Regresa Eduardo Caridad a su cita quincenal con su columna. Turno para hablar de un guardameta que sigue recogiendo elogios tras hacerse con la titularidad.
No me refiero al ‘veroño’ que hemos disfrutado en la ciudad durante tantas semanas, que nos ha proporcionado un clima que no nos correspondía y que en pleno octubre llevaba a los coruñeses en manga corta y con la toalla bajo el brazo camino de los arenales. En esta columna querría hacer una reflexión acerca del acierto (a mi parecer) que ha supuesto la llegada de Fabricio al equipo.
Nunca es fácil, para un entrenador, cambiar al que se supone es el portero titular. Y menos si este, caso de Lux, tiene la etiqueta de indiscutible. Y, además, etiqueta merecida por su buen hacer durante toda la campaña pasada. Nunca es fácil. Pero Víctor Fernández lo consideró necesario a pesar de pisar esos llamados códigos de vestuario, que tan arraigados están en todos y cada uno de los equipos, sea cual sea su categoría.
Lux al banquillo y turno para Fabricio, un portero al que en las categorías inferiores le recuerdo algunos partidos en los que me dejó con la boca abierta por sus condiciones. En el Fabril rindió a un nivel enorme y todo el mundo en la cantera estaba convencido de que era ‘carne’ del primer equipo. Y lo fue, pero el lío Munúa-Aouate le dio una alternativa poco deseable. Todos lo recuerdan y es innecesario ahondar en el tema. No tuvo los minutos que en un portero son obligatorios para crecer y se marchó fuera para demostrar su valía. Y, cuando casi nadie lo esperaba, regresó a Riazor para ser el, en principio, suplente de Lux.
El fútbol son momentos y este es el momento de Fabri, un meta peculiar (como todos los porteros) pero con una sobriedad y, sobre todo, ganas a prueba de bombas. Siempre he dicho que no me parece un 10 en nada pero sí un 8 en todo. Y eso es mucho. No le veo ninguna debilidad, ya que se maneja bien en todos las suertes del manual de cancerbero. Además, ha ganado en carácter. Poco queda de aquel chaval cortado que daba pocas voces. Y si algo tiene que hacer un portero es mandar. Ahora Fabricio manda. Y tenemos portero para rato, porque con 26 años le queda un mundo por delante en su carrera deportiva.
Creo que, poco a poco, Víctor Fernández va dando con las teclas para que el Deportivo funcione en Primera. No tenía ni tiene una tarea nada fácil el técnico, pero ha empezado a construir la casa por los cimientos y no por el tejado y, de paso, ha mandado un mensaje crucial: aquí no hay vacas sagradas. El que no dé la talla, al banco. Se impone la meritocracia.