Llega el mercado de invierno y, otra vez, se abre el debate. En esta ocasión, como hace seis meses pasara con Lucas Pérez, al que le toca estar en el disparadero es a Ryan Babel. Dicho sea de paso, un delantero por el que muy pocos daban ni medio céntimo cuando llegó a Coruña pasado de kilos y en un estado de forma más que dudoso para competir en el fútbol profesional. Comentado sea también, puesto en forma para llegar a la recta final de año como estrella en el once de Gaizka Garitano, al que se criticó hasta la saciedad por empeñarse en ponerle sobre el césped, quizá porque no muchos fueran conscientes de que, incluso con tres cocidos de más, era técnicamente superior a muchos de sus compañeros de vestuario.
Es entonces cuando al futbolista le salen novias y decide, por un puñado de billetes, largarse a Turquía, un país que, dicho sea de paso, no está viviendo momentos de estabilidad. Quizá lo único reprochable sea que haya aludido solo a cuestiones familiares para echar a volar lejos de este nido que le acogió cuando ya nadie se acordaba de él. Porque, seamos sinceros, como a cualquier trabajador, es lícito que le mueva añadir unos ceros a su cuenta corriente y asegurarse una mejor jubilación. Sobre todo cuando se comprometió a estar hasta el 31 de diciembre, cumpliendo sobre el terreno de juego con, por ejemplo, un golazo que dio los tres puntos contra en Sporting en casa, un partido más que destacado en el Bernabéu y contribuyendo, de manera muy activa, al pase de ronda en Copa del Rey.
Dice la prensa turca que durante los meses en el Deportivo se ha embolsado 110.000 euros y que, por un periodo similar en Estambul, cobrará 850.000 euros. Una cifra, como todos sabemos, absolutamente inasumible por el club en este momento de su historia. Así que, solo queda decirle adiós con la mano, darle las gracias por los servicios prestados y desearle mucha suerte de aquí en adelante. Sí, un tópico, pero en relación al tiempo-rendimiento, en este caso concreto, es de justicia deseárselo.
¿Escuece que se largue después de haberlo ‘reinsertado’ en la competición de elite? Mucho. ¿Se le puede echar en cara? En absoluto. Me gustaría saber cuántos de los que critican su actuación serían capaces de rechazar una mejora de condiciones laborales si viniera una empresa de su mismo sector y le tentara. Hablar de sentimientos en el fútbol solo se puede hacer desde la grada -y aun así, existe la figura del ‘chaquetero’ que, sin alicientes económicos de por medio, se cambia de bando por váyase usted a saber qué-.
El que es fiel es el hincha. El que se calza las botas es un empleado de una empresa como puedo ser yo o el que esté leyendo estas líneas -si es que tiene la fortuna de no haber sido arrasado por el tsunami de la crisis-. Entenderlo de otra manera llevará a la decepción constante. Más en un deporte que tiene cada vez menos de ello y más de espectáculo y de negocio.
El mismo deporte en el que los futbolistas de los de antes, de los de salir de la cantera, luchar y morir por un escudo y la camiseta, escasean. Y alguno de los pocos que quedan en Riazor en estos momentos en la primera han sido condenados al ostracismo, impotentes y sin más opción que plantearse una huída adelante para no arruinar su carrera.
Que se lo pregunten a Álex. Igual él es el segundo gran nombre de este mercado invernal. Al tiempo. Y a él nadie podrá tacharle de mercenario.