El Deportivo se mide a un Valladolid B sin margen de error. Llega el filial prácticamente descendido, sabiendo que debe ganar los dos partidos que le quedan y esperar un milagro. Una quimera para un Valladolid Promesas que se irá a Segunda RFEF arrastrado por unos datos que demuestran una evidente endeblez defensiva: por la cola muere el pez.
Es el Valladolid Promesas un filial típico, conformado únicamente por dos jugadores mayores de 23: el meta Iván Casado y el central Saturday Erimuya, que apenas superan esa edad. Sin apenas veteranía y con un también inexperto en el banco Julio Baptista a los mandos, era de esperar que el conjunto pucelano sufriese para mantener la categoría. Y así ha sido. Porque la escuadra blanquivioleta llega a las últimas dos jornadas de campeonato cojeando por una fragilidad que le hace ser el conjunto más goleado (58 tantos), pero también el que más remates recibe por partido (12,89) y el que más goles esperados (xG) en contra promedia: 1,51 por cada 90 minutos de juego.
Así, resulta evidente que el Valladolid B, un pez demasiado pequeño entre tanto tiburón, padece sus problemas desde la cola. No ha conseguido Julio Baptista que su equipo eche el cerrojo a la portería, donde ya han actuado cuatro guardametas. El último y actual titular, un Álvaro Catalina que todavía es juvenil.
Si entre los palos no ha habido una receta, lo mismo ha sucedido en defensa. Y es que el equipo vallisoletano no ha encontrado la fórmula en ningún momento para encontrar la solidez. Con Saturday como pieza más indiscutible en el eje de la zaga, el otro puesto ha ido rotando entre Quique Ríos, Isaac Amoah –jugó el Riazor-, David Torres y Palomeque, aunque tan solo el primero ha encontrado una cierta continuidad.
Aún así, tampoco es la zaga el único debe del Valladolid Promesas. Porque el principal problema del equipo pucelano es colectivo. Con su juego, ni ha logrado atacar a gran nivel ni, sobre todo, ha encontrado la fórmula para defenderse bien. El cuadro castellano y leonés es, junto al Deportivo, el más combinativo del Grupo 1. Así lo demuestran su alto volumen de pases (422,2) o el número de pases por minuto de posesión (ritmo de circulación), que es de 14,4. De hecho, incluso se podría decir que es un equipo que logra ser vertical, pues encuentra más pases profundos (a los 20 metros más cercanos a la portería rival) que nadie. Pero eso no le vale para producir sobremanera.
Efectivo
Con una cifra de solo 0,92 goles esperados (xG) por partido, el Promesas ha tirado más de pegada que de generar verdaderamente ocasiones claras. Porque el conjunto pucelano ha logrado marcar 40 goles en 36 encuentros y situarse entre los mejores en esta faceta dentro de su zona. Clave para ello ha sido la aportación de Sergio Benito. El punta fue pretendido en verano por el Deportivo y en invierno regresó al Valladolid tras su préstamo infructuoso en Badajoz. Desde febrero, el delantero madrileño ha materializado cinco tantos. Una cifra que le ha servido para ser el tercer máximo goleador del equipo. Solo tiene por delante a Paulo Vitor (7) y Víctor Narro (6), los dos hombres que le suelen flanquear en las alas.
Por detrás del peligroso trío atacante Baptista ha encontrado una buena base conformada por Mikel Carro y el excéltico Moha. Junto a ellos está un Sergio Ortu que llegó del Eldense en el mercado invernal y se ha hecho indiscutible.
De este modo, el Valladolid Promesas es un pequeño pez entre tiburones y todos los datos apuntan a que no sobrevivirá. Pese a ello, el segundo equipo vallisoletano cuenta con argumentos para dar más de un susto, como demuestra el hecho de que sea el séptimo mejor equipo en los últimos dos meses. Aunque de poco le vaya a valer de cara a la salvación.