El equipo sale goleado, se escuchan pitos en Riazor señalando en todas direcciones, Paciência se marcha y llega Fernando Vázquez. En plenos carnavales, el Deportivo se disfrazó de esperpento.
Cuando incluso la esperanza se pierde, poco queda. Si hace semanas que el Deportivo está en shock, difícil se antoja calificar lo acontecido el sábado, con la masa social fundida a negro. Entre medias, un Domingos Paciência incapaz de reflotar la nave. El glamour que indicaba una lustrosa final de UEFA no fue tal en A Coruña y el técnico portugués abandonó el barco. ¿El capitán del Concordia? ¿Un gesto honorable? Lo cierto es que Riazor todavía se debate entre inclinar hacia arriba o hacia abajo su pulgar. ¿Admirar su honradez o echarlo a los leones? Lo que es seguro es que su aventura galaica quedará en anécdota. Una insulsa y fugaz, casi cómica, anécdota de un hombre que no respondió entre el mar de elogios –servidor incluido- que se vertieron a su llegada. Esperábamos al Mesías salvador y llegó Brian. Si te he entrenado, no me acuerdo.
Alejado de esa pomposidad que envolvía el curriculum del luso llega ahora Fernando Vázquez. Perfil bajo, de la tierra y hablando gallego. No es poco. Del “Menos mal que nos queda Portugal” al “Miña terra galega”. Por ahora, el siniestro no es total. Sí lo son las sensaciones. Buscando motivos de cara a la ilusión, Arsenio retornó al Dépor en la temporada 87/88 en situación parecida. Lo que llegó después ya es sabido: un hombre de Arteixo hizo grande al Dépor. Probablemente, a la mayoría de los deportivistas no le gustaría el fichaje del de Castrofeito en otra situación. Ahora, tan al fondo del pozo, cualquier gesto inspira aire; cualquier opción parece viable. A situaciones desesperadas, medidas desesperadas. No hay mucho a lo que aferrarse. “Un hombre de una moral de hierro”, dijo el presidente. En época de guerra, todo agujero es trinchera. Al menos cree en la salvación y sus primeras palabras en blanquiazul han tenido cierto calado entre la hinchada. ¿Por qué no?, se preguntan algunos. Pese a la sensación más derrotista en años, el deportivismo desprende una pizca de ilusión. Al menos una pizca. Una victoria el viernes haría el resto.
Fernando Vázquez, de corazón blanquiazul, llega al club que ansiaba cuando éste se encuentra en la peor de las escenarios concebidos de los últimos 25 años. Curioso siempre el destino. Más aún el futbolístico, siempre a contracorriente. Con ambos sin mucho que perder, Fernando y el Deportivo se encuentran. No le asusta el reto. Más conocido por sus excéntricas carreras por la banda que por sus meritorios logros, el gallego vuelve tras una época de retiro en la que ha seguido estudiando nuevos métodos: “Pienso que ahora soy mejor entrenador”. ¿Y si salva al equipo? Por ahora, la ilusión es mínima y recae, más que nada, en aspectos extradeportivos del técnico y su gusto por la cantera. Para que no se diga, el fin de semana ya brindamos por él. Que por nosotros no quede. Cuando incluso la esperanza se pierde, todo lo que venga será de más. Cuando todo está perdido, solo queda ganar.