El Dépor navega con sangre en el ojo y arrolla sin compasión a todo el que le mira frente a frente. Su última actuación en Tajonar fue una demostración más. Un Osasuna Promesas 0-4 Deportivo tan justo como meritorio. Porque sí, el filial rojillo afrontaba el choque contra el equipo más en forma del campeonato con bajas muy significativas. Pero ninguna de esas ausencias hubiese ayudado a equilibrar un choque en el que el equipo deportivista arrancó con una energía imposible de igualar.
La plantilla dirigida por Imanol Idiakez tenía, tiene y tendrá más calidad que, como mínimo, el 90% de sus rivales. El problema estaba en encontrar la forma para sacarle partido. Y esa fórmula ha aparecido a través de una conjunción de claves tácticas y confianza que cristalizan en un equipo que lo hace todo muy bien y, encima, muy rápido. Activación y calidad en la comprensión y la ejecución. Ambición para ir a por más, con el resentimiento encima de quien clama venganza después de haber padecido lo que no está escrito durante la primera parte de la temporada.
Todo eso convierte al Deportivo actual en un conjunto demoledor, que demuestra que es mejor que cualquiera y al que no le pesa ni el desolador escenario -lluvia, frío y un campo desolador-, ni el empacho de triunfos y goles recientes. Nada le sacia. Por eso es ‘Citius, Altius, Fortius’.
Te desarmo por dentro…
No es buen negocio ir a buscar al Deportivo. Sobre todo si se hace de manera algo descoordinada. Hace ocho días, el Tarazona logró encontrar la forma para situarse en bloque alto y cortocircuitar la progresión en el juego blanquiazul mezclando marcas. Pero no es fácil repetir una fórmula que requiere valentía, físico y un nivel de concentración altísimo.
En Tajonar , Imanol Idiakez volvió a recuperar una estructura en inicio de juego más próxima al 3-2-4-1 que empleó por primera vez ante la Ponferradina, el día que el cuadro deportivista hizo definitivamente ‘click’. Ximo Navarro fue más tercer central que lateral en ese inicio de juego para generar una primera superioridad numérica frente al 4-4-2 de Osasuna, que cuando empezó a entender de qué iba la película, ya veía como perdía por dos tantos.
El equipo de Castillejo quería presionar arriba. Y entonces, trataba de igualar esa superioridad haciendo que el alguien de la segunda línea saltase a por el central exterior del Dépor correspondiente. Ahí empezaba a morir, ya que además el extremo derecho Buján estaba más pendiente de Balenziaga que de ayudar dentro. El equipo herculino encontraba una nueva superioridad con sus cuatro futbolistas por dentro.
El cuadrado conformado por Jurado, Villares, Lucas y Yeremay destrozaba a un Promesas incapaz de achicar agua. El doble pivote Rabadán-Garriz no sabía si quedarse o ir. Mala una cosa, peor la otra. Y cuando uno de los dos acababa saltando al poseedor, el Deportivo siempre encontraba al hombre libre.
Fue constante cómo Yeremay y, sobre todo Lucas, pero también José Ángel o Villares recibieron dentro con libertad para verticalizar los ataques. Un ejercicio de provocar desajustes que parece sencillo, pero que requiere de una gran capacidad para interpretar lo que está sucediendo, de estar tremendamente activo y de decidir y ejecutar bien. Clave en ese aspecto fue muchas veces la posición del canario, que cuando el juego discurría por la derecha se alejaba para fijar contrarios y ayudar a provocar esas superioridades en la zona de balón. Sumar sin intervenir con el balón en los pies.
Todo eso hizo el Dépor a base de conducciones para atraer, pases en el momento y al compañero precisos, ubicaciones idóneas de tercer hombre para progresar y mezcla de desmarques tanto al apoyo como en ruptura para generar una imprevisibilidad incontenible.
…y te remato por fuera
El primer cuarto de hora del Dépor fue un torrente primoroso de fútbol, jugado a un ritmo inalcanzable para cualquiera en este Grupo 1 de Primera Federación. El equipo herculino logró generar superioridades numéricas, posicionales, cualitativas y socioafectivas en todas las partes del campo. No se puede hacer más y mejor.
Como decimos, el Deportivo cosió su fútbol por dentro para descoser a Osasuna Promesas. Pero realmente, lo remató por fuera. El equipo coruñés no priorizó ninguno de los dos carriles de inicio, pero fue en el derecho donde encontró el filón. Ahí, con Mella partiendo muy amplio por fuera para atraer al lateral Dufur, el equipo herculino tenía un arma evidente tras generar ventajas previas. Pero es que incluso fue capaz de generar rebajando el ritmo en ese carril para juntarse y, de repente, volver a acelerar.
Sí, Mella pudo destrozar a su rival ya antes del minuto tres con su capacidad para generar una ocasión de gol de una situación previa de equipo hundido, robo y pase al espacio. Pero es que incluso antes de que se alcanzase el segundo 90 de partido, estuvo a punto de estrenar el marcador en una acción que terminó siendo muy habitual en ese pasillo derecho en el que confluyeron el santiagués, Lucas, Villares y un Ximo que partía como tercer central pero terminaba soltándose casi como un centrocampista más.
No llegó ahí el primer tanto, pero sí lo hizo en torno al minuto 17 en la enésima situación de ventaja que el Deportivo logró construir con ese cuarteto en el carril derecho. Transición siempre mirando a Mella, que pausa la jugada. Cambio de orientación de Lucas a la izquierda para juntar allá al rival y volver a girar hacia el carril diestro, donde se vuelve a generar una situación de superioridad total que el Dépor aprovecha por su interpretación para acelerar cuando es necesario. Mella fuera, Villares dentro fijando, Lucas recibiendo solo y Ximo estirando. Centro del lateral y Barbero ejecutando.
Jugar hacia delante, mirar a un lado y si no hay opción, girar al otro. Un patrón repetido de manera constante por el conjunto de Idiakez, que también transformó así el 0-1, en un pase al movimiento al apoyo de Mella para que Lucas Pérez recibiese solo como tercer hombre, demasiado lejos de Michelis y demasiado a la espalda del doble pivote. Movimiento diagonal de Barbero para atacar el espacio o arrastrar defensas y aparición en el espacio libre, desde atrás, de Balenziaga para cazar el cambio de orientación y servir al ariete, que completó su acción invisible con una finalización de otra categoría.
Apretar los dientes
El Deportivo ganaba 0-2 a los 17 minutos. Un resultado tan sorprendente como merecido e incluso corto. Ese primer cuarto de hora irrepetible le hubiese servido para sentenciar prácticamente el partido. Pero lo que llegó después también tuvo mérito. Y mucho.
Porque el conjunto coruñés no se relajó. Siguió apretando los dientes en defensa para ir a presionar arriba a Osasuna Promesas a pesar del juego directo del rival. Para ganar duelos que, de perderlos, habrían transformado la agresiva propuesta en un peligro real, por la paridad casi total entre la última línea herculina y el ataque local. Los zagueros visitantes estuvieron enormes. Y José Ángel se encargó de, al menos, ejercer de hombre de emergencia en caso de suceso inesperado. Es la propuesta del Dépor, tan agresiva que incluso ganando ve cómo en ocasiones a su doble pivote el rival le coge la espalda por esa tendencia a ir a acosar al hombre con balón.
Sin necesidad de mantener el plan de los primeros minutos ni posibilidad dado el estado del terreno de juego, el Dépor minimizó riesgos y empezó a jugar más directo. Insuficiente para generar de manera constante, pero suficiente para llevar el partido a la nada y, a la vez, aprovecharlo todo. Robo y mirar lejos, para iniciar una transición rápida hacia Mella (cómo no). Pérdida y recuperación inmediata fruto del estrés al que estaba sometido un Osasuna que golpeaba más que pensaba. Lucas encarando a la defensa, filtrada y hat-trick de Barbero.
El encuentro estaba resuelto tras salir del descanso, pero aún hubo tiempo para seguir siendo verticales, con Villares recuperando el enésimo balón y poniendo a correr a Mella para que llegase Yeremay al área y la acción acabase en -dudoso- penalti. Duelos y correr, unido a talento. Gol. Osasuna Promesas 0-4 Deportivo. Apretar los dientes hasta el final para no conceder ni un resquicio. Arrollar sin compasión, con sangre en el ojo. No solo para ser el más más rápido, el más alto y el más fuerte de la manada, sino también para parecerlo y asustar al resto.