El Deportivo logró esquivar con su goleada al Langreo la estocada definitiva después de haberse derrumbado durante todo el curso en una temporada para olvidar. Minimizar daños con la permanencia en la 1ª RFEF supone un paso más importante de lo que pueda parecer de cara al futuro y parece que Rubén de la Barrera tenía claro que no sólo era importante el qué, sino también el cómo.
Ante el Langreo era el momento. Quedaría la anilla de emergencia en la última jornada, pero el técnico coruñés era consciente de que no podía dejar pasar la oportunidad. En Riazor, con 5.000 personas y ante un rival relajado. Y así salió con todo, con un planteamiento que quizá podía con llevar más riesgos de los esperados. Con un planteamiento a todo o nada desde el primer minuto. La importancia de las apariencias.
Le costó, pero el equipo logró golpear primero en el ida y vuelta. Y el tanto de Granero nada más volver de los vestuarios puso la alfombra para una tarde de relato y simbología. Bergantiños y Villares llevando el timón, Rayco dirigiendo el ataque y el césped repleto de canteranos para que Adri Castro pusiera el broche con su estreno goleador.
Deportivo vs Langreo, última y primera piedra
Y es que el propio De la Barrera lo dijo nada más terminar, «espero que este día sea importante en la historia próxima del club». Tocar fondo, final de camino y al mismo tiempo primera piedra sobre la que reconstruir en lugar de lo que habría sido tierra quemada. Porque el técnico es el que quizá más reforzado salga de una situación que deja pocas dudas sobre si es el idóneo para continuar el proyecto. Algo que seguramente no hubiese sido así, por lo menos desde el punto de vista popular, de tener que esperar hasta el final para lograrlo o, en el peor de los casos, haber completado la fatalidad cayendo un peldaño más hasta la 2ª RFEF.