivo, André Santos y Abel Aguilar, contrastados, internacionales por su país y de calidad, conforman ese plus, ese salto que puede convertir en sólido un equipo sostenido bajo la premisa del equilibrismo más arriesgado. No obstante, no implica lo anterior que esas incorporaciones tengan asegurado su papel principal ni, por supuesto, que tanto Álex Bergantiños como Juan Domínguez tengan que ser relegados al más absoluto ostracismo ni tornarse, de repente, incapaces de disputarles una titularidad que todavía está en el aire. Ni mucho menos. Juzgados de manera individual, los dos gallegos tuvieron una notable temporada salpicada de brillantez en multitud de ocasiones, dando un paso adelante cuando las esperanzas no recaían precisamente en la figura de ninguno de ellos.
De todas formas, los triunfos no deben obviar la realidad y el equipo dejó en demasiadas ocasiones sensación de fragilidad en el mediocampo, incluso de rotura y descontrol en determinadas situaciones. Por eso, aunque por méritos pasados tanto Álex como Juan deban partir con ventaja –y así será-, se ha decidido reforzar una parcela fundamental para poder mirar a los ojos a cualquier rival, para poder arrebatarle la pelota o sufrir de manera más replegada sin perder capacidad ni opciones. Y no se trata de un desprecio a la cantera, pues si son superiores se impondrán, cómo el año pasado lo hicieron a pesar de partir, teóricamente, como suplentes antes del inicio del curso. Que la competencia es buena para un equipo lo saben en cualquier lugar; que los futbolistas crecen los unos amparados en los otros es una realidad. Mientras se espera a ‘Mr. X’, la plantilla se va configurando con unas premisas muy claras: mejorar lo ya existente, otorgar al cuerpo técnico alternativas en pos de una soñada tranquilidad y todo ello sin realizar grandes inversiones. En definitiva, dar un salto de calidad que se materializará formalmente con la llegada del ansiado delantero. Paciencia. Y confianza.