El Deportivo mostró ante el Rayo Vallecano lo poco bueno que ha tenido durante esta temporada y también todo lo malo. Y ese conjunto, las dos caras de la misma moneda, están ambas relacionadas con la juventud de los que tiran del carro. Porque el cuadro blanquiazul está tan verde como la mayoría de sus jugadores más importantes, los que están definiendo el accidentado curso blanquiazul. No es necesariamente mala esa bisoñez, que a menudo proporciona una vigorosidad y atrevimiento tremendamente útiles. Pero resulta que al mismo tiempo te niega una de las cualidades más valoradas en un equipo de fútbol: la constancia.
El Dépor de la 19-20 es Mollejo. Ese chico que se cree invulnerable y que vive de forma continua entre picos y valles. No hay una sola línea recta en el trayecto. Irresponsable como cualquier adolescente, pero con la suficiente valentía como para olvidarse de sus problemas en unos minutos y ser decisivo, esta vez a favor. El canterano del Atlético es el pichichi del equipo pese a haber jugado apenas cuatro ratos como delantero y también el más tarjeteado. Impulsivo, con aciertos y errores, marcando el carácter de un equipo que sigue echando en falta líderes.
El Dépor de la 19-20 es Peru Nolaskoain. Recién llegado al fútbol profesional y con la responsabilidad sobre los hombros de ser el pilar de un equipo cuando todavía no tiene clara, o no le tienen clara, su posición en el campo. Del quirófano por apendicitis a la depresión por los resultados, pasando por un espectacular tramo de campeonato cuando por fin jugó en el centro del campo. Siempre voluntarioso, tratando de cumplir con lo que le piden, pero con despistes que lo delatan. Como en el primer gol, donde un central con más horas de vuelo habría frenado la carrera para meter a Juan Villar en la trampa del fuera de juego. Peru siguió al delantero rayista y el resto de la historia ya la conocen.
Y el Dépor de la 19-20 es Mujaid. Potencial enorme, pero en ocasiones inocente. Esa inocencia que sólo se cura con minutos de cocción. No se trata de cuestionar al canterano, que ha llegado para quedarse y apunta a central de élite para una década. Es más bien una crítica a una planificación que exige apuntalar una defensa sobre un central que hasta hace nada estaba apartado en las categorías inferiores. El riojano cumple incluso más de lo que debería, pero de vez en cuando le toca pagar novatadas como la que le cobró Vicandi Garrido por apoyarse en Qasmi.
El Deportivo necesita volver a la monotonía
El gran mérito de Fernando Vázquez en enero fue ponerle remedio a esa volatilidad. Por momentos, el Deportivo pareció un equipo mucho más mayor de lo que debería si tenemos en cuenta la edad de sus futbolistas. Y eso es precisamente lo que ha perdido ahora. Porque incluso en sus mejores minutos de la última semana, el conjunto herculino no dio sensación de calma, de pausa, sino de moverse en un caos que buscaba porque no sabe actuar de otro modo. El Dépor necesita más sofá, peli y manta y menos noches sin dormir; provocar que en sus partidos pase lo mínimo. Y sólo hay dos caminos para eso: o los jóvenes maduran rápido, o los veteranos empiezan a actuar como tal. Porque con sus fallos, al menos los chavales sí están dando la cara aunque tengan luego que pedir perdón por ciertos pecados de juventud que todos hemos cometido.