Una renta de dos goles era, hasta ahora, sinónimo de victoria para el Dépor. Sin embargo, ante el Arenteiro, el cuadro herculino vio cómo le volaban del bolsillo dos puntos cuando solo quedaba abrochar el último tramo de la cremallera para retenerlos.
El Deportivo 2-2 Arenteiro final, con ese tanto en el de córner en el tiempo añadido, dejó al equipo blanquiazul sin un triunfo que hubiese supuesto colocar ya medio pie en Segunda División. Pero el empate no llegó porque el equipo de Idiakez diese un paso atrás. Más bien al contrario. Analizamos los pecados blanquiazules sobre los que recapacitar para salir reforzados de un ligero traspié y mantener en Sestao la trayectoria inmaculada en la segunda vuelta.
Un Deportivo ‘demasiado’ atrevido
Es su seña de identidad. Ir arriba a presionar arriba. Acosar al poseedor a costa de dejar espacios a la espalda. Y ante el Arenteiro, el Deportivo no cambió. El plan le salió bien en la primera mitad, en la que el equipo fue capaz de robar para correr. Pero no en la segunda. Con 1-0 a favor y con el rival cambiando, el cuadro herculino se mostró invariable. Y ese fue su verdadero pecado capital.
Porque no, el Dépor no encajó en esas acciones en las que el Arenteiro superó una y otra vez las primeras líneas blanquiazules encontrando superioridades y pases por dentro. De hecho, esas situaciones tan solo acabaron en un chut de Cardero que se fue rozando el palo y otro de Esquerdo que atrapó Germán. Pero la elevada y mala presión deportivista empezó a ser causa y consecuencia para acabar viendo a un Arenteiro cómodo con la pelota y a un conjunto local que corría tras ella. Las sensaciones de Villares al término del partido no engañaban: «A través del balón nos sometieron».

Javi Rey cambió su 4-2-3-1 más estricto para colocar un rombo en el centro del campo a partir del que encontrar evidentes ventajas por dentro ante un Dépor que solo se protegía con un doble pivote. Pero el problema no fue de estructuras, sino de comportamientos. Porque en vez de esperar un poquito más atrás y no ir a buscar al Arenteiro tan arriba para juntarse, permitir salir un poco al rival y tener más opciones de robar y correr, el Deportivo fue a por todas. Al contrario de lo que sucedió ante la Cultural, quiso mantener su personalidad, con el cuchillo entre los dientes.
Con Lucas y Barbero acudiendo a presionar a los dos centrales y Yeremay quedándose en una zona intermedia desde la que no tapaba línea de pase con nadie ni acosaba al lateral Jordan, el Dépor empezó a caerse. Mella estaba pendiente de un Álvaro Ramón que estiraba por fuera para que Chacón apareciese por dentro, a espaldas de un Villares y José Ángel para los que cada acción exigía de puerta grande o enfermería.
Porque el doble pivote local se tenía que repartir a Esquerdo e Illescas, pero también estar pendiente de Pibe, que pululaba desde la mediapunta a los costados de Jurado para hacerle salir de zona. Mientras, Balenziaga se emparejaba con el extremo Cardero y Paris perseguía a Chacón, con Vázquez decidiendo entre ‘saltar’ a por el ex del Racing si aparecía muy por dentro o ayudar a Martínez con Manín.

Las superioridades aparecían por todos los lados. El Arenteiro fluía, con ritmo y movilidad para ocupar espacios. El Dépor perseguía sombras. Llegaba tarde. Y eso lo hacía ir cada vez más apurado en las acciones. En vez de esperar para poder robar y correr hacia delante, acababa teniendo que defender corriendo hacia atrás.
Hasta el gol de Villares en una acción aislada que parecía dejar el choque medio resuelto. No fue así porque bien pronto el Arenteiro recortó. Fue entonces cuando el Dépor ajustó su presión. Mella, hasta ese momento encargado de perseguir a Ramón pasó a ocuparse de Illescas. De ser prácticamente un lateral derecho en línea cinco, a ejercer de interior derecho para marcar al medio rival, que jugaba muy volcado a la izquierda, casi como el vértice zurdo del rombo que por momentos formaba el equipo de O Carballiño. Ese ajuste generó algo más de comodidad en el Deportivo… hasta que Villares y Jurado volvían a caer en el señuelo y ‘saltaban’ a por Pibe y Esquerdo.

Sin ir tan arriba y, por lo tanto, lejos de ser el ‘baile’ del primer cuarto de hora del segundo tiempo, el Arenteiro seguía mandando. Se las arreglaba para encontrar a Chacón, del que se encargaba ya Pablo Vázquez, con Paris enfocado en un lateral izquierdo enemigo. A base de mucho tercer hombre, gracias a recepciones y descargas a los hombres de verde que ganaban la espalda a los de blanco y azul, el cuadro herculino seguía sufriendo… aunque sin conceder. Tanto que pareció aguantar el chaparrón más fuerte y, una vez Rey apostó por cambios más ofensivos, incluso empezar a controlar más el partido.
El bloque era más bajo. Ya no había tantos espacios y las ayudas aparecían. Había opciones de robo y contragolpe… pero faltaba amenaza.
Sin balón, ni amenaza
Estuvo muy mal con la pelota el Deportivo. En la primera parte, se las ingenió para recuperar y correr. Y a base de transiciones, generó no solo un gol, sino varias situaciones de peligro. Pero no se encontró cómodo en ataque posicional ni con 0-0, ni con 1-0, ni con 2-1. Sin Jaime o Ximo Navarro como hombres claves en el inicio de juego por el sector diestro, el Dépor se quedó sin mecanismos para progresar desde la asociación. El Arenteiro no ‘saltaba’ y Lucas o Yeremay no aparecían entre líneas. Todo se reducía en encontrar en largo a un buen Barbero.
Sin embargo, su capacidad en la transición ofensiva le daba para ir amenazando. Hasta que dejó de darle. Porque en cuanto el Arenteiro agarró el balón en la segunda mitad, el Dépor empezó a sufrir para defender. El equipo estaba incómodo. Y eso se notaba cuando recuperaba. No defendía bien a nivel estructural y por eso le costaba atacar. Pero es que además le faltaba cada vez más energía y una alta dosis de acierto.
Imanol Idiakez ha ido haciendo crecer a su bloque a base de encontrar contextos para que el talento ofensivo brille. Pero si el talento se queda oculto todo de golpe, el mismo día, el Deportivo se queda en un sí, pero no. En una segunda parte en la que estuvo lejos de tener el control -de la manera que fuese-, el cuadro coruñés dispuso de situaciones de ataque posicional que acababan en nada y de numerosos contragolpes que o bien no eran finalizados, o bien se finalizaban de la peor forma en cuanto a decisiones.
Tan evidente fue que el Arenteiro dominó la segunda mitad como que las llegadas más claras fueron para el equipo herculino. Pero faltaba esa precisión que permite al Deportivo ser un bloque camaleónico.
Idiakez tenía ante sí las pastillas roja y azul de Matrix para elegir su propio futuro: amenazar o protegerse. Y apostó todo a mantener esa amenaza, también como mensaje a su equipo para no aumentar el lógico miedo a perder. No solo dejó de blindarse en el centro del campo con Rubén López -aunque fuese por Mella o Yeremay-: es que entendió que recargando de energía la línea ofensiva podía llevar el partido a un marcador más tranquilo. Nada de eso sucedió porque sobre todo Alcaina y Davo estuvieron lejos de sumar lo que se espera de revulsivos. Y así, el Dépor llegó al final del choque muy apretado.
Un balón parado a cara o cruz
A pesar de que cada vez sufría menos, el encuentro entró en el añadido pendiendo de un hilo. Y el Arenteiro lo aprovechó a balón parado. Poco tuvo que ver ese final con la situación del 2-1. Ese primer tanto fue fruto de una acción desafortunada, en la que uno de los dos hombres libres que ubica Idiakez en su marcaje mixto desvió un balón que iba con tan poco veneno que apuntaba a caer en los guantes de Germán.
Fue una desgracia que poco tuvo que ver con una mala defensa. No sucedió lo mismo en el añadido. En el primero de dos saques de esquina consecutivos, el Arenteiro se anticipó para tocar el esférico en la prolongación del pico del área pequeña, allá donde ningún hombre libre del Dépor esperaba. Una acción peligrosa, pero que el equipo logró despejar… a medias. Porque le faltó contundencia para evitar conceder otro saque de esquina.

Con el Arenteiro ya volcado, incluyendo a su portero Diego Rivas entre los rematadores, las marcas eran más difusas. La situación es prácticamente de igualdad numérica. Y si uno quiere mantener su marcaje mixto -algunos al hombre y otros en zona-, todos deben responsabilizarse. No sucedió así. Cardero volvió a sacar al mismo lugar y esta vez Vázquez -antes en zona- acudió a despejar. Ante la melé, nadie tocó. Y la pelota cayó a Rivas primero y a Romay después. Demasiado solos ambos, mientras Cayarga y Lucas Pérez, acostumbrados a ejercer de descolgados, se desentendían de la acción esperando un rechace del que nada productivo se podía sacar.
Fue un balón parado final a cara o cruz. Extraño y en el que es imposible trabajar de manera previa, pues no es habitual que un contrario vaya al remate con nueve futbolistas y otro en la frontal. Pero cuando llegas al final después de tanto estrés, sin haber estado cómodo y con improvisación para defender… estas cosas pueden pasar. Le pasó al equipo coruñés, que con el Deportivo 2-2 Arenteiro final perdió un triunfo que no había merecido del todo, pero que casi se lleva. Y esa vuelve a ser la mejor conclusión. Que incluso en los días menos buenos, el equipo acaba cerca de ganar. A pesar de unos pecados sobre los que deberá reflexionar para no repetir en Sestao.