En este inicio de temporada, el Deportivo se está atreviendo incluso a contradecir la sabiduría popular. En su caso, las derrotas, o, en este caso, los empates con sabor a ella, tienen tantos padres como suelen aparecer en las victorias. O al menos un padre y varios tíos. Porque Anquela sigue siendo el principal responsable de que el conjunto blanquiazul no deje de regalar tramos de partido. Contra el Numancia fue la primera parte completa, con un planteamiento de nuevo erróneo en el que la distancia entre la línea defensiva y la delantera era la misma que la que separa a A Coruña de Soria. Mal empezamos.
Bergantiños se pasó 45 minutos persiguiendo sombras y siendo apuñalado por la espalda a manos de Mateu, Curro y compañía, mientras Aketxe y Gaku marcaban no se sabe muy bien el qué. Ese fue el tiempo que le llevó al técnico darse cuenta, como ya le pasó ante otros rivales, que la forma de presionar era la equivocada. Tras el descanso juntó al equipo un paso más atrás, con dos líneas de cuatro que permitieron empezar los ataques varios pasos más arriba. Magia. El Numancia, ya sin espacios, parecía haber dejado a 20 jugadores en el vestuario y por primera vez se encontraba en igualdad numérica.
Aketxe hizo el resto. El vasco es principio y fin del Dépor ahora mismo. Enemigo público de todos los porteros de la categoría, el cañonero está brillando mucho más allá de lo evidente. Porque si cuando el balón se para asusta, cuando está en movimiento es el mejor amigo de todos sus compañeros. A veces con excesiva lentitud, pero es el único que pone sentido al juego de ataque deportivista. Un juego en el que el vértigo o el egoísmo ciega con demasiada frecuencia.
El Deportivo está siendo inconsistente y, obviamente, no todo está en la cesta de Anquela. No ser capaz de mantener la concentración durante 90 minutos tiene mucho que ver también con los que están sobre el césped. Los jugadores tienen miedo y están mostrando un déficit de atención importante. No hay mejor ejemplo que los tres goles encajados ante el Numancia.
La fragilidad defensiva se ha metido en sus cabezas y sólo así se explica que David Simón estuviera marcando a Bergantiños en lugar de a Escassi en el primero, que Vicente Gómez saliera a presionar como un loco al centro del campo en el segundo, o que el propio canario no fuese capaz de despejar un balón colgado desde la medular en el tercero. No hay entrenador, ni seguramente psicólogo que pueda corregir eso. Y mientras, los puntos siguen volando.
El Deportivo vs Numancia, en imágenes