La evolución de Yeremay: el ’10’ del Dépor ya es un ’10’ de verdad

15 febrero 2024 - 20:44

La cultura futbolística ha ido constituyendo durante sus más de 150 años de historia numerosas referencias que han calado. Una de ellas es la simbología de los dorsales. Vinculados en su inicio al reparto posicional en el campo, a pesar de la llegada para quedarse de la numeración fija, casi cualquier cifra del 1 al 11 se puede asociar todavía a día de hoy a un tipo de jugador.

A pesar de que cada rincón terráqueo con tradición ha ido generando su propia narrativa, el ‘1’ es y siempre será del portero a nivel mundial. El ‘7’ estará vinculado al carril derecho, igual que el ’11’ al izquierdo. Si a un aficionado de cualquier parte se le pregunta por el dorsal idóneo para un delantero centro la respuesta unánime será el ‘9’. Y el ’10’ no solo se ha vinculado a la figura de enganche, sino que por las propias características de los enormes jugadores que han destacado en ese puesto, ha adquirido un simbolismo mayor. El ’10’ es talento, creatividad y liderazgo. Es Pelé, Maradona, Baggio, Zidane o Messi.

El 10 es algo más que un dorsal. Es un estatus que hace que esa elástica pese más que el resto y que no todos los jugadores estén preparados para llevarla. Hay tanta alegoría en torno a ese dorsal que es la única camiseta que se ha ganado un nombre propio: ‘La 10’.

Precisamente por la parafernalia que rodea al dorsal, el cambio de dorsal de Yeremay Hernández el pasado verano, a la vez que anunciaba su renovación, no fue una simple modificación. Escondía un cambio de rol. La perla de la cantera, tan díscola en ocasiones como talentosa, pasaba de eterno opositor durante dos campañas a jefe de filas.

El nuevo estatus no le vino grande a Peke. Fijo en el extremo izquierdo, a pie cambiado y donde siempre había brillado, su entendimiento con Lucas y Barbero hacía presagiar grandes cosas. Pero en la jornada 2, todo se truncó. Una fisura en el peroné le alejó del equipo durante tres largos meses en los que el hueso no se recuperó al mismo tiempo que la cabeza. Sin embargo, ese cerebro se llenó tanto de miedos en torno a su físico que no hubo lugar para el contagio de la depresión colectiva. Su descollante actuación en el regreso ante Osasuna Promesas así lo demostró.

El retorno frente al filial rojillo, en el que fue el revulsivo final con el que el Deportivo estuvo a punto de voltear un encuentro monótono y un nuevo marcador pésimo en Riazor, ocultó que el canario aún no estaba a punto. La dependencia de su descaro provocaron que se forzase con su titularidad no solo en Barcelona, sino en unos partidos sucesivos en los que el canario no terminaba de encontrar el punto óptimo.

Mientras Yeremay aparecía a destellos, Mella empezaba a volar, ya recuperado también de su fractura de nariz y de su lesión muscular. Dos jóvenes canteranos diferentes al resto para una misma posición. Había que hacer algo. E Idiakez no hizo ‘solo’ algo: lo hizo todo. Porque tras el partido ante la Cultural Leonesa, en el que el equipo demostró por enésima vez una alarmante falta de juego interior, dio una nueva vuelta de tuerca que -esta vez- sí tiene visos de ser ganadora y definitiva. No es un nuevo parche, sino una solución que llega para quedarse.

La nueva evolución de Yeremay

Más allá de mandar a Mella a la derecha para encontrar una convivencia que ya se había dado en el equipo juvenil, el técnico vasco reformuló el rol y la posición de Yeremay Hernández. De extremo puro pegado a la cal, a falso extremo zurdo. Tal y como Quiles brilló en la derecha. Tal y como jugaba, en muchísimas ocasiones, Mario Soriano. Partir del carril exterior para aparecer por dentro, más cerca de un Lucas Pérez libre como segundo punta. Porque aunque la densidad de rivales en esas zonas interiores es mayor, también lo es el impacto en el caso de eliminar enemigos. Y de superar contrarios Yeremay algo sabe.

La fórmula fue evidente y exitosa ante la Ponferradina. El Celta Fortuna le cortó los pasillos por dentro pero no pudo negarle la capacidad de destruir por fuera. Y ante el Fuenlabrada, la temprana expulsión le recluyó no solo a ejercer de soldado en banda, sino a trabajar demasiado lejos del área. Pero ante la SD Logroñés, el canario firmó una actuación que recordó a la de su estreno en la doble mediapunta. Todavía con más libertad que frente a la Ponfe, se ubicó constantemente en intermedias para recibir a espaldas del centro del campo rival, pero a la vez demasiado lejos del lateral derecho. Y a partir de ahí, fluir.

Yeremay yendo al apoyo dentro, a espaldas del interior derecho para recibir lejos del lateral. El canario controlará hacia dentro de manera orientada y hará una pared con Villares para recibir de nuevo en el círculo central, una vez superada ya la línea del centro del campo rival con su acción.
Yeremay yendo al apoyo dentro, a espaldas del interior derecho para recibir lejos del lateral. El canario controlará hacia dentro de manera orientada y hará una pared con Villares para recibir de nuevo en el círculo central, una vez superada ya la línea del centro del campo rival con su acción.

 

No es de extrañar que el de Las Gaunas fuese el encuentro en el que Peke participó más en todo el curso. El canario estuvo envuelto en 87 acciones y recibió 32 envíos de sus compañeros (27 ante la Ponfe). Además, ejecutó más pases que nunca con 40 de 43 intentos.

Su alto porcentaje de acierto se debió en parte, a que un volumen significativo fue hacia atrás. ¿Un síntoma de que fue menos agresivo? No, más bien de que fue más centrocampista que delantero, pero sin perder ese toque distintivo que demuestran sus 9 regates intentados (con un notabilísimo 67% de acierto), su tercera cifra más alta del curso solo por detrás de los encuentros ante el Rayo (14) y el citado Celta Fortuna (12).

Con su óptima y sorprendente capacidad para detectar el espacio y perfilarse bien, si su equipo es capaz de encontrarlo la fórmula es ganadora. Porque Yeremay tiene un primer contacto devastador, capaz de rajar estructuras y acelerar definitivamente la jugada. No le hace falta ser ejecutor. Porque desde ese perfil constructor, de secundario, termina siendo una de las claves del engranaje ofensivo para lanzar a Mella, activar la desequilibrante zurda de Lucas o conectar con el poderío de Barbero. El dinamizador del juego que el Deportivo había perdido sin Mario Soriano.

Yeremay Hernández arrancó el curso como el ’10’ del Deportivo. Pero es ahora, en esta nueva evolución que abre todavía más su abanico como futbolista y eleva su techo, cuando se ha convertido en el ’10’ de verdad. Más líder. Más importante. Más desequilibrante. ‘La 10’ blanquiazul no podía tener mejor dueño.

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