Dicho de una cosa: Igualar a otra análoga, en la perfección o en las propiedades. Esa es, exactamente, la segunda acepción que la RAE ofrece de la palabra ‘competir’. Y eso es, precisamente, lo que logró el Dépor en el Reina Sofía. Porque no, el Unionistas 1-1 Deportivo no fue el partido más brillante del cuadro coruñés en lo que va de liga. De hecho, fue su encuentro con más sombras. Pero en un día en el que había que bajar al barro, ante un rival que planteó un partido muy áspero y en un estadio en el que los rivales tan solo habían marcado 3 veces en todo 2023, el Dépor compitió.
El equipo coruñés no logró fluir. Ni desde el pase, ni desde el desequilibrio individual. Pero teniendo en cuenta que arrancaba ya con dos balas de menos en el cargador y que todo lo que podía ser cruz, salió cruz, fue capaz de sobreponerse para sacar un punto que sabe a menos por los escasos botines amarrados en Riazor que por el punto en sí.
Pocas concesiones… pero flaquezas
Comencemos por lo defensivo. El Dépor llegaba al Reina como la mejor defensa del Grupo 1 en los tres primeros encuentros. No eran solo los 0 goles encajados, sino las prácticamente nulas concesiones del equipo. Germán Parreño ni había tenido que estrenar guantes… y la dinámica se mantuvo en Salamanca.
Porque, nuevamente, el Deportivo no ofreció apenas resquicios a su rival. Unionistas no dominó desde la tenencia de la pelota, como era de esperar. Pero tampoco fue capaz de dañar al contragolpe, ni en balón parado. Sí lo hizo más a partir del juego directo. En la previa, Dani Ponz reconoció que su equipo de trabajo había detectado alguna debilidad del cuadro de Imanol Idiakez. Y puede que una de ellas fuese la tendencia del cuadro coruñés a defender muy estrecho y agresivo. Porque en eso basó sus ofensivas.
Unionistas no se complicó. Pero jugó con sentido. Para empezar, el conjunto local trató de atraer la presión del Deportivo antes de jugar en largo. Es decir, buscó generar espacios para, entonces, atacar directo. ¿Cómo lo hizo?
Por un lado, juntando al Dépor sobre la derecha. Viendo que el conjunto herculino estructuró su presión en algo parecido a un 4-2-3-1, buscó iniciar con 3 atrás, con su lateral derecho sin altura y abriendo mucho a Erik Ruiz, central izquierdo. Barbero primero y Davo después fueron incapaces de abarcar semejante amplitud: Unionistas podía iniciar por fuera y no debía buscar a su mediocentro más retrasado, del que Villares estaba muy pendiente.
Así, cuando salía por la izquierda, el lateral zurdo Ekaitz se ofrecía en una altura superior y por ahí también caían el mediapunta Varo Gómez, el extremo Alfred Planas y hasta el pivote Javi Villar. De este modo, Unionistas acumulaba mucha gente en esa zona para que el Deportivo basculase (todavía) más y liberar el lado opuesto, dejando al extremo Rastrojo muy abierto, además de las posibles incorporaciones del lateral Carlos Giménez o las caídas del incomodísimo punta Losada.
Ese comportamiento también se vio en la derecha. De hecho, así llegó el 1-0. Unionistas inició por el carril diestro y en cuanto juntó al Dépor, cambió la orientación del juego hacia Ekaitz. El pase fue tan largo que Cayarga tuvo tiempo para llegar, pero el lateral se inventó un centro desde lejísimos que fue peligroso porque Unionistas atacó con tres futbolistas las espaldas de los cuatro de la última línea del Deportivo. Pablo Martínez descoordinó su altura, Germán Parreño erró de manera grotesca y el balón acabó en gol. Un centro sin aparente peligro, pero que resumió el modo de buscar hacer daño al equipo ‘verdeamarelho’.
Si esos cambios de orientación al lado contrario fueron uno de los caminos de Unionistas, el otro fue incluso más simple -pero igual de efectivo-: generar espacios a la espalda del lateral para atacarlos con las caídas de su delantero. Por lo tanto, fue muy habitual ver cómo Rastrojo y Planas pedían el balón al apoyo cuando su equipo lo tenía cerca de banda para arrastrar con ellos a Ximo o Balenziaga. Así se generaban huecos para los movimientos de Losada, que sacaba fuera de zona a los Pablos, dos centrales poderosos en los duelos pero que sufren más -como casi cualquier defensa central- corriendo hacia atrás o en diagonal.
Fueron dos pautas que el Deportivo supo manejar relativamente, pero que también le hicieron sufrir y provocaron que enseñase unas flaquezas que hasta ahora solo se intuían. Es el peaje a pagar de un equipo que quiere ser presionante para robar arriba o no dejar jugar por dentro, sabedor de que concede espacios por fuera o a espaldas de una última línea muy dominante en la fricción, pero no extremadamente veloz.
Por dentro es imposible
Pese a la inquietud que generó Unionistas, el Deportivo concedió poco. Pero en su debe, tampoco generó demasiado. Fue un duelo de poco ritmo y menos ocasiones, condicionado por la gran cantidad de faltas (34) que lastraron la dinámica del choque.
El Dépor se enfrentaba a un reto mayúsculo, pues competía fuera de casa ante un rival muy sólido defensivamente sin dos de sus piezas estructurales a nivel ofensivo -tres sin Barbero- y con varios futbolistas todavía lejos de estar engranados al equipo. Dos de ellos, Hugo Rama y Berto Cayarga, fueron titulares para terminar de conformar un 4-3-3 muy fluido y condicionado por la libertad casi total que volvió a tener el de Oroso para aparecer por todo el frente ofensivo.
Los partidos pasan y eso equivale a que todos conozcan más al resto. Y eso se reflejó en el plan defensivo de Unionistas, que se dispuso en un 4-2-3-1 de bloque medio que pasaba a ser muy presionante en cuanto el Dépor llevaba el balón a banda. Con el mediapunta Varo Gómez siempre pendiente de José Ángel, eran los Pablos quienes tenían que decidir constantemente cómo iba a desarrollar el Deportivo sus ataques.
Por dentro era difícil progresar, pues los centrocampistas estaban totalmente vigilados para recibir. Por fuera, el espacio es menor y cada pase a los laterales era, como decimos, la señal para que Unionistas se activase y apretase.
Estando tan liberados, era casi imprescindible que fuesen Vázquez o Martínez quienes asumiesen riesgos y generasen incertidumbre al rival, bien a través de conducciones o bien a través de pases medios o largos hacia delante. Eso lo entendió bien sobre todo el valenciano, que completó nuevamente un gran partido a la hora de la toma de decisión en el inicio de juego.
Aún así, faltó algo de atrevimiento en la primera mitad para meter más balones dentro o fijar a rivales a base de alguna conducción más. Y eso lo pagó el Deportivo, que apenas pudo encontrar a sus futbolistas interiores con recepciones al pie para activar a un tercer hombre y, así, superar la primera presión y atacar de cara.
Sin embargo, las pocas veces que lo logró, generó peligro. Bien fuese con esos envíos en el carril central al apoyo, bien fuese saliendo con uno de los dos laterales, el Dépor logró encontrar sus pocas situaciones ofensivas a partir de su juego exterior.
Especialmente en el sector derecho, fue muy habitual ver cómo Cayarga aparecía por dentro, en el ‘cuadrado’ entre el lateral, el central, el mediocentro y el extremo del rival. Bien fuese para recibir, bien fuese para atacar desde ahí la espalda de su lateral con un desmarque dentro-fuera, esos movimientos del asturiano con Villares o Rama distrayendo más pegados a banda fueron la vía más potable de peligro del Deportivo.
Valcarce para liberar la banda
Esas situaciones eran ventajosas, pero insuficientes. El Deportivo no encontraba más recursos, cortocircuitado por dentro por su rival y poco inspirado en términos individuales cuando las jugadas sí desembocaban en situaciones de las que sacar ventaja. Y encima, Unionistas se ponía por delante nada más empezar la segunda mitad.
Tocaba cambiar cosas e Idiakez eligió al futbolista más diferencial con el que contaba en el banco: Pablo Valcarce. El berciano es un extremo derecho capaz de hacer muchas más cosas que jugar pegado a banda. Y en sus primeros minutos relevantes, lo demostró. Con su entrada, el Deportivo ganó un futbolista más capaz de amenazar entre líneas. Pero que sobre todo, permitió liberar el carril para Paris Adot, un lateral que ha enseñado tener más recorrido hacia delante que el actual Ximo.
Es decir, si con Cayarga el Dépor había dispuesto de un extremo capaz de aparecer en zonas algo más interiores, con Valcarce el técnico potenció todavía más esa idea: un extremo que prácticamente solo aparecía por dentro. El relevo salió a la perfección porque, a las primeras de cambio, el equipo encontró el Unionistas 1-1 Deportivo que acabó siendo definitivo.
Ese posicionamiento de Valcarce provocó que Ekaitz tuviese que descuidar algo más el carril exterior para estar pendiente del berciano, que también atraía la atención del central zurdo. Y por ahí, a través de ese espacio liberado, llegó el 1-1. Villares y Rama en el sector derecho, lejos del acoso de los mediocentros rivales. Y encontraron el tiempo y el espacio para poner a correr a Paris, que le ganó la espalda a Planas.
Siempre es ideal obligar a defender a un extremo y el Dépor lo consiguió. Adot pisó línea de fondo y mientras Davo atacaba el primer palo arrastrando a los centrales, Valcarce redujo la velocidad para llegar al punto de penalti y rematar solo en una jugada de manual en la que el Deportivo atrajo, aceleró y ocupó el área de manera perfecta.
El choque estaba para el cuadro coruñés y más tras la expulsión de Slavy. Pero entonces, al equipo herculino se le apagaron las luces. Ante un bloque que se juntó en 20 metros y pasó a defender 6-2-1 por momentos, faltó algo de paciencia y, sobre todo, mucha amplitud. Porque atacar una última línea tan hundida y poblada es complejo. Pero más lo es si caes en el caos. El Deportivo pecó de prisas y juntó muchas piezas por dentro. Pero por juntar, porque generó más facilidades al rival. Ni siquiera circuló de lado a lado, ni buscó dos contra unos por fuera. Nada.
Fue, en resumen, un maremágnum de ideas sin un patrón claro y con una incapacidad evidente para girar el bloque defensivo rival. Algo que, evidentemente, es fácil decirlo pero difícil hacerlo. Y más cuando te ha sucedido de todo y, al menos, demuestras que eres capaz de competir en el barro. Que no es poco, visto lo visto.