Fue el Deportivo de La Coruña ante la UD Logroñés como el velero bergantín de José de Espronceda a través de la pizarra. Porque el conjunto coruñés hizo honor a la Canción del Pirata del poeta extremeño. Ofreció, un día más, la versión más óptima de un conjunto que ya no será campeón, pero se pareció al equipo que pudo llegar a serlo. Agresivo sin balón, veloz y dañino con él. El Dépor arrolló a la UDL, un equipo candidato al ascenso, de igual manera que arrolló al DUX hace dos semanas: a base de viento en popa a toda vela, volando sobre el mar de Riazor y con diez cañones por banda.
Todo empieza sin balón
El Deportivo volvió a ser un equipo tremendamente agresivo y solidario en fase defensiva. Con balón estuvo soberbio, pero el partido lo empezó a ganar desde su actitud sin pelota. Porque al igual que contra el DUX, el cuadro blanquiazul planteó una presión arriba que ahogó a su rival. La UD Logroñés es un equipo que combina el juego en corto y en largo. Y que busca hacer generar peligro desde el centro lateral. Pero en Riazor, no encontró ninguna vía para dañar a su rival.
El Deportivo olvidó los dos puntas y se estructuró en 4-2-3-1 en bloque alto. Juergen se emparejó al hombre sobre el mediocentro Rafa Parejo. Mientras, Quiles, Soriano y William De Camargo se repartieron el acoso a los cuatro defensas. En función de la zona de balón, el trío basculaba, acosaba al poseedor y tapaba líneas de pase a los posibles receptores cercanos. David Ramos y Guarrotxena eran perseguidos por Álex Bergantiños y Diego Villares. En la última línea, Granero y Lapeña vigilaban a Dubasin, con los laterales manejándose entre dar ayuda al central de su lado y ‘saltar’ con el extremo rival si este tenía intención de recibir.
Así, en base a ese acoso adelantada que apenas decayó durante gran parte del encuentro, el Deportivo maniató a la UDL. No había temor a perseguir. Tampoco a agruparse sobre la zona de balón para torpedear la salida al rival.
Pero si el posicionamiento y la interpretación en fase defensiva fue más que notable, la presión tras pérdida del equipo de Borja Jiménez resultó también fabulosa. El bloque herculino fue, más que nunca, un bloque. Las distancias de relación entre jugadores eran buenas. Es decir, circulaba tan bien el balón que estaba ‘preparado’ para perderlo. Y así, podía atosigar al rival en la zona de pelota. Fue muy habitual ver presionar hacia delante a Villares, Soriano o Elitim para evitar que el futbolista con balón tuviese un pase franco hacia atrás. En resumen, el Deportivo fue un equipo incómodo.
La falsa amenaza y el oxígeno
El Deportivo dañó a la UD Logroñés a través de la pizarra encontrando los espacios por fuera. Pero, para ello, tuvo que generar una falsa amenaza por dentro. Y es que Borja Jiménez juntó a muchos futbolistas en el carril interior para hacer más estrecha a una UDL incapaz de bascular ante la buena interpretación del juego y la gran velocidad de balón que tuvo su rival. El cuadro riojano se situó en defensa entre el 4-1-4-1 y el 4-4-1-1. Pero al no atreverse los zagueros a ‘saltar’ a las amenazas interiores del Dépor, el equipo coruñés acabó encontrando muchísimos espacios fuera. ¿Por qué? Porque ante las referencias blanquiazules, el equipo rojiblanco se cerraba.
De este modo, fue gracias al gran trabajo por dentro cómo el Deportivo encontró los espacios exteriores. Generó una falsa amenaza interior y percutió por fuera. Clave para ello fue su capacidad para ser agresivo con balón. No tuvo miedo a conducir ni a filtrar pases. Arriesgó, porque sabía que en el riesgo estaba el beneficio.
Pero más allá del trabajo de los centrales y los mediocentros, hubo un futbolista absolutamente brillante en su labor desde la otra orilla: Alberto Quiles. El andaluz se está adaptando fantásticamente al puesto de ‘9’. Borja Jiménez le da libertad y Quiles vuelve a ser la amenaza entre líneas que era al inicio de la temporada. Y además, sigue sumando cuota de remate sobre todo con sus apariciones al segundo palo.
El pasado sábado, Quiles fue una referencia constante al apoyo para sus compañeros por delante de la línea de balón. Pero donde verdaderamente resultó diferencial fue en la transición ofensiva. Porque dio oxígeno constante al Deportivo cuando éste tuvo que defender más cerca de Mackay. Alberto ejerció de boya. Fue el encargado de recibir el primer pase hacia delante, de aguantar el balón y de permitir así que el equipo saliese. El Dépor quería correr. Y gracias a su gestión, pudo hacerlo. Pero cuando no lo logró, al menos él permitió ganar tiempo y no perder inmediatamente el balón.
Un multiusos por la derecha
Pero de nada habría valido la buena pizarra del Deportivo ante la UD Logroñés si el equipo herculino no hubiese sumado amenaza por los costados. Principalmente, en el primer acto, por el sector derecho en el que se juntó el regate de William De Camargo y las constantes apariciones de Antoñito.
El lateral derecho andaluz mostró en su debut como titular en Riazor que puede aportar mucho más que simple llegada. Es un multiusos, un futbolista capaz de generar ventajas desde diferentes situaciones del juego. El ‘2’ blanquiazul tiene buen ‘timming’ de llegada, pero también es capaz de interpretar el espacio libre cuando el equipo se junta en su zona.
Y es que dentro del guion a través del que el Deportivo dominó el juego estuvo la capacidad de volver a triangular en la banda. El conjunto blanquiazul, gracias a su capacidad para fluir y girar el juego para encontrar rápidamente el espacio libre fuera, pudo generar situaciones de superioridades numéricas y posicionales en los carriles exteriores. De generar triángulos en las bandas y, desde ahí, hacer mucho daño a una UDL que fue incapaz de bascular de la manera correcta.
A esa capacidad de sumar en la creación y ocupación de espacios, Antoñito añadió sus virtudes en el centro. No necesita el sevillano llegar a línea de fondo para poner buenos balones, como demostró en la acción previa al segundo gol (de córner) deportivista.
Pero además, el ex del Cartagena también fue capaz de romper líneas rivales desde la conducción y la asociación. En más de una ocasión, demostró que puede generar ventajas con el balón pegado al pie. Fue el último registro de un futbolista multiusos, que aportó diferentes capacidades para reactivar la banda derecha y hacer al Deportivo, de nuevo, dañino por los dos costados.
De este modo, desde su dominio de todas las fases del juego a través de la pizarra, el Deportivo hundió a una UD Logroñés que en Riazor pareció mucho menos de lo que es. Un partido redondo para un equipo que, en casa, vuelve a parecerse a su mejor versión. Esa que tenía diez cañones por banda e iba viento en popa a toda vela.