Se le volvió a caer el tinglado a Rubén de la Barrera, que sigue comprobando en sus propias carnes la máxima inestabilidad de la que lleva años adoleciendo el vestuario del Deportivo. Independientemente de quienes sean sus integrantes. Algo se ha instalado en la caseta blanquiazul que provoca la bandera blanca automática al mínimo revés. No importa que pasen jugadores, entrenadores e incluso presidentes. En el momento en el que algo se sale del guión, todo se rompe en mil pedazos.
Como últimos ejemplos está lo ocurrido ante el Coruxo o, mismamente, lo sucedido este sábado en A Malata. La moral por todo lo alto tras vencer al Guijuelo y frenar la caída. Buena primera parte con ocasiones claras para adelantarse y concediendo lo mínimo al rival. Y con el gol de Caballé, se acabó. El Deportivo tuvo por delante 40 minutos para darle la vuelta al marcador y no le hizo ni cosquillas a un Racing que ni mucho menos fue capaz de cerrar el partido.
Que el talento no sobra ha quedado demostrado y alguno ya se había dado cuenta antes de que los que se daban golpes en el pecho por la plantilla construida le enseñaran la puerta. Pero incluso así sigue siendo difícil de explicar la incapacidad para levantarse de la lona tras recibir la primera bofetada. No daba crédito De la Barrera al terminar, «hubo 20 minutos tras el gol en los que no estuvimos».
15 días para reconstruir la mandíbula de cristal blanquiazul
El Deportivo tendrá ahora 15 días de duelo para volver a levantar los brazos. Para que Rubén de la Barrera recoja los trozos de ese frágil jarrón blanquiazul que volvió a romperse en Ferrol. En juego está, además de dejar de vagar por los campos de Galicia, evitar un doble descenso para el que ahora mismo se tienen tantas papeletas como para jugar en la Segunda B Pro la próxima temporada.