Los rivales le tapaban por dentro y, entonces, solo podía atacar por fuera. Pero el peligro era menor. El Dépor de inicio de temporada era un equipo al que le costaba producir a partir de sus jugadores exteriores. Sin apenas extremos puros en su plantel, buena parte del peso ofensivo pasaba por los laterales del Deportivo.
Con Trilli incapaz de acumular continuidad en cuanto a su disponibilidad y Alberto Retuerta sin opciones, todo el peso recaía en Antoñito y Raúl Carnero, dos futbolistas con pasado reciente en Primera División y unas aptitudes más que demostradas en la teoría para la misión encomendada.
Pero algo fallaba. Los dos veteranos defensores, ahora encomendados a ser piezas decisivas también en ataque, estaban lejos de su teórico nivel. Un debe individual y al que, a la vez, no contribuía el colectivo. Porque sí, Antoñito y Carnero estaban mal. Imprecisos en sus acciones, dubitativos en sus movimientos y apurados para cubrir todo el carril. Y ese era el principal problema, pero no el único.
En el 4-2-3-1 inicial de Borja Jiménez, que luego acabó mutando a un 3-4-3 y a un 4-3-3, el ‘2’ y el ’15’ se posicionaban muy arriba en ataque. En vez de aparecer por sorpresa, ya estaban. Y claro, perdían capacidad de desconcertar a un enemigo que ya los tenía detectados. Sobre todo si el equipo no encontraba una fluidez óptima en la circulación para generarles ventajas que ellos, por sí solos, no pueden obtener por su propia naturaleza.
Con Trilli y Narro se abrió un atisbo de esperanza. Pero el primero cayó, de nuevo, presa de las molestias físicas. Y el segundo ofreció demasiadas lagunas defensivas que hacían poco rentable su inclusión en la línea defensiva. Tocaba volver a confiar en, a priori, dos laterales con un nivel de sobra para ganarse la condición de titulares en el Deportivo.
Y tres meses después del inicio de la temporada, parece que, por fin, el binomio empieza a acercarse al nivel esperado. Algo que permite que el Deportivo no solo encuentre los carriles en profundidad, sino que también genere verdadero peligro a través de ellos.
«Si coinciden Roberto, Lapeña, Jaime, Mario, Rubén, es normal que el equipo tenga la pelota y a partir de ahí haga crecer la jugada. Los laterales cada vez están mejor y por ahí viene el progreso», destacó Óscar Cano en la rueda de prensa posterior al choque en Fuenlabrada. Tan sencillo y a la vez tan complejo como eso: juntar de manera racional piezas con calidad para hacer fluir el juego. Que el colectivo ayude a mejorar al individuo. Y esperar que el individuo, como es el caso, mejore.
La producción de los laterales del Deportivo
De este modo, las sensaciones que ofrecen los laterales del Deportivo ya son otras. Y así lo confirman los datos. Porque más allá del hecho de haber marcado solo 2 de los 10 tantos desde la llegada de Cano a partir de centro lateral, el equipo blanquiazul está siendo capaz de poner en situaciones óptimas para dar pases definitivos a Raúl Carnero y, sobre todo, a Antoñito. Y encima, ellos están más afinados.
El caso más evidente es el del andaluz. En los 6 últimos partidos de liga, Antoñito ha dado 12 pases clave. Es decir, asistencias que han acabado en chut. Durante la media docena de encuentros que disputó previamente, solo logró la mitad: 6. Y eso que su volumen de centros fue mucho mayor durante la etapa de Borja Jiménez, pues en el mismo número de partidos ha pasado de 40 envíos a solo 25. Calidad en vez de cantidad.
Relacionado con esto se encuentra el número de toques en el área, igualmente en ascenso, pues ha pasado de 5 a 7, pese a que su volumen de participación en el juego es similar en ambas etapas. Mientras, a nivel defensivo sus datos de recuperaciones e interceptaciones son también superiores ahora. En parte porque su posición menos elevada de partida y las mejores distancias entre los futbolistas para no exponerse tanto ante la pérdida le ayudan.
Si la mejora en el rendimiento de Antoñito es evidente, también es algo palpable en Raúl Carnero. Sobre todo tras el encuentro ante la Cultural Leonesa en Riazor que fue, sin duda alguna, su mejor actuación del curso. Beneficiado por las sinergías de Isi Gómez, que atraía mucho al extremo cuando bajaba a recibir, y Mario Soriano, más pendiente de ‘pulular’ entre líneas que de ocupar el carril zurdo, Carnero se pareció aquel día al futbolista que el Dépor contrató en verano cuando firmó su regreso.
Contra el equipo leonés colocó 10 centros. De ellos, 4 fueron precisos y 2 acabaron en remate de un compañero. Fue un porcentaje de acierto bueno que confirmó lo que se veía en el campo: el zurdo estaba más suelto que de costumbre. Esa versión, potenciada por la capacidad del equipo para circular a un gran ritmo el balón y encontrar a sus laterales en situaciones ventajosas, no se replicó en Fuenlabrada, donde el coruñés cumplió con su cometido defensivo, pero el partido no le ofreció apenas opciones para aparecer en ataque.
Precisamente ese nivel en la fase sin balón es el que le está permitiendo, hasta en los días más pobres en ataque, seguir llamando a la puerta del once. Porque Carnero registra un notable 68,7% de éxito en los duelos defensivos durante la temporada (siempre según Wyscout). Si a eso le consigue sumar, además, las soluciones que ofreció a nivel de apariciones y buenos golpeos que dejó ante la Cultu o en sus primeros partidos de la temporada -marcó un golazo y estuvo a punto de hacer otro-, Raúl también habrá confirmado su particular despegue. Y con él, el Deportivo contará con dos alas más para alcanzar la velocidad de crucero.