De la energía, a la rigidez y la impotencia. Lo mejor del Deportivo 1-1 Castilla para el equipo herculino fue, precisamente, el resultado. Porque el Dépor firmó una primera media hora muy buena, en la que desarboló al filial merengue a base de ser muy agresivo. Pero a partir de la ocasión de Peter, el castillo se vino abajo. El Madrid empezó a encontrarle agujeros a la estructura defensiva de los locales. Tanto que acabó mereciendo la remontada ante un Deportivo penalizado por la fluidez con balón y la presión de su rival. Vamos, por su propia medicina.
Brillantemente agresivo
Quizá fue exagerado definir la primera media hora como la mejor de la temporada, como hizo Óscar Cano en rueda de prensa. Pero lo cierto es que el Deportivo firmó un arranque de partido de mucho nivel. Sobre todo teniendo en cuenta quién estaba en frente. Porque el bloque herculino encontró la fórmula de hacer que el partido se jugase única y exclusivamente en dirección a la portería que defendía Mario de Luis. ¿Cómo lo hizo? Pues siendo muy agresivo en todas las fases del juego.
Cano apostó por una estructura de tres centrales con Olabe en el centro y, por primera vez, totalmente fijo. El vasco no ejerció ese rol híbrido entre el pivote y el central en función del momento de juego y la situación del balón. No. Ante el Castilla, fue un central ‘de facto’. Eso provocó que el Dépor generase la primera superioridad para la construcción de juego desde atrás sin necesidad de modificar alturas de sus medios. Eran tres centrales contra los dos puntas del Madrid. Y cuando Peter, teórico interior izquierdo, ‘saltaba’ para igualar tres contra tres en la presión, aparecían Rubén Díez o Lebedenko para dar salida por los carriles exteriores.
Así, el Deportivo fue capaz de desajustar a un Castilla que quiso ser presionante con ese 3-4-3. Pero esa ineficacia inicial del rival a la hora de incordiar su salida hacía que la escuadra local encontrase la fórmula de progresar. No solo desde la asociación en corto, sino sobre todo desde los envíos verticales.
Porque el Dépor, un equipo combinativo, no tuvo problema alguno en jugar más directo, a la espalda de los tres centrales madridistas. Los desmarques de ruptura sobre todo de Lucas Pérez, que partía desde el carril central para atacar la espalda de uno de los centrales exteriores, permitieron al equipo blanquiazul amenazar. Y cuando no fructificaban, al menos estiraban al equipo y le permitían asentarse en campo contrario desde una nueva posesión o, al menos, presionar arriba.
Porque si el Deportivo fue muy agresivo en su fase ofensiva y también cada vez que recuperó la pelota para contraatacar, no lo fue menos en defensa. El conjunto herculino tuvo claro que su estructura defensiva pasaba por mantenerse en 5-4-1, algo que le permitía emparejar prácticamente hombre a hombre al Castilla. El plan era evidente: bloque medio-alto, acoso al poseedor y persecución a tu marca si tiene opción de recibir. Solo Saverio y Soriano, teóricos extremos, dejaban a su par recibir. Porque partían desde una altura próxima al doble pivote Villares-Díez para, en cuanto el central de su lado recibía, ‘saltarle’.
Así, con las marcas muy bien asignadas y una agresividad máxima, el Deportivo cortocircuitó al Castilla en una primera media hora brillante con y sin balón. En ese inicio, el equipo coruñés dejó escapar su momento para sumar una renta al marcador insalvable. Y lo acabó pagando. Aunque pudo ser peor.
Empieza el caos
Pero una defensa prácticamente al hombre conlleva el riesgo de caer en el desorden. Sobre todo si el rival, como el Castilla, es tremendamente dúctil. Porque el conjunto de Raúl González destaca por el dinamismo de sus piezas interiores. Sí, los tres centrales, los carrileros, el pivote y el delantero centro ocupan espacios muy marcados. Pero los dos teóricos interiores (Álvaro Martín y Peter) y el segundo punta (Arribas) tienen libertad absoluta. Son tres jugadores muy móviles, rápidos, con una gran capacidad técnica y, sobre todo, con un gran sentido para ubicarse y repartirse los espacios. Especialmente, Martín y Arribas.
Desde los desequilibrios generados por los movimientos del ’14’ y el ’10’ se empezó a decantar la balanza hacia el Castilla. Porque el Deportivo tenía todo muy bien ‘ajustadito’: Villares con Álvaro Martín, Rubén con Mario Martín, los centrales exteriores Pepe y Pablo encimando a Peter y a Arribas. Y Olabe, con Álvaro Rodríguez. Pero entonces, Arribas dejó de ser ese segundo punta caído a la derecha para pasar a ser ‘todocampista’.
Es decir, empezó a retrasar su posición y a centrarla para evitar que Pablo Martínez pudiese referenciarlo. Y ese espacio que el capitán merengue liberaba, lo atacaba Álvaro Martín con diagonales constantes para arrastrar a Villares hacia la zona de Pablo. Es decir, para juntar a dos deportivistas con él y liberar a Arribas.
Poco a poco, el Castilla fue saliendo de la presión de un Deportivo que, evidentemente, cada vez tenía menos fuelle físico para poder aguantar esos esfuerzos persiguiendo. Y a mayor desgaste, más equivocaciones a la hora de tomar decisiones.
Un ejemplo fue la ocasión de Álvaro Rodríguez antes del descanso, en la que Álvaro Martín ‘cortó’ de dentro a fuera una vez Tobías recibió para llevarse a Villares a la zona de Pablo y generar espacio interior. Con Peter también cortando desde la izquierda hacia el centro para arrastrar a Antoñito, Arribas recibió solo por dentro y pudo ponerle el balón al delantero uruguayo, que remató solo ante la nula vigilancia de su espalda por parte de Pepe, distraído también por el movimiento de Peter.
Esa ocasión pudo ser el 1-2 . Porque por aquel entonces, el marcador ya reflejaba el Deportivo 1-1 Castilla. El tanto del empate le llegó a los merengues casi antes de merecerlo, pero terminó por acentuar la sensación de que el partido estaba cambiando. El Deportivo empezaba a caer en la trampa del desorden ordenado que le proponía el Madrid por dentro. Curiosamente, como él propone cuando amasa el balón en Riazor y entra en ese estado de ‘flow’ difícil de contener.
Impotencia
El descanso pareció sentar bien al Deportivo, que recuperó su estado consciencia tras aparentar estar grogui. Pero fue solo un espejismo que duró el tiempo que el equipo mantuvo la constancia de correr al espacio. Porque el Deportivo extremó su plan y empezó a basarse, cada vez más, en defender y contragolpear.
Pero con Lucas Pérez, que cada vez fue a menos, como única pieza capaz de amenazar a la espalda, el Dépor se iba viendo cada vez más acorralado. Sin salida. Apenas un puñado de circulaciones largas sin veneno permitieron respirar a un equipo que veía, además, cómo el plan de colocar al bloque por detrás del balón y esperar tampoco le funcionaba.
Porque el Deportivo quería presionar, pero no podía. Entonces pensaba en esperar más plegado, pero a sus atacantes les surgía su tendencia natural por ir a presionar más arriba. Y se quedaba siempre a medias. Cada vez con más dudas. Cansado de correr detrás del balón.
Los tres centrales del Castilla podían decidir qué hacer con todo el tiempo y el espacio del mundo. Y en cuanto atraían un poco a su par deportivista, que por supuesto estaba demasiado lejos, la soltaban. La superioridad estaba ya hecha. Y más cuando Peter, Arribas y Álvaro Martín flotaban entre líneas, demasiado a la espalda del centro del campo del Deportivo y demasiado lejos de la zona de seguridad y acción de los centrales locales.
El Castilla se asociaba tan bien que el Deportivo no salía desde tan abajo. Y más, ante una buena presión tras pérdida. Y cuando el cuadro coruñés tenía que iniciar desde atrás, los de Raúl ya no eran tan agresivos. Permitían combinar entre sí a esa primera línea abarrotada por los tres centrales, más Rubén y Lebedenko. Y le negaban soluciones hacia delante.
Quizá una opción hubiese sido adelantar a Olabe para recuperar el dibujo más habitual y evitar esa superioridad tan evidente en el centro del campo. Pero eso hubiese dejado la última línea más expuesta a las apariciones de Arribas, Martín, Peter o los carrileros. A veces asumir algún riesgo te puede ayudar a defender mejor. Otras, es pegarte un tiro en el pie.
Así, solo la entrada de Max Svensson dio algo de oxígeno al Dépor, que demandaba una figura no solo que inquietase más en esa primera línea de presión, sino también que trazase esos desmarques de ruptura ya olvidados que tanto aire daban al cuadro de Riazor cuando el rival le hacía recular.
Pero el equipo estaba en un momento de tal impotencia ante la superioridad física, táctica y técnica del rival que simplemente logró aguantar Deportivo 1-1 Castilla y ya. No es poca cosa. Porque en un día con el nubarrón muy encima y que deja algunas dudas sobre la predominancia colectiva del Deportivo contra los ‘grandes’, resistir a una dosis de tu propia medicina en casa puede acabar siendo trascendental.