Seis goles en contra, cinco de ellos a balón parado. Más allá de los dos penaltis encajados por el Deportivo, el conjunto herculino está sintiendo cómo una fortaleza se ha transformado en flaqueza en estas primeras jornadas de regreso a la Liga Hypermotion. Porque el conjunto inquebrantable en jugadas de pizarra al que apenas el Arenteiro le arañó el pasado curso ha visto cómo sus tres derrotas han llegado a través de la pelota quieta. Oviedo, Huesca y Córdoba, en una falta lateral y dos saques de esquina, definieron de manera total o parcial sus triunfos ante el cuadro deportivista.
Lo que parecía un pequeño trauma ya superado tras el buen nivel mostrado en esa faceta frente al Racing de Ferrol y corroborado ante el Granada volvió a la palestra en el Nuevo Arcángel. En el cuarto córner del partido botado por el equipo local, llegó el gol. Un 1-0 que desniveló un partido de ida y vuelta, con ocasiones para ambos equipos, en un momento fundamental antes del descanso y justo cuando el Deportivo parecía haber capeado lo peor del temporal.
Los fantasmas regresaron, sí. Pero en esta ocasión, no por fallos individuales o colectivos, sino por una desatención a la hora de plantear la defensa mixta. Una desatención probablemente sabida y ejecutada a propósito, al priorizar otras amenazas antes que la presencia de Carracedo en la frontal del área a la altura del segundo palo.
Porque al tercer córner botado desde la esquina derecha, el Córdoba logró conectar el centro de Álex Sala con la fabulosa volea del extremo catalán. Fue una acción de enorme mérito técnico, pero facilitada por un Deportivo que no detectó el peligro de la presencia del ex del Linares en la zona más alejada del punto desde el que se sacaba la acción.
A pesar de la presencia imponente de Helton Leite, Imanol Idiakez y su staff volvieron a apostar por defender los córners con tres futbolistas en zona, además de seis marcando al hombre y Yeremay pendiente de la frontal del área. Con Martínez, Bouldini y Mella encargados de proteger el primer palo y la frontal del área pequeña, Vázquez, Villares, Ximo, Jurado y Lucas, además de Soriano en el segundo palo, se encargaban del marcaje individual a los seis rematadores que el Córdoba colocaba en área rival.
A mayores, ante la ausencia de descolgados, el cuadro andaluz asomaba a la frontal del área a sus dos extremos: Jacobo a la corta y Carracedo más alejado. Las matemáticas eran claras: al Dépor solo le sobraba Yeremay. El canario era el encargado de proteger el balcón del área, pero lo hacía mucho más pendiente de Jacobo como amenaza más próxima al balón y dejando de lado la presencia de Carracedo.
A pesar de la evidente ‘soltería’ del jugador de banda derecha tras el primer córner, el Deportivo no corrigió en el segundo. El saque no iba hacia él, así que mejor darle prioridad a los más cercanos. Tampoco modificó nada en el tercer saque de esquina… que sí fue mortal. Nuevas movilidades hacia el primer palo pero, esta vez, la pelota va abierta hacia el segundo. Justo un área libre al que Soriano, bloqueado por Albarrán en una acción lo suficientemente bien ejecutada como para no ser ilegal, no puede llegar. Volea y gol.
El Dépor no supo intuir la evidente amenaza que tenía en ese segundo palo. Pecó de optimista al entender que era muy difícil que el rival le hiciese daño ahí. Y todo pese a que tan solo una semana antes, el Córdoba se había predispuesto en los córners desde el queso derecho de una manera casi idéntica.
El Dépor comenzó defendiendo casi como un espejo del Málaga. Pero el conjunto de Sergio Pellicer intuyó el peligro y al cabo de una o dos acciones, matizó la disposición de su futbolista de la frontal: de defender a Jacobo a hacerlo en intermedias para reaccionar en función de la trayectoria de la pelota y encargarse de uno u otro extremo.
Corregir o no, al entender que el peligro puede llegar de manera mucho más evidente a partir de otras formas. Son decisiones que hay que tomar y al Deportivo le salió cruz. De no llegar el gol, quizá no se hablaría de esa imprudencia que, con la gran acción de Sala y Carracedo, acabó transformándose en ingenuidad.