A lo largo de los años, pasan por nuestra vida distintos tipos de amistades. Muchas se difuminan con el tiempo, algunas nos acompañan para siempre y otras, siendo sinceros, podríamos habérnoslas ahorrado.
Pero existe un tipo de amistad que siempre me ha llamado la atención. Son esas del pasado que se van difuminando con el tiempo, pero recuerdas de vez en cuando con una sonrisa en los labios. Amigos que ya no ves habitualmente, pero que sigues lo justo en redes sociales para saber que la vida, más o menos, les ha ido igual que a ti.
Esa clase de gente con la que coincides de vez en cuando, porque tenéis todavía un pequeño vínculo en común, y te paras a hablar de buena gana. Quizá porque te identificas con su trayectoria y te hace sentir seguro; quizá porque el mero hecho de oír su nombre te recuerda a un tiempo más feliz.
Eso es el DUX Logroño para el Deportivo Abanca. Dos equipos que coincidieron, hace ya tres temporadas, en la élite del fútbol femenino español. Dos equipos a los que la pandemia frustró una gran campaña y a quienes la liga post COVID envió al pozo de la segunda división.
En la 2019/20, ambos soñaron en grande, con el cuarto puesto liguero del Dépor y la final de la Copa de la Reina para el Logroño. En la 2020/21, descendieron juntos al infierno tras no encontrarse a sí mismos sobre el verde. Y en el último curso lo intentaron, pero no dieron la talla para volver a lo más alto.
Vidas paralelas y trayectorias muy similares para dos equipos que, sin embargo, se han enfrentado menos veces de las que deberían. Y es que en la 2019/20, curiosamente el año de la ilusión, no llegaron a medirse. Primero, en noviembre, porque su partido coincidió el fin de semana en el que las futbolistas hicieron huelga para exigir un convenio colectivo digno. Y segundo, en marzo, porque el COVID paró la liga cuando les quedaban dos jornadas para enfrentarse y nunca llegó a reanudarse.
El DUX no es un rival especialmente cómodo para el Deportivo. Salvando la anécdota de la primera temporada en blanco, en el segundo curso en la máxima categoría, las riojanas vencieron en la primera vuelta con un contundente 3-0 (con un tercer tanto, por cierto, anotado por una Inés Altamira que ahora porta el brazalete blanquiazul). Las deportivistas se cobraron la revancha en Abegondo (2-1 con tantos de Peke y Athenea), pero no les dió para salvarse y esta permanece como la única victoria coruñesa hasta el momento.
El año pasado, ambos partían como favoritos para recuperar su plaza en Primera. Pero el curso se complicó y permanecieron en el segundo peldaño del futfem nacional. El DUX, eso sí, más aliviado que el Dépor, al finalizar quinto y evitar la promoción de permanencia. En los enfrentamientos directos, las logroñesas ganaron primero (con un 1-0 muy doloroso en los últimos minutos) y el segundo acto se cerró con un empate a nada en Riazor, con los fantasmas del playout asfixiando ya al equipo que entonces dirigía Miguel Llorente.
Mañana se reencontrarán en Abegondo (12:00 horas), iniciando de nuevo el camino de vuelta a donde fueron más felices. Jugar contra el DUX es incómodo, porque es un rival que se atraganta, pero a la vez es un partido que apetece. Es el confort de jugar contra un viejo conocido. Es encontrarte a un buen amigo del instituto y ponerte al día con él. Jugar en segunda, conscientes de que podríais estar más arriba, pero aliviados con que al menos os seguís teniendo el uno al otro.
Aunque de fondo, cuando la gente os ve y susurra vuestros nombres, resuenen los ecos de un pasado brillante que, en esta ocasión, fue mejor.