Fue uno de los últimos en llegar y el último en debutar. Salva Sevilla tardó más de la cuenta en estrenarse con la camiseta del Deportivo de La Coruña por la lesión en el gemelo que le apartó de final a doble partido en la que el Alavés logró un histórico regreso a Primera, con el agónico gol de Asier Villalibre en un penalti a todo o nada. A esa dolencia que le hizo sufrir en la grada por el salto de categoría, el centrocampista sumó un verano sin pretemporada profesional. Demasiado tiempo inactivo como para forzar. Calma, hasta que el pasado sábado, casi un mes después de estampar su firma en la Plaza de Pontevedra, Sevilla pudo saltar a Riazor por primera vez como local.
Fueron 23 minutos, añadido incluido, en los que el medio almeriense empezó a acumular sensaciones como paso previo a empezar a demostrar todo lo que puede ofrecer a su nuevo equipo. Porque es evidente que a pesar de que cumplirá 40 años en marzo, Salva Sevilla todavía está en condiciones sumar en muchas facetas a cualquier equipo de Primera Federación e incluso Segunda División.
Así lo ha venido demostrando en las últimas temporadas en las que ha rendido tanto en Primera División con el Mallorca como en la categoría de plata con el Alavés. 2.576 minutos en liga el pasado curso, 1.631, 2.975, 2.745 y 3.836 en las anteriores campañas.
Más de 13.500 contando únicamente las ligas desde aquella temporada en la que se cruzó con el Dépor y le negó el ascenso a Primera, hará ya 5 años. Por aquel entonces él ya tenía 35 primaveras en su mochila, una cifra que suele ser sinónimo de cuesta abajo en el ámbito futbolístico y hace arquear la ceja cada vez que uno se pregunta cuánto de sostenible en el tiempo será ese óptimo rendimiento.
Pues ha sido sostenible temporada tras temporada. También la última, en la que llegó a Mendizorroza y acabó siendo el mediocentro más habitual dentro de los 4 que se alternaban en el inamovible doble pivote de Luis García Plaza. 36 partidos de liga que, haciendo la cuenta, dan una media de 71,55 minutos por encuentro. Es decir, no solo presencias, sino volumen de participación que despeja dudas. Tan solo el joven internacional Antonio Blanco, llegado en enero, acabó siendo más indiscutible en un equipo que supo manejar muchos registros, pero que destacó sobre todo al contragolpe.
Precisamente esa adaptabilidad es la que sorprende en Salva Sevilla. A estas alturas de su carrera, parecería lógico pensar en él como un centrocampista que hubiese tenido que adelantar su posición hasta la mediapunta para estar menos exigido físicamente. O que se hubiese convertido en un mediocentro de poco recorrido en un equipo que acumulase mucha posesión. Al menos, que tuviese que jugar más protegido, en un centro del campo con seis piernas en vez de cuatro. Nada de eso. Aunque evidentemente no es su fuerte, Sevilla no fue el pasado curso ninguna debilidad a la hora de dotar de solidez un doble pivote.
¿Por qué no es un déficit defensivo el almeriense? Pues, simple y llanamente, por interpretación del juego. A sus 39 años, Salva Sevilla sabe dónde y cómo debe estar situado. En general para todo, pues esa es su gran virtud. Pero, sobre todo, para no suponer una desventaja competitiva sin pelota. Y aunque no destaca robando -nunca lo ha hecho-, esa habilidad de lectura le lleva a convertirse en un futbolista que no es superado fácilmente.
Salva no llega tarde a los duelos por esa capacidad intelectual y también porque sus piernas todavía le responden. Evidentemente no es rápido, pero su imagen dista mucho de la de un futbolista lento. No se le ve pesado, sino ágil. Y eso le ayuda en defensa… pero también en ataque.
Porque Salva es un jugador que, a día de hoy, puede incidir con balón en todas las alturas. Tiene habilidad técnica, táctica y condicional para ello. De hecho, el pasado curso destacó en todas las facetas que tuvieron que ver con el pase, la principal acción que se le demanda a un mediocentro. O, al menos, a un mediocentro que quiere organizar. Porque con Salva Sevilla, el Deportivo gana eso: un ordenador en sala de máquinas.
El doble pivote deportivista, un anillo para dedo de Salva Sevilla
De este modo, ya en clave Dépor, parece evidente que el andaluz encaja en el doble pivote que Imanol Idiakez había construido hasta que búsqueda del mejor encaje para Hugo Rama y la acumulación de bajas arriba han ido derivando hacia el 4-3-3 que se vio en el último partido. Salva es el más organizador dentro de los centrocampistas del Deportivo. Y precisamente por ello, puede ser complemento perfecto tanto para José Ángel Jurado, como para Diego Villares -en su versión más defensiva-, más ganadores en duelos y capaces de abarcar hierba.
Salva Sevilla podría incluso jugar en el último escalón en un medio de tres. Porque no tiene necesidad de recoger la pelota abajo y sabe recibir de espaldas. Pero no sería su fuerte. Porque el ‘6’ blanquiazul disfruta jugando de cara a la portería rival. Su tendencia casi obsesiva a revisar de manera constante todo lo que está a su alrededor -sus giros constantes de cabeza antes de recibir el balón son muy característicos- le permite ser una opción preferente de apoyo para sus compañeros. Y, a la vez, procesar todas las opciones para darle continuidad al juego incluso sin haber contactado con el esférico.
Salva va uno o dos pasos por delante del resto y eso le permite dotar a la circulación del balón del ritmo preciso. Porque aunque a veces parezca que ralentiza, en realidad está haciendo todo lo contrario. Pausar para acelerar, para encontrar el momento y la línea idónea de ese pase que, encima, sabe esconder muy bien con los movimientos de su cuerpo. Pase acertado, en el momento idóneo y al hombre inesperado. El combo perfecto.
Muchos de esos pases que ‘esconde’ son hacia delante. Porque al menos en el Alavés, Sevilla buscaba ser vertical. Y a ello le ayuda su exquisito golpeo de balón. El de Almería maneja todos los rangos de pase, pero sobre todo sobresale por un envío en largo que tiene poco que envidiar del de José Ángel. Únicamente con tener a ambos en el doble pivote, el Deportivo ganaría una enorme amenaza por la posibilidad que aportan de encontrar de manera matemática a sus más alejados.
Otra amenaza en los metros finales
Precisamente ese golpeo de balón también provoca que Salva Sevilla equivalga a peligro en los metros finales. En ese doble pivote del Alavés, Sevilla se asomaba al balcón del área si tocaba. Y ahí, su disparo es capaz de desatascar cualquier partido, a pesar de que últimamente casi todos sus goles han llegado desde el punto de penalti.
Porque las penas máximas son otra de sus especialidades, aunque solo una ejecución más dentro de un balón parado que domina a la perfección tanto para el chut, como para el centro. Siempre con la derecha -aunque emplea mucho su izquierda en el control y en muchos golpeos-, su calidad en las acciones de pizarra potencian todavía más los enormes recursos que el Deportivo ya poseía este curso en la pelota quieta con Lucas Pérez, José Ángel, Hugo Rama o Cayarga.
De este modo, Salva Sevilla apunta a ser el mejor elemento para poner orden con balón al Deportivo. El almeriense rezuma jerarquía en cada acción que desarrolla en el verde. Posee personalidad para llevar el peso y aporta continuidad al juego a base de acierto. Aunque, para tener incidencia, necesita movilidad por delante.
Ahí, una vez mire al frente, se podría topar también con Hugo Rama, con el que dista de pisarse. Bien como mediapunta, bien como falso extremo izquierdo -como jugó en el Oviedo el pasado curso-, el de Oroso apunta a ser otro complemento ideal para el almeriense. Porque es de los que no se quedan atrás a nivel técnico ni, cuando quiere, en comprensión del juego. De hecho, no sería de extrañar que Salva terminase de poder ordenar también a Rama. Porque no, Sevilla no es autosuficiente de por sí. Pero tiene una cualidad todavía mejor que la autarquía: ser capaz de dar sentido a todo un colectivo. Pegamento con sentido en tiempos de -todavía- construcción.