Antes de comenzar la temporada, todo el deportivismo coincidía en que las mayores dudas que despertaba el equipo estaban en el apartado ofensivo. Los fichajes para la zona de ataque, aunque de renombre, eran apuestas que debían salir bien en una competición que espera por nadie. Parecía más claro, eso sí, que una de las virtudes del Deportivo para decantar partidos iba a ser el balón parado. Entre lanzadores y rematadores de la talla de Granero, Borges o Beauvue era fácil pensar que el balón parado compensaría una posible falta de mordiente. Pero de momento no está siendo así.
En una hipotética carta de Fernando Vázquez por estas navidades, seguro que no falta la petición de que la estrategia comience a funcionar. Porque lo que parecía iba a ser un punto fuerte del equipo blanquiazul se ha convertido en un quebradero de cabeza que en más de una ocasión ha terminado con contras peligrosas para el rival. Después de ocho jornadas, sólo un tanto deportivista ha llegado de esta forma. El de Héctor Hernández ante Unionistas. Y no hace falta mucho análisis para ponderar cuanto de genialidad individual y cuanto de preparación tuvo ese tanto.
El balón parado, un problema con diferentes orígenes
El Dépor ha sobrepasado en varios encuentros la decena de oportunidades entre saques de esquina y faltas laterales, pero su efectividad en este tipo de acciones está siendo nula. Especialmente sangrante fue el partido contra el Celta B, en el que el conjunto blanquiazul dispuso de 15 córners y varias faltas para poner el balón con peligro en el área. Ni Nacho ni Borja Galán, encargados en ese encuentro, fueron capaces de sacar un centro en condiciones, lo que revela que la estrategia puede estar fallando por planificación, pero que también está siendo lastrada por una pobre ejecución. Un aspecto clave a corregir de cara a la segunda vuelta y, sobre todo, unos posibles playoff.