El Deportivo venció al Zaragoza con la suficiencia de un equipo grande. No por dominio. No por sometimiento, ni brillantez, pero sí por una virtud tan importante como cualquier otra: no cometer errores y castigar los del rival. Porque cuando te enfrentas a un rival tan desesperado como el conjunto maño es decisivo no equivocarse y dejar que el otro equipo se dispare en el pie. Porque lo hará. Así fue cómo los de Natxo solventaron un duelo en el que volvieron a su versión más práctica.
Les costó entrar en ritmo a los blanquiazules, en parte porque Lucas Alcaraz plantó al equipo en los primeros 40 metros de su campo para intentar devolver cualquier intento local como si de un frontón se tratase. Entre eso, el recuerdo del tropiezo ante el Numancia y la poca paciencia para mover el balón de un lado al otro, el Dépor apenas encontraba huecos, insistiendo demasiado en buscar a Quique y Valle a la espalda de los centrales.
Esa circulación lenta y temerosa se mantuvo antes y después de los goles, que fueron un fiel reflejo de por qué el Zaragoza está donde está en la clasificación. Si a Natxo se le cuestiona por defender las jugadas a balón parado acumulando jugadores en el área pequeña, habría que saber qué intenta Alcaraz adelantando su zaga prácticamente a la altura del lanzador. Los tantos de Valle y Domingos llegaron en fuera de juego, evidenciando la necesidad del VAR también en ese hermano pobre que es la Segunda División, pero en ambos casos no había ningún jugador zaragocista ni cerca de molestarlos.
El penalti tonto de Vicente se quedó en anécdota al ser neutralizado por otra pena máxima en el área visitante. De nuevo todo salió de las botas de Pedro Sánchez, uno de esos jugadores que a los entrenadores más les duele darle pocos minutos. El alicantino apenas está teniendo oportunidades, pero es la auténtica definición de profesional. Cuando juega es decisivo. Poco más se le puede pedir. Había dado dos asistencias y el hat-trick se lo quitó Lasure al llevarse por delante a Edu Expósito. El catalán completó otro partido brillante con balón, pero lo que debe alegrar a Natxo es su desempeño en la recuperación. A su despliegue físico, ya habitual, unió la capacidad para robar mucho y entorpecer siempre la circulación maña.
Hasta ahí llegó el encuentro, porque en la segunda parte no pasó nada. Y después de ver lo que había sucedido la semana pasada, esa fue la mejor noticia para el Deportivo. Porque el Zaragoza ya tenía preparada la coctelera para agitarlo todo como hizo el Numancia, pero esta vez el conjunto coruñés prefirió una tila. Respondió con paciencia a la presión alta y con posesión a la defensa adelantada de un rival que invitaba constantemente al ida y vuelta. A veces incluso de forma excesiva, el conjunto de Natxo se mostró contemplativo a la hora de ir a por el cuarto, algo extremo pero comprensible cuando se trata de recuperar las sensaciones que te hicieron inaccesible en el primer tramo de temporada.