Poco. Demasiado poco ofreció el Dépor en Riazor para evitar el Deportivo 0-1 San Fernando. Porque aunque el conjunto herculino mereció un resultado mucho mejor, volvió a dejar a deber tanto en ataque como, sobre todo, sin balón. El equipo gaditano le rompió varias veces las costuras. Y la escuadra herculina no terminó de encontrar la clarividencia para amenazar bien. Lo hizo mucho y dispuso de ocasiones de sobra para levantar el partido. Pero no todo se puede achacar al desacierto y al enorme partido de José Perales y su defensa. Porque más allá de tener delante a un rival compacto, el verdadero enemigo del Deportivo fue su tembleque.
Quedarse a medias
Más allá de sus dificultades ofensivas, el principal problema del Deportivo radica en su juego sin balón. Ahí nace el origen de todos sus males. Y desde esa sensación de fragilidad empiezan las dificultades para competir y sentirse fuerte. Surge el tembleque.
El pasado domingo, el San Fernando corrió demasiadas veces. Algo lógico en los minutos finales en un contexto de todo o nada, pero no tanto cuando se da durante todo el partido, por mucho que uno vaya perdiendo casi desde el inicio. El Dépor no está presionando bien.

En el duelo ante el conjunto gaditano, Borja Jiménez volvió a apostar por un 4-3-3 que, en el aspecto defensivo, se transformaba en un 3-4-3 en cuanto el San Fernando iniciaba en corto. Salva Ballesta igualó la estructura que el Dépor repitió tras probarla ante el Talavera. Y pese a que ante el Sanse fue muy directo, a la escuadra herculina prefirió moverla desde la asociación.
El Deportivo fue a presionar arriba sin emparejar jugadores. Pero tuvo miedo a la hora de ‘saltar’ a la presión. No quería desestructurarse. Pero el quedarse a medias acabó evitando cualquier atisbo de recuperación media o alta. De este modo, el Deportivo se partió. Su primera línea no evitaba la progresión. Y a partir de ahí, todo era una consecución de malas decisiones. De descoordinaciones. Porque los futbolistas deportivistas presionaban, pero lo hacían tarde y mal ante el temor de desguarnecer su espalda. Ni la primera línea orientaba o tapaba línea de pase, ni los medios apretaban a tiempo a sus parejas, ni los centrales perseguían ‘de verdad’ a los puntas, ni los laterales llegaban a tiempo para provocar que los carrileros rivales recibiesen incómodos.

Todo ello favoreció a un San Fernando que no tiene en ese inicio y construcción desde atrás su gran fortaleza, como demostró. El equipo visitante tampoco fue capaz de terminar de hilar demasiados ataques posicionales, aunque en varias ocasiones encontró las fisuras herculinas. Con el marcador a favor desde tan pronto, pudo gestionar su ventaja a través de crecer en otros aspectos.
Demasiado sueltos
Y es que al San Fernando no le hizo falta atacar en posicional para ganar. Porque solo con las cabalgadas de Gabri Martínez amenazó. El extremo a préstamo por el Girona amenazó mucho al espacio. Y es lógico, porque es buenísimo en eso. Pero el Deportivo no supo frenarlo antes. Para empezar, porque sus vigilancias ofensivas y su contundencia individual en varias jugadas de balón parado a favor fueron deficientes.
En el gol, el meta saca rápido tras un remate posterior a un saque de falta, sí. Pero para provocar un dos contra cinco que el San Fernando acaba transformando en gol simplemente por la absoluta falta de rotundidad defensiva de las piezas locales. Narro despeja mal, Lapeña pierde el duelo, Jaime -el menos culpable en esta acción pese a su malísimo partido- es superado en velocidad por un futbolista rápido que llega en carrera y Mackay concede un hueco para el gol a quien ya no tiene ángulo para definir.

Así, desde jugadas de pizarra del Deportivo, fue el San Fernando quien generó contras. En ocasiones, por la mala ocupación de las zonas de rechace, a la que se sumó también una activación mayor de sus jugadores . Y, por supuesto, el tembleque deportivista en acciones que exigen sobriedad.
Pero las transiciones ofensivas del San Fernando no fueron peligrosas solo con los blanquiazules volcados en el área rival. Y es que la presión tras pérdida del equipo de A Coruña está siendo deficiente. A esto no ayudan sus ataques precipitados, que impiden que el equipo esté junto para agobiar al rival en los primeros segundos tras el cambio de posesión. Pero una cosa es que el Deportivo volviese a perder ‘mal’ el balón por sus ofensivas nerviosas. Y otra diferente es que los futbolistas no reaccionen inmediatamente a esa pérdida. Es normal ‘descolgarse’ cuando vas por detrás y piensas solo en atacar. Pero con tantos hombres por delante de línea de balón, es preciso agachar la cabeza y ser solidario para volver a juntarse cuanto antes.

Así, si el equipo herculino quiere seguir siendo agresivo para recuperar la bola al instante, debe incidir tanto en sus distancias como en su actitud en esta faceta. Porque de no hacerlo, seguirá ofreciendo facilidades y ahondará en la sensación de que los rivales llegan demasiado sueltos. Presionar hacia delante en solitario equivale a suicidio.
Ataques nerviosos
Más allá de sus preocupantes disfunciones defensivas, el Dépor tampoco atacó de la mejor manera posible ante el San Fernando. Y precisamente eso contribuyó a potenciar sus malas sensaciones sin balón, ya que el fútbol no se puede trocear y en cada fase del juego tiene relevancia capital lo que suceda en la anterior.
Borja Jiménez apostó por una estructura muy similar en ataque a la de la segunda parte ante el Talavera. En el inicio, era Olabe quien se lateralizaba a la altura de centrales para la salida de balón. Si el equipo isleño presionaba con tres, entonces Villares daba superioridad numérica por el otro costado. La intención del Deportivo era repetir pautas que funcionaron ante el Talavera. Pero Salva Ballesta tenía la lección bien aprendida. Con su 5-2-3 ensució los primeros pases blanquiazules y, sobre todo, provocó que los locales no encontrasen una altura intermedia para conectar con Rubén Díez y Mario Soriano.

El San Fernando se cerró muy bien por dentro. Y por fuera, Antoñito y Narro apenas podían encontrar situaciones de uno para uno o ventaja. Porque el Dépor no fluía desde ese juego interior y no los podía poner a correr. Y porque cuando el balón iba a ellos, el San Fernando los controlaba con el carrilero y una ayuda del central, el mediocentro o el extremo. Asimismo, en los momentos en los que sí encontró la ventaja, Antoñito se empeñó en seguir dilapidando situaciones propicias de centro.
De este modo, el Deportivo no entendió que una cosa es querer jugar con ritmo y otra precipitarse. En ocasiones, la mejor forma de encontrar la ventaja es teniendo calma. Pero el cuadro coruñés tuvo excesiva prisa en el primer tiempo y mucha más en un segundo en el que cambió varias veces su disposición.
Jiménez introdujo a Quiles y a Pablo Martínez por unos desafortunados Antoñito y Jaime. Y con su 3-4-3 trató de movilizar a las cinco piezas defensivas del rival con sus tres puntas. Soriano y Quiles, teóricos extremos de la línea más ofensiva, no bajaban a recibir y se situaban a la altura de Santamaría, entre el central exterior y el carrilero para que este último no pudiese ‘saltar’ a su pareja deportivista y, a partir de ahí, progresar. Lo logró el Deportivo, pero careció de profundidad sobre todo por un sector derecho en el que Lapeña trató de desdoblarse para generar espacios, pero en el que Villares no puede llegar hasta línea de fondo.

Precisamente eso mismo debió de detectar el preparador abulense, que acabó dando entrada a Yeremay Hernández para ganar uno contra uno y sumar amenaza también en el carril contrario al de Narro. Pero el Deportivo se equivocó. Agobiado con las prisas -el tembleque- no terminó de hacer circular en balón con celeridad. Y se conformó con llevarlo a una banda y buscar el centro, siempre en situaciones de igualdad o inferioridad numérica. Porque el equipo, ante un rival hundido, no supo ser ancho ni profundo. Faltaron desdobles a sus extremos. Y así, la defensa numantina de un San Fernando que jugó con sus armas y el absoluto desacierto del Dépor en el remate, llegó la primera derrota en un partido que no hizo sino acrecentar el tembleque.