Mucho ha insistido Carmelo del Pozo desde verano en la importancia de que el Deportivo fuese un equipo camaleónico. También Natxo González, señalando que una de las claves para estar arriba sería dominar diferentes registros. Se utiliza para justificar estas afirmaciones el hecho de que el equipo esté en Segunda, pero lo cierto es que cualquier campeonato en el que se aspire al título, en esta categoría, los dos primeros puestos, exige adaptarse a escenarios diversos cada semana. Los que lo logran prosperan. Los que no, están condenados a vagar por el infierno.
Esta inevitable selección natural es la que está teniendo que comprender el conjunto blanquiazul en las últimas semanas. La que lo hizo mutar en un equipo contragolpeador ante el Oviedo y la que pareció ignorar en Almería, pero de la que salió airoso en un examen más que exigente contra Osasuna. Ante un rival enrachado y en un césped dañado por la incesante lluvia, el Dépor supo ganar sin ser el Dépor, pero sí siendo el bloque que mejor se adaptó a unas condiciones desfavorables.
El fútbol es caprichoso y podría haber pasado de todo, pero desde el primer momento se vio que Natxo y los suyos habían entendido perfectamente lo que pedía el inundado tapete de Riazor. El rombo, habitual medio para generar todo el fútbol blanquiazul, se convirtió en un complemento para pelear cada segunda jugada. Dieron buena respuesta ahí Vicente Gómez y Krohn-Dehli, que no llegaban en su mejor momento y de los que se podía dudar sobre su capacidad para bajar al barro.
El plan estaba muy claro: pases largos a las carreras de Quique, Carlos y Cartabia a la espalda de la defensa rojilla. Tan obvio como eficaz, en parte por la insultante superioridad de los tres atacantes blanquiazules sobre sus marcadores. En cada sprint, en cada control… nunca les dieron opción.
Natxo González, sobre Cartabia: «Si conseguimos ordenarlo un poco, será la leche»
El origen estaba en las botas de Domingos Duarte y Pablo Marí, titanes con pie de seda para poner el balón siempre en el lugar adecuado. Pero la agitación fue cosa de Fede. El argentino es tan bueno que desafía la sabiduría popular. Esa que afirma que no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde. Le ha dado la vuelta, haciendo ver que multiplicará las prestaciones de una maquinaria ya engrasada a cualquiera (los menos) que pudiera empezar a dudar de su impacto. «Si conseguimos ordenarlo un poco, será la leche», afirmó Natxo.
El Dépor se metió tanto en el papel que hasta los goles fueron propios del fútbol primitivo al que tuvo que recurrir el sábado. El primero llegó tras un balón largo y una serie de rechaces que resolvió el propio Fede regalándole el tanto a Carlos. El segundo, una jornada más, en la estrategia. Esta vez le tocó a Pablo Marí completar una nueva exhibición de los centrales en su área con una aparición decisiva en la rival. La sentencia a una contienda de la que el equipo sale reforzado en fondo y forma, aunque esta no fuera la habitual.