El Deportivo sumó un nuevo empate ante el Alcorcón, tercero consecutivo en Riazor, dejando la sensación entre los aficionados de que esa película ya la habían visto antes. El conjunto blanquiazul creó más ocasiones que el rival y mereció ganar, pero en ningún momento fue capaz de controlar el partido lo más mínimo, algo que le sigue costando caro. De todas formas, el patrón comienza a repetirse demasiadas veces para pensar que es casualidad, por lo que para explicar estas igualadas que tanto están lastrando al equipo hay que irse más a la causalidad. Y el motivo, no el único, pero sí el principal, del caos en el que se han convertido los partidos en terreno coruñés no es otro que el abandono del rombo.
Mucho debate hubo con respecto al sistema favorito de Natxo González desde el inicio de temporada. Agudizado en diciembre cuando el equipo comenzó a atascarse. Se decía que el Dépor no creaba ocasiones, pero al menos tampoco las concedía. El conjunto deportivista estaba capacitado para manejar los tiempos y lograr que apenas pasasen cosas. Ahora ocurre todo lo contrario. Es incapaz de impedirlo. Le sucedió ante el Tenerife, ante el Nàstic y volvió a ocurrirle con el Alcorcón, al que le concedió dos ocasiones apenas dos minutos después de hacer el segundo tanto. Y lo acabó pagando.
El técnico, en parte por iniciativa propia para buscar soluciones, en parte por sugerencia del vestuario, sacrificó el rombo en enero para entregarse a un dibujo con extremos. Quitó el foco de los centrocampistas para dárselo a los delanteros. Pero él mismo ya avisaba de los problemas que podía tener esta disposición cuando no se tiene el balón. Se temía lo que podía pasar, más con una idea cuyo único combustible es el talento individual. Ese factor, con Fede Cartabia como principal exponente, aparece con cuentagotas y el pasado lunes ni eso. Por eso partidos como en el que atropelló al Albacete en el estreno del 4-3-3 se han convertido en excepción y no en norma.
El Dépor fue superior al conjunto que dirige Cristóbal. Lo fue a pesar de un inicio horrible, sin la tensión necesaria para un encuentro que desde todos los estamentos del club habían marcado en rojo. Pero no por juego, sino por empuje. El equipo apenas tiene más plan que lo que Edu Expósito pueda sacar de la chistera. Alfa y omega del ataque blanquiazul, el catalán sigue dando lecciones cada semana, pero a menudo se encuentra muy solo, precisamente porque sus socios, los pocos que hablan su idioma, están demasiado alejados.
El equipo está sobreviviendo en 2019 gracias a su madurez y oficio de equipo hecho, algo que sí ha ido adquiriendo con el paso de los meses. Algo que posiblemente también explique el porqué de las recientes victorias a domicilio, donde no ha estado obligado a arriesgar con el balón y, por consiguiente, a desprotegerse. Pero la pelota no miente. El Dépor renunció a ella cuando había sido su mejor arma y los problemas saltan a la vista a la hora de atacar, y sobre todo, a la hora de defender. Con el rombo se fueron primero las buenas sensaciones de inicio de temporada, cuando los de Natxo se diferenciaban de todos sus rivales directos en la forma de poner victorias en su casillero. Ahora, lo que es más preocupante, se están yendo además muchos puntos que pueden echarse de menos al final de temporada.