Nueva edición de la columna de Dani Cancela, ex del Dépor y coruñés, enrolado en las filas del Kitchee de Hong Kong desde hace una década. En su serial titulado ‘Desde la (semi) burbuja’, nos cuenta las sensaciones que le dejó el empate ante el Racing de Ferrol.
Un buen punto
El partido del sábado en A Malata fue quizás el primer partido de verdad de la temporada. Es cierto que posiblemente el Racing de Ferrol no sea candidato al ascenso como sí lo eran Logroñés, Racing de Santander o incluso Rayo Majadahonda, pero sí fue, con Unionistas, el único equipo que hizo sufrir al Deportivo hasta ahora.
Y eso que el partido empezó según el guión establecido. Con un once que casi sabemos de memoria, el Dépor controlaba todo lo que pasaba en el campo. William encaraba, Héctor y Víctor pisaban más el área contraria que la propia, y Quiles volvía a parecer, tras el baño de autoconfianza de la Copa, afilado y enchufado. Fue él quien pudo abrir el marcador, primero con un tiro desde el borde del área que debió llevar más peligro y luego con un cabezazo complicado, pero, a diferencia de choques como el de Las Gaunas o el Cerro del Espino, no se acertó.
Sin embargo la cosa cambió al cuarto de hora. Un rebote dejó a Dani Nieto sólo ante Ian, que demostró lo importante que es para un equipo tener un portero que de verdad solucione problemas. Lo volvió a hacer a la salida del córner tras el tiro de Pumar. De la nada, el Racing había cambiado la dirección del choque.
En realidad el Deportivo nunca sufrió realmente, pero no fue capaz de controlar el partido como está acostumbrado. Parralo fue hasta ahora el primer entrenador que trató de hacerle daño con y sin balón, y por momentos lo consiguió. Sobre todo desde la posición de Dani Nieto, que demasiadas veces conseguía escapar del radar de Álex y Villares en la media punta. David Rodríguez fue siempre un dolor de muelas, y Héber cuando entró hizo sufrir a Víctor por momentos. Posiblemente, si el Racing mantuviese ese nivel de concentración e intensidad en todos los partidos, estaría más cerca de la cabeza. Pero con eso debe lidiar el Deportivo cada fin de semana.
Tampoco fue capaz de brillar en ataque, ni de generar ocasiones a través de las múltiples jugadas a balón parado de las que se dispuso, y no fue por no intentarlo: Juergen y William las sacaron de todos los colores: en corto, en largo, buscando el uno contra uno, a Lapeña en el primer palo (penalti bastante más claro que el que le pitaron a Alex, por cierto).
Borja quiso ganar el partido con los cambios, y tiró de juveniles. Para eso también sirve la Copa, y Yeremay lo aprovechó para adelantar en la rotación a Doncel -ausente en esta convocatoria-, Soriano o Menudo. Y el equipo lo agradeció. No es nada sencillo entrar sobre la marcha en un partido tan intenso como el del sábado y que no te atropelle, y Peke lo hizo. Un par de regates, una gran combinación con Héctor y la sensación de que otro plan (con dos extremos, un sólo pivote defensivo y dos puntas) es posible. Juergen agradece socios por delante de él y el equipo se vuelve menos previsible.
No funcionó en A Malata porque el Racing también hizo cosas bien, pero es algo que Borja deberá tener en cuenta.
Al final, empate justo (cancelados los errores clamorosos del árbitro tanto al pitar el penalti como al anularlo) y un resultado que tras la derrota del Santander el domingo es aún más valioso. El Dépor vuelve a Riazor tras dos salidas y un mal partido como local. El 3-0 de este domingo es un toque de atención más que suficiente para evitar pensar en un partido trámite. Con el resto de equipos con enfrentamientos directos y pasando por un tramo de temporada irregular, es el momento de dar un estirón en la tabla, y que en la segunda vuelta los demás solo piensen ya en pelear por los puestos de playoff.