Soberbia y precipitación. Eses fueron los dos pecados sobre los que el Deportivo empezó a cimentar la primera gran decepción del año en Riazor. Ni siquiera fue una derrota, lo que habla de la inmaculada marcha del equipo en casa, pero las formas del empate ante el Numancia sí dejan cierta preocupación y algunos vicios que necesitan ser cortados de raíz lo antes posible.
Nada hacía anticipar tal desconexión en los primeros diez minutos de partido, con un Dépor exuberante que empequeñeció a su rival hasta el punto de crearle tres ocasiones claras de gol en un suspiro. Expósito de cabeza, Quique y el propio Edu, acertando con un violento disparo desde la frontal, ponían la primera piedra para un nuevo golpe de autoridad blanquiazul.
Nada más lejos de la realidad, «no me sorprende, ya se veía venir con el 1-0«, lamentó Natxo tras el partido. Con el tanto a favor el conjunto coruñés levantó el pie del acelerador, como si ya estuviera hecho. Y no sufrió demasiado, con un Numancia todavía timorato que se estrellaba una y otra vez contra la línea defensiva coruñesa. Cada recuperación era sinónimo de peligro a la contra, pero ahí aparecía el mejor zaguero soriano: las prisas propias del conjunto blanquiazul. Reencarnadas perfectamente en un ansioso Quique González, el Dépor desperdició una contra tras otra hasta que Diamanka vio en Borja Valle a un compañero al que entregar el balón. El berciano no desaprovechó el regalo e hizo el segundo de la nada.
El paso por los vestuarios no solucionó la suficiencia deportivista, pero sí los miedos visitantes, que con la entrada de Alain Oyarzun se rebelaron desde el primer minuto del segundo tiempo. Entre él y Mateu cargaron una banda derecha a la que nunca llegaban las ayudas a pesar de que Natxo había decidido protegerse con un nuevo cambio de sistema. 4-2-3-1 con Expósito y Borja Valle estirando la manta. No fue alcanzó y así llegó el primer gol numantino, con un centro rematado en el segundo palo por el lateral rival.
La falta de madurez del Deportivo para enfriar el encuentro convirtió la última media hora en una ruleta rusa
Ya para entonces los de López Garai estaban en modo kamikaze. Y el Dépor decidió aceptar la invitación, como así lo refleja una posesión inferior al 45 por ciento a pesar de ir ganando durante más de una hora. La falta de madurez para enfriar el encuentro hizo que Riazor asistiera a una ruleta rusa 30 minutos. El problema para los de Natxo, que contribuyó al azar retirando la pausa de Expósito y Carles Gil, fue que cada vez que apretaron el gatillo, además de elegir mal el disparo, el tambor estaba vacío. Bóveda se lió con todo a favor tras una dejada de Quique, Gil sigue viendo la portería más grande de lo que es siempre que intenta su rosca con la zurda y Marí se encontró esta vez con el portero tras otro testarazo a balón parado.
En esas idas y venidas, donde solo participaban ataques y defensas, la bala de plata la tuvo Oyarzun, «una zurda de Primera División», dijo su técnico. Seguramente no le falte razón. El donostiarra puso un balón tan milimétrico a la espalda de la defensa que hasta Dani Giménez lo creyó inalcanzable para él o para cualquiera. Tuvo más fe Diamanka, compensando su error inicial para equilibrar la balanza y castigar la prepotencia blanquiazul. Quedaban diez minutos, pero el golpe dejó sin ideas a un Dépor que el sábado comprobó la distancia que todavía tiene que recorrer para dejar de ser sólo un buen equipo y convertirse en un equipo campeón.