La fiesta fue total. Aunque no tan plácida como el regusto que dejó el resultado y el tramo final del encuentro. El Deportivo 3-0 Unionistas supuso que el cuadro coruñés empezase el año 2023 con buen pie, cosechase su tercer triunfo seguido y el regreso de Lucas Pérez fuese redondo. Porque el de Monelos desatascó un partido que el Dépor se empecinó en vencer por juego interior.
Tiró de paciencia y lo logró gracias a esa facilidad para combinar, sí. Pero también a poder correr al espacio en la acción del 1-0. Luego, se aprovechó de la defensa adelantada de su rival para seguir atacando a la espalda y, así, sentenciar un encuentro que ganó por talento y que no perdió por orden. La fórmula de un mito del deportivismo en el retorno del último ‘hijo pródigo’.
Mucho por dentro, nada por fuera
El Deportivo 3-0 Unionistas se gestó por dentro. Porque el Deportivo apostó más que nunca por atacar por el carril central. Con Lucas Pérez en vez de Svensson arriba, el cuadro herculino ganaba otra pieza más tremendamente hábil para potenciar su circuito de pases. La inclusión del ex del Cádiz fue la única novedad en ataque. Aunque Óscar Cano sorprendió moviendo a Villares al lateral derecho para dar entrada a Isi Gómez a costa de Trilli, el recambio natural a la ausencia de Antoñito.
Más allá del debate de contar o no por el canterano para el lateral, lo cierto es que la aparición de Isi Gómez en el once tenía sentido para sumar un pie mejor que el de Villares en la construcción, pero a la vez no relegar al vilalbés a una suplencia que no merece.
Porque el Deportivo se empeñó en atacar mucho por dentro, sabiendo que ahí tiene a los mejores de la categoría. Con Villares y Carnero fuera de la ecuación casi siempre en la salida de balón, fueron Olabe e Isi Gómez los que empezaron a tejer esos primeros pases para generar superioridad ante la línea de dos puntas de Unionistas, que formaba en 4-4-2 en bloque medio-bajo poco presionante.
El conjunto dirigido por Raúl Casañ tenía muy claro que no debía ser superado. Defendía compacto, en zona y esperando. Sin despistarse por la movilidad del Deportivo, con la única excepción de hundir a los extremos a la altura de los laterales deportivistas. Ellos, en una marca individual, eran los encargados de evitar que el cuadro herculino encontrase la ventaja por fuera.
El Dépor arrancó el encuentro con una alta movilidad y un buen ritmo en su circulación de balón. Con Rubén Díez mucho menos enfocado a ayudar a sacar el balón que de costumbre e intentando aparecer más arriba, daba la sensación de que las ocasiones tenían que caer por su propio peso ante tal dinamismo.
Pero Unionistas no se descompuso y al equipo local le faltó algo de profundidad. Se quiso juntar tanto para asociarse que faltaron rupturas. Y con la lesión de Carnero y la apuesta por Pablo Martínez en el lateral, perdió definitivamente cualquier amenaza por ese costado. Eso, unido a un bajón en la citada movilidad y el ritmo, apaciguó el olor a gol. Tocaba tirar de paciencia y apostar por profundizar por el carril diestro.
Y fue allí donde surgió la poca verticalidad que tuvo el equipo en la primera mitad. Villares recibió en ventaja gracias a algún buen cambio de orientación. Y pudo romper a espalda de la defensa cuando el Dépor logró juntar muchas piezas cerca de él. Ante tantas referencias, Unionistas temporizaba y el conjunto herculino podía filtrar a la carrera del vilalbés.
Así, daba la sensación de que el gol solo podía llegar tras una circulación interior extraordinaria -si alguien puede hacerla es este Dépor-, una ruptura -principalmente de Villares- o un robo adelantado. Fue una mezcla de las tres.
Al espacio
Porque la segunda mitad arrancó con la misma tónica que terminó la primera: el Deportivo atacando, pero atascado por dentro ante la densidad unionista. Faltaba agresividad en la zona de creación. Más ritmo y más giros de juego para encontrar el espacio en el lado contrario al que estaba basculado su rival a pesar de no disponer de demasiadas piezas amenazantes por fuera. Aunque para cambiar algo la tendencia, Rubén Díez empezó a acostarse a la derecha con la intención de recibir de cara y atraer a algún rival para generar huecos por dentro.
Tocaba seguir teniendo paciencia. Pero el tranquilizador 1-0 no tardó en llegar. Fue en un robo, mezclado con una gran combinación interior y potenciado por una ruptura. Saque de banda, balón dividido, recuperación e interpretación fabulosa de lo que pedía una jugada canónica de tercer hombre.
Porque mientras Rubén evitaba combinar en corto con Lucas Pérez para mirar algo más lejos a Soriano, el de Monelos interpretó que debía ser ese tercer hombre que recibiese al espacio. Inició la ruptura antes de que el madrileño recibiera y le ofreció la solución a la espalda de la zaga. Luego, el ’10’ deportivista se inventó un pase picado fabuloso y Pérez lo coronó con una definición de Primera División.
Con el 1-0, Unionistas adelantó su línea defensiva. Pero no logró presionar del todo bien al Deportivo, que tuvo ante sí muchas oportunidades de jugar hacia las ‘picadas’ de sus hombres más ofensivos. Había metros para trazar desmarques hacia la meta rival y el cuadro herculino lo aprovechó con buenas movilidades para castigar una situación en la que su rival sufría mucho. Uno va al apoyo y otro rompe.
Daban igual los nombres. Lo importante era atacar el espacio. Lucas, Soriano y Rubén recibieron de esta manera en situación de plantarse ante Salva. Así se produjo la roja y así llegó el penalti, las dos acciones con las que el Deportivo sentenció el partido para acabar jugando a placer.
Ni cosquillas
El talento local ganó el partido. Pero fue el orden el que le hizo no perderlo. Porque aunque los focos del Deportivo 3-0 Unionistas fuesen para la parcela ofensiva deportivista, el conjunto blanquiazul firmó otro excelente ejercicio defensivo. Minimizó las armas de un Unionistas que llegaba a Riazor como uno de los equipos que más produce pese a su situación clasificatoria. Y transformó el choque en un partido con solo una dirección: hacia la portería de Salva y Alberto.
El Dépor tuvo que pasar poco tiempo en fase defensiva debido a la gran cantidad de balón que acumuló (68%). Pero cuando le tocó defender, estuvo muy bien. Dejó a su rival en 4 chuts, ninguno de ellos a puerta. Y lo hizo desde una presión relativamente alta en 4-3-3 o 4-4-2 (dependiendo de si Unionistas sacaba de puerta en corto o se trataba de un reinicio de un ataque) que orientaba la salida de su rival hacia la banda para, ahí, ser muy agresivo.
Apenas concedió el conjunto de Cano en los ataques posicionales del cuadro charro. Y menos todavía en las transiciones, la esperanza de la mayoría de rivales para hacer daño al Dépor en Riazor. El técnico granadino explicó en rueda de prensa que la inclusión de Villares en el lateral derecho respondía a disponer de un futbolista más capaz para correr hacia atrás. Pero al cuadro blanquiazul no le hizo falta ni eso.
Porque su juego ofensivo, en ocasiones algo espeso al juntar a tanta gente por dentro, le hacía a la vez estar muy bien preparado para recuperar rápidamente tras pérdida. Las distancias eran muy cortas y había mucha gente cerca del balón, tanto por delante como por detrás.
Además, estaba Roberto Olabe, un maestro en la gestión de las transiciones desde la interpretación del juego. El mediocampista vasco de adopción volvió a dar un clínic de lo que debe hacer un pivote en el modelo de este Deportivo. 10 interceptaciones -su récord-, 8 de 11 duelos defensivos ganados y tan solo 5 pases fallados de sus 110. Fue el encargado de ensuciar cada salida de balón de Unionistas con su capacidad para achicar espacios cuando cae a banda.
Es decir, terminó por dotar de un equilibrio mayúsculo a un equipo ya de por sí muy ordenado, que volvió a crecer desde ese trabajo sin balón para alcanzar el Deportivo 3-0 Unionistas a partir de su calidad en la asociación e interpretación de los espacios. Simple y llanamente, orden y talento.