El Algeciras CF era pura arcilla. Porque no lo parecía, pero cuando le apretabas, no oponía resistencia. Los problemas defensivos fueron metiendo en dificultades al conjunto gaditano, construido para rondar la zona media-alta como el pasado curso. Pero el fichaje de Rubén Miño a principios de febrero para cortar la sangría en una portería que había sido origen de muchos males, lo empezó a cambiar todo. Y el asentamiento del central Admonio, unido a la apuesta por un centro del campo más físico, ha terminado de convertir al vistoso equipo de Iván Ania en granito.
El equipo rojiblanco es un equipo, en cierta medida, parecido al Linares. Más agresivo sin balón y menos fluido con pelota, sí. Pero que gusta de ritmos altos, como ya demostró en la ida. Propone iniciando desde atrás pero acelerando en cuanto puede. Y trata de no dejar jugar al rival desde el primer pase. Un estilo que, por sus concesiones atrás, le impidió despegarse de la zona baja en la primera vuelta e incluso le llevó a puestos de descenso en la segunda.
El Algeciras no terminaba de encontrar el punto ideal, con un eje defensivo demasiado mutante entre Van Rijn, Jordi Figueras y Amoah. Ninguno convencía. Y Admonio, su central más exhuberante, no terminaba de encontrar ni la continuidad, ni el nivel. Tampoco Pol Tristán, una de las grandes promesas de las porterías de Primera Federación que este año ha dejado mucho a deber. Porque ha encajado 18 tantos a pesar de recibir disparos a puerta con una probabilidad de gol de 14. Un dato que habla por sí mismo y que refleja errores varios de los errores groseros del guardameta criado en La Masía.
No le mejoró demasiado Juan Flere y el club decidió acudir al mercado de jugadores en paro para probar una tercera bala: Rubén Miño. Y la cosa salió bien. Vaya si salió. A pesar de que el veterano guardameta catalán venía de ser suplente del deportivista Edu Sousa en el Talavera el pasado curso, elevó tanto el nivel que con él arrastró el techo competitivo del equipo. Miño ha recibido solo 10 tantos en 14 partidos jugados. En las 22 fechas anteriores, había encajado 32. Y con él, el Algeciras CF ha sumado 19 puntos, el 43% de los que maneja actualmente. No está nada mal.
Las buenas intervenciones de Miño se han traducido en tranquilidad colectiva. Y Ania ha ayudado encontrando la forma de fortificar el carril central para hacer la vida más fácil a su portero. Porque Admonio regresó al eje de la zaga el 2 de abril. Y con el defensor africano en el césped, el combinado algecireño no ha encajado un solo tanto en 6 encuentros. El único gol recibido en estos últimos 7 partidos llegó contra el San Fernando. El guineano fue suplente y ya nunca más: 4 titularidades consecutivas, 4 porterías a cero y 8 puntos de los últimos 12 posibles que al Algeciras CF le han dado la vida en la lucha por evitar el descenso.
El Algeciras CF, un equipo sin pegada
De este modo, con una notable mejoría defensiva para acercar sus guarismos a su bajo volumen de ocasiones concedidas (solo permite 7,4 remates en contra), el Algeciras CF ha sumado a buen ritmo para salir del pozo y tener la permanencia cerca. Y ha tenido que tirar de aumentar su rendimiento sin balón porque con él, al cuadro andaluz le ha faltado pegada. A pesar de ser uno de los equipos que más produce, con 1,3 goles esperados (xG) por cada 90 minutos, únicamente promedia 1 tanto por encuentro.

El buen nivel de su delantero Roni, capaz de jugar de espaldas, de ir al espacio y de rematar, no ha sido suficiente. Porque el asturiano ha dejado a deber en cuanto a puntería. Lo mismo ha sucedido con sus extremos Elejalde, Siddiki y David Martín. Los dos últimos son los que vienen actuando últimamente en unos carriles exteriores que son claves en ese juego dinámico y vertical que trata de imponer el Algeciras una vez cruza la divisoria.
De hecho, ni siquiera Álvaro Romero ha terminado por ser una garantía de gol. Lesionado de la rodilla a finales de marzo, el segundo punta fue ‘Pichichi’ durante la primera vuelta. Pero entre noviembre y marzo, solo marcó 3 goles y se quedó en 10.
Su notable baja ha sido, sin embargo, una oportunidad para el Algeciras. Porque Iván Ania ha aprovechado para fortalecer el centro del campo. El regreso al verde de otro hombre fundamental como Borja Fernández, canterano del Celta, permitió al técnico asturiano ganar una pieza capaz de construir y muy inteligente a nivel táctico para destruir. Junto a él se ha asentado Mario Ortiz, fichado del Pontevedra en enero al no contar con demasiados minutos.
Por delante, como mediapunta ‘llegador’ ha surgido la figura de Iván Turrillo. El gran capitán algecireño no es el más virtuoso, pero maneja el ‘timming’ para aparecer en el área y es una pieza clave en esa presión alta que trata de ejercer su equipo. Porque nadie tiene un PPDA (Pases Permitidos al rival por Acción Defensiva Propia) más bajo.
Atrás, el veterano Jordi Figueras se ha asentado como pareja de Admonio, mientras Albarrán y Tomás Sánchez son indiscutibles en los laterales por su solvencia defensiva y, sobre todo, su capacidad de llegada. Ellos ayudan a convertir al Algeciras CF en un equipo muy centrador y peligroso, pero que sobre todo ha mejorado su rendimiento a base de volverse granito.