Quizá no esté en la playlist de Héctor Hernández, pero no sería de extrañar que camino hacia el Nuevo Matapiñonera, en el autobús del Dépor hubiese sonado ‘Pausa’, de Izal. Porque el conjunto blanquiazul pareció gritar más que nunca los versos del tema del grupo madrileño: «Yo solo busco un ritmo lento, tú velocidad». En un partido compuesto por muchas fases muy diferentes, el equipo entrenado por Borja Jiménez vivió más cómodo y cerca del gol cuando encontró la calma ante un Sanse que, cada vez que pudo, quiso hacer espuma el agua del mar.
Asentarse como único camino
Partió Borja Jiménez en San Sebastián de los Reyes con Villares como improvisado lateral derecho y devolviéndole las llaves del equipo a Juergen Elitim. El colombiano regresaba al once tras cumplir su partido de sanción y ejerció como mediocentro organizador, aunque el Dépor apenas le encontró en campo propio. Ante el bloque alto del Sanse en los inicios de juego del equipo coruñés, el Dépor retrasaba a Bergantiños junto a los centrales y el colombiano se quedaba como única referencia interior en la siguiente línea, porque el objetivo del Deportivo era minimizar pérdidas ahí y encontrar a William, Quiles y Soriano, que ejercieron como mediapuntas.
No estuvo nada cómodo ante un Sanse que ensuciaba todas las salidas deportivistas, apoyado en un cambio de dibujo. No fue casualidad que la escuadra coruñesa firmase su segundo partido con más pérdidas de balón de todo el curso (114, 24 de ellas en el primer tercio propio). Dejó atrás Marcos Jiménez sus habituales tres centrales y apostó por doblar las bandas para controlar y amenazar a los laterales del Dépor y, a la vez, meter a tres hombres en el centro del campo. Un movimiento que le dio, en muchos momentos, la posibilidad de ser superior.
Sin embargo, esos problemas a la hora de progresar contrastaron con la sensación de peligrosidad que alcanzó el equipo herculino cada vez que se asentó en campo contrario. Al Dépor le costaba superar el ecuador del campo, pero cuando lo hacía y era capaz de ponerle tranquilidad al juego, encontraba el ritmo necesario para hacer daño. Porque los movimientos de Soriano, Quiles y De Camargo fueron muy buenos y complementarios. Sin pelota estuvieron bien y permitieron al equipo generar sus dos ocasiones más claras en el primer tiempo. Con el balón, eso sí, estuvieron algo apagados e incluso imprecisos, como viene siendo habitual últimamente.
Soriano se mostró incisivo firmando tres de los nueve disparos del equipo e intentando cuatro regates (dos buenos), siempre según datos de Wyscout. Pero intervino menos en el juego de lo que acostumbra: 54 acciones totales y 28 pases en 80 minutos, cuando su media en 90 son 69 acciones y 37 pases. Mientras, Quiles fue de más a menos. Bien en los apoyos para dar salida al equipo, acabó acumulando 12 pérdidas en 65 minutos (es su media, pero en 90) y fue sustituido. Tampoco fue el partido de WDC. Más participativo que de costumbre (66 acciones y 26 pases, por encima de su media), no fue definitivo en último tercio. Envió 4 centros, todos ellos imprecisos. Y tan solo acertó en 4 de sus 10 regates.
Mención aparte mereció el partido de un Miku que no dio el oxígeno que el Dépor demandaba de él. Sin remates y con solo una aparición en el área, el venezolano estuvo especialmente mal en los duelos: ganó solo 11 de los 41 en los que ‘compitió’.
Bien las vigilancias, mal en la destrucción
En defensa, el Dépor dio una de cal y otra de arena. El Sanse mezcló su habitual juego en largo con la asociación. Estuvo muy bien el conjunto de Riazor en sus vigilancias ofensivas para controlar los envíos en largo hacia un Arturo al que -sobre todo- Lapeña siempre ganó al espacio. El central riojano fue uno de los mejores futbolistas visitantes. Con 14 recuperaciones, nadie firmó más que él. Además, ganó 8 de 10 duelos y estuvo especialmente brillante en los pases largos, con 10 exitosos de 11 intentados. Tampoco fueron desbordados los laterales. Cumplió con creces en ese sentido Villares, que concretó 9 interceptaciones, aunque tan solo ganó 3 de sus 12 duelos.
No sufrió el Dépor en defensa, pero sí lo hizo a la hora de contrarrestar el juego rival. Y es que el conjunto herculino apostó por temporizar prácticamente en cada rincón del campo. La intención era no ser nunca rebasado para no ofrecer una ventaja, lo que condujo a que los de Borja Jiménez alcazasen un PPDA de 10,8. Esta métrica mide los pases permitidos por acción defensiva en los 60 metros del campo más cercanos a la portería propia. Y aunque el Deportivo se mueve en esa media, no es habitual que alcance un registro tan alto ante un equipo que no suele ser combinativo y al que no le cedió la iniciativa como plan para proteger una ventaja en el marcador.
Con una actitud muy poco presionante en primera línea (los puntas ‘flotaban’ a sus pares para orientarles más que para robarles), tampoco logró el Dépor incomodar a Dani Molina y Borja Sánchez, que apoyados por Fer Llorente, generaron superioridad ante Bergantiños y Elitim cuando el Sanse apostó por tener el balón.
Lo contrario sucedió con el Sanse, que con un PPDA de 8,61 fue el tercer equipo este curso que menos pases permitió al Dépor en zonas de ataque, algo que redundó en lo ya explicado en el primer punto de este análisis.
Calavera devuelve el control
Poco a poco, la tendencia beneficiaba al Sanse, que dio un paso adelante más sobre todo tras el descanso. Perdió el control el Dépor en los primeros 15 minutos del segundo tiempo, como demuestra el hecho de que su rival acumulase el 60% de la posesión en ese tramo. Y Borja Jiménez reforzó el mediocampo dando entrada a Josep Calavera. Por muy criticado que esté siendo el técnico, que quizá no acertó en las modificaciones posteriores, lo cierto es que la entrada del mediocentro por Quiles devolvió al equipo la iniciativa. Es más, se la dio de forma absoluta.
El Deportivo cambió la inercia y en la última media hora tuvo el 61% de posesión. La aparición del mediocentro catalán permitió a Juergen Elitim subir una altura y dar una mayor sensación de amenaza. Aunque en ese tramo, el colombiano tan solo apareció una vez en el área y no dio ningún pase en último tercio. Sí lo hizo Calavera, que firmó pleno de pases (21 de 21), 7 de ellos en los 30 metros finales del campo.
Con el ’14’ en el césped, el Dépor produjo ocasiones por valor de 0,33 goles esperados. Es decir, casi la mitad que en todo el encuentro (0,75 xG). Además, el PPDA del Sanse aumentó a 14. Es decir, el repliegue del equipo madrileño fue total. En gran parte, porque el equipo coruñés logró meterlo atrás desde el dominio del balón.
Faltó, sin embargo, remate. Y es que durante esa última media hora, el Dépor tan solo probó 3 chuts hasta alcanzar los 9 totales, ninguno de ellos entre palos. Fue la primera vez en toda la temporada que el conjunto herculino no hizo trabajar al portero rival, aunque sus goles esperados fueron superiores a los que acumuló en victorias como la de Tudela o contra el propio Sanse en la ida. No ayudó la salida del activo De Camargo ni aportó un Álvaro Rey que jugó muy dentro, tan solo probó un regate y chutó una vez desde la frontal, pero contra un defensor.
Un trauma a balón parado
Mención aparte merece el balón parado del Dépor. Ante uno de los rivales más poderosos en esta faceta, el equipo coruñés sufrió. De las 28 acciones que ejecutó el Sanse, 5 acabaron en remate. Tan solo Celta B, Unionistas y Rayo lograron finalizar más situaciones de pizarra que el equipo de Marcos Jiménez. Aún así, el porcentaje de acierto de todos ellos fue mayor que el del Sanse (17%): dispusieron de menos acciones y las concretaron mejor.
¿Fue tan dramático entonces el balón parado defensivo del Dépor? No y sí. No porque otros ya demostraron que el equipo coruñés puede tener déficit en esa faceta del juego. Lo que pasa es que el contexto ayudaba a no potenciar cada problema. Y sí porque dentro de estas situaciones no se tienen en cuenta los dos goles anulados. Porque aunque fuesen fuera de juego, estas acciones demostraron que el conjunto herculino sufre. Sobre todo, a la hora de defender el segundo palo en faltas y córners. Y los rivales lo saben.