El interruptus que vivió Riazor ante el Girona tuvo dos culpables fundamentales. Uno de ellos fue Figueroa Vázquez. Si bien puede ser debatible que condicionara el resultado, hay gente para todo, de lo que no queda ninguna duda es que el colegiado condicionó el desarrollo del partido. Primero con su actitud hacia unos y otros, segundo con su doble criterio a la hora de sacar tarjetas, una lista que incluye un codazo de Stuani a Peru que habría supuesto la segunda amarilla. Lo vio, pero no lo vio. Falta, pero sin amonestación. La misma ausencia de duda hay en que el segundo señalado, Montero, sí decidió el marcador.
Faltaban 20 minutos para terminar el encuentro y el conjunto catalán estaba muerto. Sin ideas. Martí no era capaz de encontrar la grieta a pesar de todos sus millonarios recursos. No iban a entrar a menos que alguien le abriera la puerta desde el interior. Y ahí encontraron la amabilidad del central colchonero. Una falta innecesaria y uno de los penaltis más tontos que se recuerdan en Riazor.
Fue la travesura, ese pecado de juventud del que te arrepientes incluso antes de cometerlo. De los buenos proyectos que todavía están por hacer. Porque Vázquez ha sacado de Montero al central profesional que anunciaban que tenía dentro y su fama, merecida, viene más por su nefasta primera vuelta que por lo que está haciendo en 2020. Pero se equivoca de vez en cuando, como cualquiera a su edad. Y esta vez su equipo lo pagó. Lo dijo el propio técnico, «se precipitó al querer robar un balón que el equipo no le pide que robe». Así de simple. Brandon no iba a ningún lado.
Hasta ahí, el partido del chico y del resto del equipo estaba siendo sobresaliente. La ejecución del plan del entrenador rozó la perfección. Consciente de que es casi imposible frenar al Girona, optó por tratar de contenerlo. Resolvió la superioridad que crea con Granell, Borja García y el tercer centrocampista, ayer Rivera, convirtiendo a Sabin Merino en un ‘delantero de contención’. El vasco no marcó ni estuvo muy acertado en su regreso, pero hizo una labor impagable persiguiendo al ‘6’ del Girona. Esto posibilitaba que Bergantiños y un Gaku descomunal pudieran encargarse de todo aquel iluso que intentaba darse la vuelta en tres cuartos de campo.
Entre ellos y Mujaid, que se llevó a Brandon a casa en el bolsillo, dejaban una única vía: la banda izquierda. Mollejo sufrió con Maffeo y Aday, pero el equipo volvió a hacerse fuerte en la zona restringida. Hasta el gol, el rival sólo había disparado tres veces desde dentro del área, únicamente una entre los tres palos: un remate del lateral derecho desde la línea de fondo y sin apenas ángulo.
La Fase 2
Vázquez tiene en la cabeza que el siguiente paso en este planteamiento es amenazar con las contras. Y lo que no pudo hacer en Alcorcón lo hizo de de forma espléndida en este encuentro. Aketxe sigue creciendo y comandó un ataque blanquiazul que llegó poco pero lo hace con mucha claridad. El gol de Mollejo, la volea de Álex, el tanto anulado por centímetros a Bóveda y el mano a mano que Çolak no supo resolver. El conjunto herculino generó lo suficiente como para matar el encuentro, pero le faltó dar el golpe de gracia para no pagar con dos puntos los 10 minutos de inexperiencia de Montero.