El Celta B 1-1 Deportivo permitió que a Riazor fuese a parar un punto más, pero también fue un paso atrás. Porque el conjunto coruñés no solo no fue capaz de disipar las dudas que su juego ha dejado en este inicio liguero, sino que más bien las acrecentó. El cuadro herculino arregló un inicio terrorífico de partido amparado en una jugada colectiva ‘prevista’ y el acierto de Villares. Y a partir de ahí, sumó algo de electricidad a su juego hasta el descanso. Tras el intermedio, la nada. El Celta B desajustó su presión, pero el Dépor no lo aprovechó. El choque se convirtió en un festival de imprecisiones que pudo acabar cayendo para cualquier lado. No lo hizo y el equipo blanquiazul suma un punto y muchas dudas.
Soriano de interior, Villares de llegador
Borja Jiménez introdujo tres cambios en el once que jugó ante el Pontevedra. Pero las modificaciones fueron mucho más allá de esos nombres. En los choques anteriores, el Deportivo había propuesto una salida de tres, con un mediocentro incrustado en la última línea para buscar desde esos primeros pases la superioridad numérica y, a la vez, elevar los laterales para tener amplitud y que fuesen los que atacasen la profundidad. Sin embargo, ante un Celta B que se dibuja en 3-4-3, el bloque coruñés cambió. El staff deportivista apostó por retener a Carnero y a Trilli en el inicio de juego para atraer la presión de un filial que prácticamente emparejó hombres.
La idea era, precisamente, generar espacios tras unos Villares y Olabe que tenían difícil recibir -pero tampoco estuvieron atinados cuando lo hicieron-. Y así, encontrar a Mario Soriano o a Quiles para que estos domesticasen el esférico y, a partir de ahí, progresar. Clave en este circuito era sobre todo el ‘8’ deportivista, que partió como mediapunta pero buscó una y otra vez el teórico espacio de interior izquierdo al costado de San Bartolomé, uno de los dos mediocentros célticos. Y es que el Deportivo sabía que la primera debilidad de su rival podía aparecer si lograba ‘abrir’ ese doble pivote. Y lo intentó con cierto, aunque escasa continuidad.
Y es que la agresiva presión del filial impidió que el Dépor fluyese en los primeros pases. Lauti y Miguel Rodríguez se emparejaban con los centrales, los carrileros Medrano y Carrique ‘saltaban’ al lateral de zona de balón, Iker Losada se quedaba con un mediocentro y Calderón o San Bartolomé, con el otro. Y el Deportivo solo podía progresar con conducciones o envíos de media distancia. La segunda vía era complicada. Y para la primera, faltó algo de ‘valentía’. Porque más allá de lo que ensuciaba el Celta B el juego, el equipo coruñés dispuso de muchas situaciones que requerían un paso adelante individual de sus futbolistas implicados en el inicio de juego. Y apenas Trilli, en un par de conducciones hacia dentro que generaron desequilibrio, mostró esa personalidad.
De este modo, no fue casualidad que el sector derecho acabase siendo el más prolífico para el Deportivo. Conforme la presión céltica amainó, la escuadra visitante fue asentándose cada vez más en campo contrario. Faltaba muchísimo acierto y sobraban muchísimas dudas, algo que provocó que la velocidad de circulación fuese demasiado lenta. Aún así, el Dépor era más cuando encontraba a Soriano, más interior izquierdo que nunca este curso para crear, en el fondo, un centro del campo de tres alturas. Desde esa izquierda surgió el gol, aunque fuese culminado en el carril contrario.
Ahí apareció la figura de un Villares que, por fin, fue su mejor versión. No fue casualidad que su gran actuación coincidiese con su mayor libertad a la hora de llegar. El rol del Vilalbés era romper desde segunda línea y lo intentó una y otra vez, beneficiado por las sinergias de Trilli, Quiles y, sobre todo, Ibai. El vasco fue un extremo a pie natural menos extremo que nunca. Porque su labor era recibir abierto para atraer al carrilero -Medrano- o, si este se encontraba con Trilli, al central de su lado -Carlos Domínguez-. Y sobre ese espacio generado, lanzar al llegador en segunda línea, que casi siempre era el ’22’. El gol fue un ejemplo de esa intención de Villares de atacar una y otra vez los intervalos central-carrilero o central-central que se generaban en la zaga celtiña.
Al filo de la navaja
En la primera mitad, el Deportivo fue mejorando muy poco a poco con balón hasta terminar por controlar relativamente el choque y alcanzar el aprobado raspado. Pero el conjunto coruñés sufrió, y mucho, sin pelota. Más allá del desajuste en el gol encajado a los 50 segundos, las dudas deportivistas ofrecieron al Celta B muchas situaciones peligrosas que no supo aprovechar.
La intención del equipo blanquiazul -verde- fue presionar muy arriba al filial. Para ello, se conformó en un 4-4-2 con Quiles y Soriano como avanzados que pronto se transformaba ante la salida asimétrica celeste. Porque, por un lado, Ibai Gómez era el encargado de ‘saltar’ a Carlos Domínguez si este recibía. Mientras, si el balón iba hacia Medrano, Trilli salía a su paso, aun teniendo que subir hasta tres cuartos siendo lateral.
Por el sector derecho céltico, el inicio de juego era diferente. Carrique cogía altura para fijar a Carnero y, en los saques de puerta, era el medio San Bartolomé el que se lateralizaba. Olabe no lo perseguía para no desestructurar el doble pivote y Soriano era el encargado de acudir ahí. Pero era difícil que el madrileño pudiese abarcar tanto espacio.
De este modo, el Celta B encontraba salida por su lado derecho o generaba mucho espacio en el izquierdo. Con Villares pendiente de Calderón, era Olabe el encargado de evitar que el equipo no se descosiese del todo. Pero el ‘8’ no es Bergantiños. Y en esa necesaria atención hacia lo que tenía delante, Iker Losada le buscaba una y otra vez la espalda. Con Narro ayudando a la línea defensiva con Miguel Rodríguez y Carrique, Jaime y Lapeña pendientes de los movimientos de Lauti y el propio Miguel, a los que solían perseguir, el autor de gol flirteó entre líneas.
Pero el Celta no encontró casi nunca al ’10’. Y tampoco aprovechó las múltiples situaciones de igualdad numérica en última línea deportivista para atacar el enorme espacio entre la zaga y Mackay. El Deportivo estuvo incómodo y vivió durante el primer acto -sobre todo en la primera media hora- al filo de la navaja. Pero su rival no lo aprovechó.
Un trivote que no arregló el caos
Menos sufrió el equipo herculino en el segundo tiempo. Las intenciones tácticas de unos y otros se fueron diluyendo y el choque entró en el caos, con imprecisiones constantes. El Deportivo acabó modificando su inicio de juego y volvió a elevar algo más a los laterales para evitar que el Celta le presionase tan alto. Olabe asumió más responsabilidades en esa altura, pero ni siquiera con ventajas numéricas logró darle dinamismo al equipo. Con 12 pérdidas de balón, la mitad en campo propio, su partido fue para olvidar.
Y es que el Celta B terminó por partirse en la presión. Pero un Dépor absolutamente impreciso lo desaprovechó para sumar pases, asentarse en campo rival y dominar. El guion saltó por los aires y Borja Jiménez ‘aprovechó’ la lesión de Soriano para tratar de ganar control recuperando el trivote. Pero ni con esas. El centro del campo conformado por Villares-Bergantiños-Isi mezcló aciertos aprovechando los constantes desajustes celestes con errores no forzados que terminaron por no darle continuidad al juego.
Al menos, con tres en el centro del campo, el equipo coruñés se sintió más seguro para presionar. Porque quien guardaba la espalda era un Álex que volvió a estar muy bien en las ayudas a la hora de parar alguna de las transiciones que acabaron imperando en un encuentro caótico. Justo el escenario que no quiere un Deportivo que está siendo incapaz de ‘agarrar’ sus partidos e imponer su ley. Por eso sumó un punto, pero también muchas dudas en lo que fue un nuevo paso atrás.