El Deportivo cayó en el Carranza y tras su derrota ante el Cádiz ya sabe que cumplirá tres meses sin ganar fuera de casa. Sea por una cosa, o por la contraria, la única realidad es que la distancia entre la imagen del equipo blanquiazul en Riazor y a domicilio es sideral y este sábado se pudo ver uno de los condicionantes que influyen en eso: el rendimiento individual de cada jugador. Muy pocos se salvan y algunos están irreconocibles, con errores que marcan el devenir de los encuentros.
Porque a Natxo, más acertado o menos, no se le puede achacar que no lo haya intentado todo. Frente al conjunto amarillo le dio una vuelta de tuerca a su idea cambiando a un 5-3-2. Plan inteligente de salida, teniendo en cuenta que el sustento del Cádiz son los contragolpes. El técnico blanquiazul pretendía cortar la vía de alimento local iniciando el juego más atrás, empujando al rival hacia su área y perdiendo el balón, en caso de tener que hacerlo, por los costados o en la zona final, pero nunca por dentro. Nunca donde Cervera tiende siempre su trampa.
La idea iba camino de funcionar hasta la cadena de errores que supuso el primer tanto. Mal pase atrás de Bergantiños y tres centrales más lentos en la reacción que los atacantes cadistas. Palo para unos, refuerzo para otros que, si cabe, retrocedieron todavía más. Pero, aún sin la velocidad de balón necesaria, el Dépor creó ocasiones suficientes para empatar. Lo sabe Valle, que no conectó un pase de Caballo, y lo sabe también Expósito, que remató al cuerpo de Cifuentes una buena dejada de David Simón.
Adelantar los cambios o quitar a un central quizá hubiese cambiado el resultado o, quizá, simplemente hubiese precipitado el contragolpe que sentenció el partido
Con el paso de los minutos la precipitación se fue apoderando de un equipo que seguía teniendo el balón, pero pecaba de poca paciencia en los últimos metros y escasa determinación en el inicio del juego, con Marí y Somma reteniendo demasiado la pelota mientras escaneaban el campo en busca de socios. Aportó más claridad Domingos, que además de iniciar una jugada que casi termina en gol de Borja Valle tuvo el empate en su testa, pero esta vez el remate se fue cruzado.
Quizá Natxo debería haber hecho los cambios más temprano y darle más tiempo a Cartabia y Gil, quizá debería haber desistido de su idea de los tres centrales antes. Quizá eso hubiera cambiado el resultado del encuentro. O, quizá, tomar alguna de esas decisiones únicamente hubiese precipitado el contragolpe que acabó sentenciando el encuentro.
Porque el Cádiz se nutre como nadie de la desesperación de sus rivales, del caos que se genera en los últimos minutos cuando tiene el marcador a su favor. Sólo fue necesario un pelotazo y un error de cálculo de Pablo Marí en el bote, de nuevo otro fallo individual, para lanzar a Álex Fernández y Manu Vallejo hacia el área de Dani Giménez. El canterano, que desquició a toda la zaga blanquiazul, a veces con acciones de deportividad cuestionable, puso la puntilla con el segundo y regaló ya en el descuento el tercer tanto, recordándole al Deportivo que el primer propósito para 2019 tiene que ser mejorar, y mucho, lejos de A Coruña.