El Deportivo avanzó a la final del playoff de ascenso después de una auténtica exhibición defensiva ante el Málaga en La Rosaleda. Tras hacer gala del potencial ofensivo en la ida, los de Martí se atrincheraron para aguantar el chaparrón local y, con cierta dosis de fortuna, pero sobre todo con mucho oficio, fueron apagando el infierno que la afición local había montado para la vuelta.
Martillo y yunque. Orden y talento. Y talento en el sentido más amplio de la palabra. No sólo el que muestran Edu Expósito o Carlos Fernández cada vez que tocan el balón, sino también otra clase de talento, igual de necesario y a menudo menos valorado. el defensivo. Porque la resistencia del sábado no podría entenderse sin Domingos Duarte ni Somma, dos gigantes que se llevaron en el bolsillo a todos los atacantes andaluces. Siempre bien perfilados, cada despeje era bueno, cada cobertura, acertada… una muralla que tuvo al mejor guardián posible: Álex Bergantiños. El coruñés fue el mejor amigo de todos, siempre dispuesto a echar una mano.
El orden volvió a ponerlo Martí, uno de los grandes vencedores de esta eliminatoria. Su anuncio de rotaciones podía parecer un brindis al sol, pero llevó a cabo su amenaza con varios cambios sorprendentes y, sobre todo, un plan. Y el encuentro salió tal y como lo había imaginado. El balear demostró que el fondo de armario del Dépor es de etiqueta y ha logrado enchufarlos a todos para el momento decisivo. La aportación de Vicente y, especialmente, de Nahuel, con una concentración que le permitió firmar varias acciones defensivas notables, fue decisiva.
El resto lo hizo Fede Cartabia. La entrada del argentino, más cerebral que nunca, acabó por dinamitar al Málaga. Por primera vez en el partido tuvieron que preocuparse también de correr hacia su portería y ahí se terminaron los locales. El cambio de la pausa de Vicente por la electricidad del argentino fue demasiado para los de Víctor, que no tuvieron respuesta en ningún momento, más allá de un Ontiveros que siempre estuvo por encima de sus compañeros, pero demasiado solo.
El gol de Álex, con la involuntaria colaboración de Munir, fue la metáfora perfecta de lo que está siendo el Deportivo en este playoff. La definición máxima de equipo. Todos hacen de todo, una filosofía que debe mantenerse para la final y que acercará, sin ninguna duda, el sueño de regresar a Primera División.