La sexta victoria consecutiva del Deportivo llegó de forma similar a la quinta. Sin brillo, sufriendo y con ciertas dosis de fortuna en los momentos apropiados. Es fácil culpar a las dinámicas, o al árbitro si te llamas Pepe y te apellidas Mel. Pero sin obviar ninguna de las dos opciones anteriores, uno de los aspectos decisivos para que el conjunto blanquiazul se impusiera a la UD Las Palmas es la convicción que muestra, ahora mismo, una plantilla que ha encontrado en Fernando Vázquez el pastor con el que nada le falta.
Una semana más, el equipo blanquiazul demostró que todavía no está para lujos, pero emociona ver el compromiso del grupo con la idea que propone el de Castrofeito. Todos, sin excepción, dispuestos a atravesar un muro de hormigón si el entrenador se lo pide. Así debería ser siempre. En todos los equipos. Así ocurre casi nunca. Aketxe y Çolak son dos claros ejemplos. Siempre sospechosos en lo que a esfuerzo y concentración se refiere, ambos están mostrando disciplina militar para que las filas no se rompan. Si después queda espacio para la virguería, perfecto. Pero lo primero es lo primero.
Esa seguridad también se ve en ataque. La seguridad de que vas a llegar. El Dépor no había empezado bien, Mel había sorprendido con un cambio de dibujo y había obligado a modificar sobre al marcha, el equipo no estaba cómodo. Pero la estrategia hace semanas que dejó de ser un trámite y se convirtió en un filón. ¿Qué ha cambiado? El golpeo de Aketxe siempre estuvo ahí. Además del laboratorio del profesor Vázquez, la sensación es de que cada movimiento de un deportivista en el área se hace con la seguridad de que el balón acabará en su cabeza. Sabin es el alumno aventajado. Moviéndose en fuera de juego para que nadie le molestara y despejando la pista para colocarse primero en la fila, como si de un niño se tratase cuando el abuelo reparte los caramelos. Cuatro de cuatro.
Y la convicción de Mollejo y Bóveda. Del equipo para rebelarse tras el desafortunado empate y de los dos carrileros para fabricar el segundo tanto. Todo fe. Decía el vasco que no era casualidad porque este sistema favorece sus llegadas al área. Un mes atrás estaría reculando para defender al parecer que la pared de Çolak se iba larga. Ahora no. El colchonero llegó sobre la línea de fondo y Eneko estaba en el área pequeña. Porque así lo dice Fernando Vázquez.
El Riazor de las grandes noches
Con la afición tuvo menos trabajo, pero también tiene al deportivismo tocando palmas al son que decida marcar. Y eso provoca tardes como la del sábado en Riazor: 27.151 personas empujando desde el minuto 1 al 90, confiando en el plan aunque ese plan a veces se tambalee. De forma incondicional. Al veterano entrenador siempre le gusta decir que no tiene ninguna varita mágica, pero eso no significa que no tenga poderes.