Rubén de la Barrera no ha parado de buscar el máximo potencial del Deportivo sobre la marcha desde su llegada. Le costó y tuvo que pasar por un proceso de ensayo de error. Pero, aunque el frenético ritmo de la competición le ha impedido, y seguramente le impida este año, encontrar el techo del equipo, al menos lo que sí ha logrado es elevar el suelo de manera considerable. Sólo así se explica el duelo con el Numancia, el rival por excelencia en esta segunda fase, y al que controló durante la mayor parte del encuentro.
El técnico coruñés ha logrado construir un armazón difícil de penetrar gracias a un centro del campo formado por Bergantiños, Villares… y cualquier otro. A los dos gallegos los han acompañado ya Raí, Uche y, desde ayer, también Borges. Apenas se ha resentido el funcionamiento más allá de los matices que aportan las piezas nuevas, otro síntoma inequívoco de la velocidad de crucero que se ha alcanzado. Y la muestra ya comienza a ser representativa.
El Dépor maniató al Numancia y cortó de raíz la principal arma ofensiva soriana. Apenas permitió superioridades en banda más allá de errores no forzados en la salida de balón. El único error terminó en el tanto de Asier Benito, en una jugada completa que tiene mucho más mérito del rival que defecto de la defensa local.
Tan cerca y tan lejos
Este nuevo nivel alcanzado por el equipo le permite estar siempre lejos de perder. Pero eso no quiere decir que esté cerca de ganar. Porque ahora mismo logra competir con fiabilidad domingo tras domingo, pero sigue lastrado por la falta de claridad en ataque. Y no siempre por una cuestión de puntería, como ocurrió en Langreo, sino también por falta de decisión en los metros finales.
El Deportivo ha encontrado los automatismos suficientes para llevar el balón con claridad a campo contrario, pero es ahí donde la inspiración individual debe resolver los problemas para los que no hay soluciones en la pizarra. Eso es lo que provoca no haber sentenciado el partido antes y que los últimos goles del equipo hayan sido de penalti, en un regalo defensivo o, por fin, desde la tan añorada estrategia.