El Deportivo rescató un empate de su visita a Guijuelo y logra que, de momento, los resultados sirvan de coartada para todo lo demás. Las sensaciones siguen sin ser positivas y el único debate que cabe a estas alturas, porque nadie es adivino, es preguntarse si este ratio de méritos/puntos es sostenible a medida que avancen las jornadas. A la vista de las palabras de Fernando Vázquez nada más terminar el encuentro, el técnico parece el primero en posicionarse en el no.
De todas formas, y aislando el duelo del Municipal Luis Ramos sin tener en cuenta el contexto de la temporada, resulta complicado culpar al de Castrofeito de lo expuesto por el equipo blanquiazul. O de la falta de exposición, para ser más precisos. Por lo menos no puede ser el primero de la lista, porque ni sistema ni nombres pueden entrar en el análisis cuando un grupo de jugadores simplemente no está.
No funcionó el 4-4-2, tampoco el 5-4-1. Ninguna combinación habría funcionado, porque el Dépor no compareció en Guijuelo. Lo hizo durante 15 minutos escasos en los que dejó claro cual era el plan. Pero ese equipo que pretende ahogar a los rivales con una presión alta dimite a la primera jugada en la que el rival es capaz de zafarse del acoso blanquiazul. Sabes que algo no va bien cuando la imagen más recurrente del equipo herculino son Borges y Uche corriendo a sprint hacia atrás. Y eso que su participación con el esférico fue todavía peor.
Que me quede como estoy
Acertado o no, nunca se ha caracterizado Fernando Vázquez por ser un técnico inmovilista. Menos aún desde que existe la posibilidad de hacer cinco cambios. Por eso llamó la atención su pasividad ayer, como si supiera que algo no iba bien. Lo anunció con el cambio de Álex por Beauvue sin siquiera llegar al descanso y lo confirmó con apenas dos retoques, y hombre por hombre, en la segunda parte. Defensa de cinco y que no nos pase nada. No es que diera el empate por bueno, es que estaba convencido de que era lo mejor que el Deportivo iba a poder sacar de Guijuelo.
La sensación de incomodidad fue general. Ninguno de los futbolistas blanquiazules parecía querer estar allí. Sólo Abad, decisivo en la ocasión que le crean en cada partido, y Granero, que cogió el mando de la zaga en su regreso, cumplieron en una tarde de castigo que no consigue despejar las dudas sobre un equipo que al menos se mantiene invicto.