Dominar un partido siempre es la mejor forma de acercarse al triunfo. Porque dominar no significa (o no tiene por qué) tener más el balón que el adversario, sino conseguir que en un partido sucedan más cosas cercanas a lo que tú pretendes que a lo que el contrario quiere. El pasado sábado, el Dépor dominó al Burgos. Pero aún así, fue incapaz de ganar, como reflejó el Deportivo 0-2 Burgos. Porque el fútbol es un deporte con una lógica tan particular e inigualable que hacer más méritos que el rival no es garantía de triunfar.
Sí, el equipo de Imanol Idiakez no solo tuvo más balón que su rival, sino que supo qué hacer con él. En la primera parte encontró profundidad sin terminar de descomponer del todo a un enemigo que estaba cómodo. Pero en el segundo acto, dio un paso más y terminó de encontrar las grietas de un equipo tremendamente sólido, que no solo se acabó llevando un punto de Riazor por la falta de acierto local, sino que pudo incendiar A Coruña gracias a dos desconexiones inexplicables en el tramo sin retorno del encuentro. Los planes reactivos tienen eso: el Burgos aguantó el chaparrón y encontró su momento.
La izquierda como cerebro, la derecha como puñal sin filo
Idiakez tomó la decisión más difícil. Al sexto partido, el técnico vasco decidió sacar del once a uno de los cuatro futbolistas de la segunda línea del ataque. Del cuarteto Mella, Yeremay, Lucas y Soriano se cayó este último para apostar por un once en el que la interesante multifunción daba paso a un once en el que todos jugaban dónde y haciendo lo que mejor saben.
Con Villares regresando al doble pivote junto a José Ángel en la sala de máquinas de seguridad de Idiakez, el preparador vasco volvía a la fórmula ganadora del pasado curso. Un planteamiento que tenía todo el sentido del mundo, incluso a costa de prescindir de un futbolista como Soriano que, en los primeros cinco encuentros, había sido de lo mejor del equipo, aunque con evidentes claroscuros.
Las únicas novedades eran Bouldini ejerciendo de Barbero y un Obrador con más carrete que Balenziaga para percutir por fuera. Dani Barcia era la otra gran novedad en el once. Y su presencia elevó de manera notable la salida de balón del Dépor.
El central canterano en el perfil zurdo de la zaga fue una de las explicaciones del juego fluido con pelota de un conjunto blanquiazul que superó la presión de un Burgos que quiso ir a robar arriba pero sin desprotegerse. De este modo, el equipo dirigido por Bolo fue adelantando poco a poco su presión, pero nunca logró cortocircuitar al Dépor en zona de iniciación, ya que el cuadro herculino era capaz de progresar con pases verticales.
Lo hacía casi siempre a través de su central izquierdo, al que el equipo lograba encontrar tras tener la suficientemente paciencia para mover la pelota y así sortear la presión de Edu Espiau, al que se le unía el mediapunta Curro encargado de cubrir a José Ángel y uno de los dos medios en función de la altura de Villares.
Así, Barcia era capaz de entender cuándo conducir para atraer o cuándo soltar el balón. El coruñés fue el encargado principal de encontrar a la siguiente línea bien, con pases más largos que no terminaron de ser ajustados, bien con envíos rasos más tensos que sí tuvieron éxito. Fuera, esperaba un Obrador que fue solución cuando el Burgos se cerraba por dentro y hacía que Álex Sancris persiguiese a Yeremay.
Pero exigir a un extremo que se responsabilice de los movimientos del ’10’ rival no suele ser tener un resultado sostenible. Y así sucedió, ya que el canario acabó apareciendo de manera sistemática por dentro en la primera mitad para ejercer de enlace y construir el ataque.
Ante un Burgos que priorizaba no conceder espacios a espaldas de medios y centrales, Yere fue capaz de recibir y girarse por dentro. Sin embargo, con el pivote de su zona esperándole, el canterano no conducía con posibilidades reales de romper líneas… aunque sí de encontrar el lado opuesto para que el Dépor se juntase por la derecha y encontrase el desequilibrio.
La secuencia se repitió de manera abundante: los defensas encontraban a Yere, que podía recibir y girar el juego hacia el carril derecho, donde esperaban Ximo y Mella y donde aparecían Lucas, Villares y hasta José Ángel como apoyo sostén. El Deportivo buscaba acumular efectivos en ese carril, triangular y encontrar la ventaja desde la asociación y la movilidad.
¿Lo consiguió? Lo cierto es que no. Porque el Burgos no vivía del todo incómodo en ese escenario en el que podía defender fuera, con ayudas que llegaban para emparejar en número a los atacantes deportivistas y su buena capacidad individual para evitar ser rebasados. Además, a costa de hundirse, el cuadro burgalés protegía bien su área con muchos futbolistas contra la única amenaza de Bouldini, lo que hacía que el Dépor se pensase seriamente la opción de centrar ante la intuición de que iba a ser sinónimo de perder el balón.
¿Qué le faltó al equipo entonces para encontrar el resquicio? Más cadencia en ese juego, pues tras unos notables primeros 20 minutos, perdió continuidad. Pero también paciencia y visión. Porque una vez lograba juntarse en la derecha y hundir al Burgos, los huecos aparecían tanto en la frontal del área como en el carril opuesto, en el que Obrador tenía un mano a mano con su par.
No ayudó la ausencia de un mediapunta nato como Soriano, incapaz de estirar al equipo como trató de hacerlo Lucas con sus constantes desmarques fuera-dentro (que en muchas ocasiones atascaron más que ayudaron), pero sí dotado para ubicarse mejor en los espacios y tomar mejores decisiones con la pelota. Al Deportivo le faltó clarividencia en último tercio.
Atacar bien para defender mejor
Así, durante el primer tiempo, el Dépor disfrutó de un dominio más estéril que real, pues el Burgos no vivía del todo incómodo. Prueba de ello fue que la escuadra deportivista apenas logró probar a Ander Cantero en 6 remates, 2 de ellos surgidos de los numerosos córneres que fue capaz de generar, pero ninguno en óptima situación (apenas 0,23 de xG en total).
Sin embargo, ese control le permitió vivir muy lejos de su área y no sufrir en las transiciones del rival, algo que no sucedió ni contra el Huesca, ni contra el Granada, ni contra el Córdoba, por ejemplo. El Deportivo construía de una manera tan racional y viajaba tan junto que estaba muy preparado para la pérdida.
Así, el equipo deportivista pudo presionar bien tras pérdida los primeros pases del Burgos y apenas exigió a Obrador un par de carreras hacia atrás para corregir que el balear solventó con la capacidad que sus piernas y su fondo ya le dejan exhibir tras su pretemporada incompleta.
Si el Burgos apenas pudo hacer daño al contragolpe, tampoco lo logró desde el juego directo. El equipo burgalés buscó tanto en sus reinicios como en situaciones de presión el envío en largo hacia Espiau. Pero tanto Pablo Vázquez como Dani Barcia estuvieron fabulosos en las disputas aéreas. El primero, con 9 duelos ganadores de 12. El joven, con 5 de 6.
Así, el Burgos tan solo inquietó la meta de Helton en una pérdida de Lucas en el saque de una falta a favor en mediocampo, en un centro lateral bien defendido por el Dépor que acabó con remate alto de Espiau y una acción de poca contundencia de Mella tras uno de los múltiples intentos de atacar la espalda de Ximo que el extremo santiagués logró defender. Concesiones que no penalizaron, al contrario que en el epílogo del choque.
Mientras, en ataque combinativo, el equipo entrenado por Jon Pérez Bolo apenas dañó al Deportivo, a pesar de su evidente intención en las pocas situaciones en las que decidió construir asociándose en corto de atraer a los mediocentros para encontrarles la espalda. El mecanismo era claro: Curro se lateralizaba hacia el perfil diestro con el objetivo de ganarle la ventaja a Jurado mientras el mediocentro de ese lado acudía a pedir el balón al apoyo. Pero el andaluz no picaba y se quedaba pendiente del mediapunta visitante. Así, era Villares el que tenía que ‘saltar’ corriendo enormes distancias.
No era lo más óptimo para recuperar arriba o incomodar esos primeros pases, pero entre el buen posicionamiento de Yeremay para tapar líneas, el esfuerzo de Villares, la contención de Jurado y el evidente déficit del Burgos a la hora de pedirle construcción al dúo Appin-Atienza, el Deportivo apenas concedió espacios para que le corriesen en ataques posicionales.
Extremos interiores para descomponer a la roca
La defensa de casa vivió relativamente tranquila en la primera mitad y todavía más en una segunda en la que el Deportivo retocó su plan ofensivo. Lo que era Yeremay ejerciendo como conector para acabar en el lado derecho se redobló, pues Mella también centró su posición. De este modo, el Deportivo vivió con dos extremos ‘interiores‘ que le dejaron ambos carriles exteriores a los laterales.
Esa ubicación más tendiente a aparecer en el carril central junto a un Lucas que se retuvo más para ejercer también de enlace entre líneas terminó por darle el dominio definitivo al Dépor. El conjunto blanquiazul fluía. Yeremay recibía una y otra vez al costado del mediocentro de su lado, demasiado lejos del lateral Arroyo y con Sancris descolgado en la presión hacia delante. Una y otra vez, el canario se giraba y conducía para atraer contrarios y cambiar el frente de ataque o encontrar a un Obrador liberado. No fue casualidad que la combinación de pases más repetida del Dépor en el encuentro tuviese al ’10’ y al ’33’ como protagonistas (25 combinaciones).
De este modo, bien por esa banda izquierda, bien por un costado derecho en el que el equipo aceleraba sin necesidad de juntarse. Ximo progresaba por fuera o Mella recibía con tiempo y espacio cerca del pico del área. El Dépor no frenaba buscando asociaciones en ese carril, sino que metía el turbo: profundidad con un mayor ritmo. Estos dos elementos juntos suelen ser sinónimo de sufrimiento para el equipo que los sufre. Y así fue también para el Burgos, que ya no defendía tan junto.
El equipo burgalés se partía en esa dicotomía entre querer ir a robar a campo contrario y esperar atrás. No lograba ninguna de las dos porque la velocidad de circulación del Dépor y su amenaza exterior -ante la sobreprotección interior del cuadro castellano- provocaban que la última línea visitante tuviese que girarse y defender corriendo hacia atrás.
Así, fueron hasta 9 las ocasiones en las que el Deportivo remató en la segunda mitad por 2 del Burgos hasta el gol de Sancris. Un volumen suficiente en lo cuantitativo y también en lo cualitativo, pues el equipo dirigido por Idiakez acumuló situaciones por valor de 1 xG (según el modelo de Opta), con los dos remates de Bouldini como ocasiones manifiestas.
Y tras el desacierto, llegó la fatiga que provocó algunas modificaciones que bajaron el nivel. Con los gemelos de Obrador ya sin oxígeno, la entrada de Petxa y la reubicación de Ximo en el perfil izquierdo restó amenaza por fuera al Dépor. El vasco es un buen lateral con pelota, pero no posee la capacidad para percutir pisando el carril exterior que tiene Navarro. Y el propio Ximo, ya más mermado físicamente, tampoco puede hacer el mismo daño a pie cambiado que en su banda natural.
Así, a ese primer paso para el embotellamiento se le sumó un segundo con la salida de Mella y Yeremay del verde. Es cierto que los dos extremos estaban jugando en unas posiciones interiores en las que Soriano y Herrera, sus sustitutos, sí encajan. Pero no lo es menos que titulares y suplentes ofrecen cosas diferentes por su identidad individual como futbolistas. Las diferencias son evidentes sobre todo en la comparativa entre Mella y Cristian y lo cierto es que la salida de los dos canteranos terminó por restarle continuidad a un Dépor que, pese a todo, seguía logrando que el partido solo se jugase en el campo del Burgos.
Con el doble pivote de seguridad sujetando, el 0-0 parecía el mal menor. Pero entonces llegó el grotesco error de Petxa en la fase de iniciación, uno de sus fuertes. El lateral se perfiló mal para recibir un pase y con su control hacia dentro no solo se metió en la boca del lobo, sino que dejó de ver los buenos desmarques de ruptura que le tiraban tanto Lucas como Herrera. A pesar de ello, el ex del Andorra tenía pase fácil con Barcia, pero erró en la ejecución.
El equipo lo apagó pagando muy caro porque Álex Sancris sí tuvo el veneno para facturar como antes no habían hecho sus rivales. Luego llegó el Deportivo 0-2 Burgos en un nuevo error en un pase fácil de Villares, seguramente ya fruto de la desesperación por haber entendido que, en ocasiones, dominar tampoco es suficiente para ganar.