«Con dinero y sin dinero, hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley. No tengo trono ni reina. Ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey».
El Deportivo de Imanol Idiakez acabó el pasado curso dominando de tal forma la Primera Federación que a nadie le tendría que haber extrañado que, en vez de ‘El Mambo’, la canción de cabecera del vestuario deportivista hubiese sido la mítica ‘El Rey’. El conjunto herculino sometía a sus rivales a un estrés máximo desde su capacidad para establecer un alto ritmo sin pelota, su más que aceptable ataque posicional, su enorme peligro con espacios y su poderío en el balón parado.
El Dépor cimentó su ascenso en todas esas cualidades. Se sabía un equipo superior en lo técnico y en lo físico. Y la confianza potenciada por encontrar las sinergias óptimas en el bloque y la racha de resultados, hizo el resto.
Pero la Primera Federación quedó atrás. Y a pesar de que en su salto de categoría el cuadro coruñés no ha dejado malos partidos, está lejos de poder seguir cantando «sigo siendo el rey». Porque ya no lo es. Como es lógico ante el aumento de la exigencia, no puede imponer el plan a su merced. Y en el Arcángel, el Córdoba 2-0 Deportivo final lo demostró.
Ritmo+Ritmo=Descontrol
Más allá del determinante balón parado, analizado en esta pieza, el problema del Deportivo fue que ante un Córdoba muy ofensivo, valiente en sus ataques y muy agresivo a la hora de presionar, no logró estar cómodo del todo. El cuadro dirigido por Imanol Idiakez se encontró a un equipo muy parecido a él mismo en muchos patrones de juego. Y el resultado fue un encuentro sin control, ya que ambos conjuntos se lanzaron arriba tanto a la hora de ir a morder al rival como a nivel de gestión de pelota. Nadie quería pausa, solo velocidad.
El técnico vasco se dejó seducir por las señales que enviaban los mejores momentos del equipo este curso, en las segundas partes ante Huesca o Granada, y apostó por un once que daba a Mario Soriano un espacio en la base del centro del campo junto a José Ángel para dar cabida a Lucas, Yeremay y Mella en sus posiciones naturales y, a la vez, jugar con un ariete de referencia como Bouldini. Más ritmo, más delanteros, menos control. Si el rival también apuesta por eso, solo puede salir un alocado correcalles. Y así fue.
En defensa, el conjunto herculino se articuló a partir de un 4-1-3-2 que trataba de presionar en bloque alto, pero no logró ensuciar el inicio de juego al Córdoba. Así, el Dépor se la jugó al riesgo: fue arriba para tratar de robar, a sabiendas de que el si el pressing no era adecuado, su rival iba a tener espacios.
Lo cierto es que ante un rival muy ancho y largo, al equipo coruñés le costó recuperar balones arriba. Bouldini y Lucas no lograban cortocircuitar la circulación entre el meta y los centrales Lapeña y Marvel, que estuvieron notables a la hora de conducir para acabar con los acosos deportivistas y generar ventajas. Mientras, la altura que cogían los laterales Albarrán y Calderón impedían a Mella y Yeremay ‘saltar’ con comodidad hacia delante, a la vez que Theo Zidane ejercía muchas más veces como segundo delantero que como tercer centrocampista y transformaba la estructura del Córdoba prácticamente en un 2-4-4 complejo de defender.
De algún press alto el Dépor logró generar una transición de gol, como la primera ocasión de Yeremay tras recuperación de Mella. Pero lo habitual durante toda la primera mitad fue ver a un Córdoba capaz de progresar para, una vez asentado en zona de construcción, encontrar la verticalidad por fuera. Porque de manera constante, el equipo dirigido por Iván Ania logró no solo atacar, sino hacer mucho daño por los carriles exteriores.
Ahí, gracias a las parejas lateral-extremo, lograba encontrar siempre ventajas numéricas o posicionales. Los extremos deportivistas no llegaban a la ayuda o, de hacerlo, aparecían dudas sobre cómo distribuirse las marcas con Villares o Ximo. Con Carracedo y Jacobo normalmente muy abiertos, eran Albarrán y Calderón quienes se desdoblaban por dentro para fijar a la defensa visitante desde su ubicación en ese carril intermedio.
Así no solo daban tiempo y espacio a su extremo por si este quería progresar en conducción, sino que podían atacar el intervalo entre central y lateral y darle una solución en forma de pase en profundidad. De este modo, el Córdoba fue equipo de alto ritmo, vertical y enérgico. Por momentos, logró embotellar al Dépor a partir de esa tendencia a acumular mucha gente por delante de la línea del balón, trazar muchos movimientos de ruptura y la capacidad de desborde de Carracedo. Pero su plan tenía riesgos. Y cada pérdida era una posibilidad para el Deportivo.
Ni lucidez, ni duelos
Ante este plan del rival, el cuadro dirigido por Idiakez podía haberse echado atrás como una semana atrás hizo el Málaga, que fue sometido y apenas logró rematar tres veces, pero acabó sacando un 0-0. Sin embargo, ese plan no está tan en el ADN del equipo blanquiazul, como sí lo está el ir a presionar arriba, ser agresivo y tratar de recuperar lo más alto posible el balón para correr.
Y lo que sucedió fue que al igual que concedió, en no menos que una decena de ocasiones el Dépor dispuso de transiciones ofensivas prometedoras en igualdad numérica, prácticamente igualdad numérica o incluso superioridad numérica. Porque sí, el Córdoba era difícil de parar. Y más, concediéndole ciertos espacios para evitar acularse. Pero esa forma de defender fue la que le dio al Deportivo la posibilidad de salir al contragolpe.
Así, tras cada recuperación, Mella, Lucas, Yeremay y Bouldini disponían de campo para correr. Faltó, un día más, acierto no solo en las ejecuciones, sino en muchas tomas de decisión. Porque la práctica totalidad de situaciones de gol de las que dispuso el Dépor fueron a raíz de una transición ofensiva. Así llegaron las ocasiones de Yeremay, Lucas (con Bouldini solo en el segundo palo), Mella o Barbero. Situaciones de gol clarísimas que el Deportivo pudo crear a pesar de las dificultades que tuvo en sus ataques posicionales.
Porque si decimos que el conjunto coruñés no dudó en ir a presionar arriba, el plan del Córdoba sin pelota fue todavía más ‘kamikaze’. En los reinicios visitantes, el equipo local se iba con cinco futbolistas hacia el área del Dépor. Casas y Theo Zidane se repartían el carril central para referenciar a los Pablos y uno de los mediocentros deportivistas, con Sala ‘saltando’ al otro pivote foráneo. Mientras, los extremos Carracedo se emparejaban con Ximo y Villares para negarle a su rival respiro y vías de salida.
Cada inicio de ataque posicional desde atrás era un parto para un Dépor que vivía estresado y, ante tal jauría, no tenía la suficiente paciencia para circular. Los envíos eran imprecisos y eso provocaba que las teóricas ventajas construidas fuesen, en realidad, ‘embarcadas’ al compañero. Helton no estaba lúcido, Martínez se sacaba de encima cada pelota que le caía a los pies y el ‘guía’ Soriano vivía incómodo tan lejos de compañeros con los que poder asociarse en corto y acumulaba errores.
La solución pasaba por mirar lejos, algo que podría haber funcionado de haber estado Bouldini más acertado. La presencia en el once del delantero marroquí se circunscribía a ese necesario balón de oxígeno al que acudir para sortear la primera línea de presión rival y, a partir de ahí, quedarse el balón para atacar las enormes ‘hectáreas’ vacías. Pero el ‘9’ estuvo lejos de imponerse en los duelos individuales al joven Marvel.
Sin ese imprescindible recurso funcionando a pleno rendimiento, el Dépor empezó a entender que la posición de Mario Soriano podía otorgarle indirectamente ventajas. Porque cuando el madrileño se lateralizaba hacia la izquierda y Ximo elevaba su altura, el andaluz se convertía claramente en el hombre libre al que encontrar con pases de media distancia. Era necesario entonces tener la clarividencia para buscarlo, ejecutar el envío correctamente y confiar en que Navarro se quedase el balón, en ventaja ante rivales que tenían que salir de zona para interceptar. No sucedió ninguna de las tres cosas.
Así, sobre todo por el desacierto individual del lateral a la hora de ganar esos duelos, el Dépor tampoco encontró una salida clara por el carril izquierdo. Y sin esos envíos sobre su lateral libre o su punta de referencia como acciones ganadoras para salir de presión, tan solo le quedaba encontrar a Yeremay entre líneas y confiar en que el canario, de espaldas, superase a sus marcadores para poder enfilar la portería rival. Pero el ’10’ no es infalible.
Cuestión de acierto
El Córdoba 1-0 Deportivo que llegó justo antes del descanso no modificó demasiado el guion de partido. El equipo local no se quiso echar atrás y siguió presionando muy arriba, lo que provocó que conforme fueron pasando los minutos, el conjunto deportivista encontrase más facilidades para salir desde atrás.
Así, el Dépor empezó a tejer también ataques posicionales hasta alcanzar 15 remates totales, que se tradujeron en 2 xG (expected goals), según el modelo de Opta. La misma cifra de disparos y prácticamente de goles esperados (1,9, pero incluyendo el penalti) logró el Córdoba, apelando al contragolpe en ese tramo final en el que el cansancio impedía a ambos presionar, pero también les dificultaba retornar al mismo ritmo que antaño.
En ese contexto Lucas siguió sin terminar de dar soluciones a la hora de construir ni clarividencia en el último tercio para finalizar, a la vez que la entrada de Obrador no dotó de profundidad el carril ni liberó más a Yeremay. A cambio, Soriano jugaba cada vez más suelto después de un flojísimo encuentro y Cristian Herrera sumaba la necesaria cuota de amenaza apareciendo desde fuera.
Fue insuficiente porque, en los instantes finales el Dépor todavía se aceleró más. Y cuando ya juegas a muchas revoluciones, el paso siguiente es empezar a golpear directo. Sin ton ni son, hasta descomponerse y sufrir la enésima contra. Esta sí, letal.
¿Fue el Córdoba 2-0 Deportivo un mal partido del equipo blanquiazul? Con matices muy mejorables, no tanto como dice el marcador. Pero en un encuentro en el que los dos se la jugaron al descontrol, era necesario ganar más duelos individuales y, sobre todo, golpear cuando encuentras el resquicio. Por eso, por el momento, en esta Liga Hypermotion no puede seguir siendo el rey.