«Flota como una mariposa, pica como una abeja». La icónica frase de Muhammad Ali ha trascendido su época y ha arraigado en la cultura popular del deporte no solo por su fabulosa sonoridad, sino por el enorme significado que contienen esas ocho palabras. La locución del legendario boxeador ejerce de brillante resumen sobre todo lo necesario para destacar en su disciplina, pero es extensible a muchos otros deportes.
En el boxeo, si a la capacidad para ser ágil se le suma una pegada imponente, el resultado solo puede ser temible. Lo mismo sucede, salvando las enormes distancias. Agilidad en el juego, que equivale a dinamismo, unido a la capacidad para transformar situaciones de gol por mínimas que sean. Es una fórmula que solo puede resultar ganadora y a la que el Dépor se acogió el pasado domingo… a medias.
Porque sí, en el encuentro ante Unionistas, el equipo coruñés logró flotar como una mariposa. Amparado en el maravilloso dinamismo de su complementaria banda derecha, voló mucho y muy alto. Pero a ese vuelo, le faltó picar. A pesar de amenazar una y otra vez, al conjunto herculino le faltó materializar todo ese enorme volumen de juego en goles. Llegó, pero no cristalizó y acabó sufriendo por amarrar tres puntos con un escueto Deportivo 1-0 Unionistas, en la que fue una de sus actuaciones más brillantes y completas de este curso en Riazor.
Una derecha complementaria… al cubo
Si ante el Cornellà hace diez días el Deportivo fue capaz de empezar a ganar el partido gracias a la enorme complementariedad de movimientos que encontró en su carril derecho con Ximo y Villares, frente a Unionistas se sumó un tercer elemento: David Mella. El extremo coruñés terminó de dotar de altura, amenaza y movilidad un pasillo por el que el Dépor inició, construyó y finalizó casi todo su caudal ofensivo durante el primer tiempo y parte del segundo.

¿Cómo lo hizo? Gracias a la fabulosa interrelación entre Ximo Navarro y Diego Villares, que se volvieron a repartir las alturas. Cuando uno acudía a la base, el otro elevaba su posición. Y a esa coordinación se unía Mella, bien fuese recibiendo en amplitud o en posiciones más interiores para terminar de repartir alturas y carriles, dividir atenciones y repartir amenazas.
De este modo, el Dépor partió de un teórico 4-2-3-1 en ataque que, en realidad, no fue tal. Durante los primeros minutos del acto inicial, el equipo herculino inició su fútbol ofensivo con los cuatro defensas relativamente bajos, José Ángel Jurado un poco por delante como único pivote y Hugo Rama y Villares claramente como interiores, en un 4-1-4-1. Ante un Unionistas estructurado en 4-4-2 y presionante en los saques de puerta pero no una vez el equipo herculino progresaba, Idiakez buscaba que Jurado ejerciese de ‘señuelo’ sobre el que ‘saltase’ alguno de los dos mediocentros de Unionistas.

Entonces, una vez eso sucediese, la pauta era clara: buscar de la manera más rápida posible la conexión con Rama o Villares. Bien directamente con pase de Jurado o bien devolviendo a uno de los defensas para que jugasen de cara hacia los interiores. Ahí el Dépor iba a encontrar una primera superioridad para superar líneas de presión y así sucedió sobre todo con el de Vilalba, que no dudaba en caer muchas veces a banda para habilitar línea de pase y hacer progresar el juego.
A mayores, la trascendencia del capitán blanquiazul no se quedaba ahí. Si en las últimas semanas Villares venía jugando con un rol mucho más contenido en ataque, en esos primeros minutos frente a Unionistas dio rienda suelta a su explosividad, con constantes desmarques de ruptura entre central y lateral una vez la pelota estaba en los pies de Mella o Ximo en banda. La intención no era otra que generar una opción de pase en profundidad o, sobre todo, realizar un aclarado para que el Dépor pudiese conectar en el carril central, con las conducciones hacia dentro de Mella y las apariciones de Jurado desde segunda línea, Rama o Yeremay. Empezar por fuera y acabar por dentro.

Esta situación con Villares ejerciendo como intermediario y atacando el espacio empezó a dar un enorme dominio al Dépor, que hundía a Unionistas una y otra vez a base de ritmo y movilidad. Y fue, de hecho, la clave en la acción que condujo al primer y único gol del choque.
Ximo bajo atrayendo al extremo, Jurado al apoyo llamando la atención del mediocentro de ese lado y Mella acudiendo al apoyo para arrastrar al lateral. El escenario ideal para que irrumpa desde la nada Villares, reciba el pase largo y encuentre en profundidad el desmarque de Barbero. El centro acaba sin remate, pero Unionistas ya está hundido y en la continuación, Jurado tiene tiempo y espacio para golpear desde la frontal. Puntera de Barbero y Deportivo 1-0 Unionistas. Un gol tan afortunado como gestado previamente en una pizarra a la que el equipo blanquiazul sacó mucho jugo.

Villares: fin, inicio y protección
La situación de Villares ejerciendo como nexo dio mucho al Deportivo. Pero el ‘8’ fue mucho más que ese futbolista capaz de enlazar y romper. Más allá de su soberbio trabajo sin pelota, Diego también ejerció de iniciador de juego. De director de orquesta. Y lo hizo desde una posición de tercer central que permitió al Dépor tener una salida mucho más limpia sin perder un ápice de amenaza por delante.
Con esos tres hombres en inicio, Villares tuvo mucho tiempo y espacio para progresar en ese carril lateral. Etxaniz y Losada, la doble punta visitante, no llegaban a tapar las conducciones del de Vilalba. Y el extremo no terminaba de ‘saltar’ a por él para evitar dejar demasiado desprotegido a su doble pivote y alejarse de Ximo.

El lateral cogía vuelo y entre él y Mella se repartían el carril derecho. Movimientos al apoyo y otros de ruptura. Continuos cambios de posición entre ambos unidos a las apariciones desde el carril central de un Hugo Rama muy inteligente en sus ubicaciones, Yeremay o Jurado. Con Barbero sujetando a los centrales para que el Dépor pudiese encontrar en ese perfil situaciones de superioridad posicional de manera constante que el equipo generó gracias a que los futbolistas ocupaban espacios, no posiciones. Era una movilidad armoniosa, como la de los primeros minutos en Tajonar.
De este modo, el segundo rol de Villares con balón no solo permitía al Dépor ser más agresivo ante un Unionistas que, por momentos, trató de copiar al Sabadell con esa tendencia a ‘flotar’. Sino que además provocaba que el lucense se quedase en posiciones más óptimas para poder presionar hacia delante o corregir hacia detrás si el equipo perdía la pelota.

Porque sí: el cuadro deportivista firmó una gran primera mitad en la que solo la falta de acierto de sus hombres de ataque (en la penúltima acción, en no acudir a la posición de remate o en la finalización) le negó irse en ventaja. Pero gran parte de esa positiva dinámica que consiguió con balón fue gracias a su excepcional trabajo defensivo. Un trabajo que inició desde sus buenos ataques, que le permitían perder la pelota en zonas de alta densidad numérica. Y que complementó con una gran activación para presionar, unas óptimas vigilancias y un brutal acierto en los duelos.
De este modo, el Dépor estuvo lejos de ser un equipo roto. Atacó juntó y defendió todavía más junto, pues una vez perdía se convertía en un bloque agresivo, estrecho y muy corto a pesar de ir muy arriba a apretar. Cada recuperación de Unionistas era un callejón sin salida cercana. Y mirar lejos exigía ganar disputas, un arte en el que los Pablos se impusieron desde su inmensidad para vencerlo todo, a pesar de estar exigidos a campo abierto.

La pausa solvente
Con el 1-0 y la salida de Mella del campo, el duelo cambió. El Dépor perdió la amenaza del santiagués a la vez que la energía de muchos otros como Ximo iba disminuyendo. Era imposible aguantar el ritmo. Y además, no era necesario. Unionistas trató de tener más el balón, pero no terminó de encontrar la forma de hacerle cosquillas al equipo coruñés, que seguía yendo alto a presionar y ganaba una y otra vez los duelos cada vez que el cuadro de Ponz jugaba algo más directo.
Faltaba, eso sí, un poco de pausa. Y esa pausa la aportó Yeremay. Muy errático en el primer tiempo, el canario creció de manera fabulosa en el segundo acto para trasladar el polo ofensivo del Dépor de la derecha a la izquierda. Aunque, en realidad, apareció por todos lados. Él fue el encargado de juntar al equipo en esas posesiones largas en un costado que buscan atraer al rival para encontrar el espacio en el carril opuesto.

Tanto en esas situaciones como en todas sus jugadas saliendo de presión para negarle a Unionistas potenciales contras, Yeremay se hizo controlador del choque. Aunque el dueño y señor siguió siendo Villares, capaz de sumar a su capacidad correctora y sus acosos presionando hacia arriba una irrisorio facilidad para sortear rivales con controles orientados o conducciones que destrozaban líneas.
Yeremay y Villares, ya sin Rama en el campo, fueron la aceleración que dio pausa. Una pausa solvente para que se jugase a lo que el Dépor quería y así, con más agobios de los merecidos, amarrar el valioso Deportivo 1-0 Unionistas. Porque si sabes flotar como una mariposa, a veces basta con una picadura de mosquito.